Capítulo 28 ✔️ [Corregido]

8.5K 737 131
                                    

No existe peor angustia que ocultar una historia inédita en tu interior.

-Lo leí por ahí.

Ya estoy como la canción de Ricardo Arjona: "¿Para qué describir lo que hicimos en la alfombra? Si basta con resumir que le bese hasta las sombras y un poco más

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Ya estoy como la canción de Ricardo Arjona: "¿Para qué describir lo que hicimos en la alfombra? Si basta con resumir que le bese hasta las sombras y un poco más..."

Así es mejor describir lo que pasó anoche entre Ian y yo, lo menos que hicimos fue ver películas, sin embargo, logré enseñarle Sombras Tenebrosas y ¿adivinen qué? Le encantó. Y admitió con cierta gracia que solo le hubiera faltado maquillarse pálido y peinarse hacia atrás y hubiera sido el mismo Barnabas.

Hoy ya es domingo y a mi me toca reunirme con mis mujeres favoritas, a Ian le toca hacer algo, no sé qué, pero algo le toca hacer.

Ya muy temprano nos hemos levantado y ha insistido en ayudarme a ordenar un poco el desorden que tenía en mi pequeño cuatro por cuatro, he de admitir que eso ha hinchado mi corazón en gran manera, ahora nos encontramos preparando el almuerzo que no es más que lasaña.

Como él no almorzará con nosotras, preparamos uno pequeño para que él se lo lleve.

—¡Ian! —chillo como loca cuando llena mi nariz con un poco de crema bechamel, ríe fuerte, le pongo un poco también en su frente y parte de su ojo izquierdo como venganza, deja de reír de golpe y después de unos segundos vuelve a reír histérico.

Si no fuera por unos toques en la puerta, no hubiéramos dejado de reír.

—Ve, yo verifico las lasañas. —Asiento y salgo de la cocina limpiando mi nariz.

Camino directo hasta la puerta y al abrirla me encuentro con la última persona que esperaba encontrarme.

Marcus está delante de mí, vistiendo condenadamente sexy con ese jean azul oscuro y una polera gris, casual. Al verlo ya no siento ese remolino de emociones en mi estomago, ahora mi corazón se acelera, pero no de emoción, al contrario, es más de dolor y rabia.

Es cierto que terminamos bien, pero eso no quita el desastre que hizo conmigo, me hizo pedazos, hizo añicos mi corazón y luego me tocó recogerlo de a poco.

Aún me faltan pedazos por recoger, todo a su tiempo.

Mi cara debe mostrar la quietud que estoy sintiendo por dentro por sus palabras, más no logro contener las lágrimas que se aglomeran en mis ojos.

Me odio.

—¿Quieres que me vaya? —La duda que tiñe sus palabras es palpable, pero no me permito ablandarme. En la cocina está un chico con el que pasé una noche maravillosa y quién no se ha portado como una mierda, por lo menos desde que bailamos.

—Sí, estoy acompañada. —Mis palabras son tan firmes como cortantes, lo que es un claro contraste con mis ojos que siguen llenos de lágrimas sin derramar, Marcus asiente cabizbajo y suspira pesaroso.

Sr. Lombardi. [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora