Capítulo 22. ¿Lo recuerdas?

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Abracé a Bruno tan fuerte como me era posible, se había disculpado de buena manera, había logrado que Alex y su, ahora novia, estuvieran juntos, había apoyado a su nieto y se había vestido de Russell.

Mi esposo era único.

- Bueno, de haber sabido que iba a recibir tanto amor, le ayudo hasta a nacer al inútil.

Demasiado bueno para ser cierto, ¿no?

Rodé los ojos y le di un beso en la mejilla.

Ya habían pasado varios días desde aquel suceso, pero yo no podía dejar de sentirme orgullosa de mi esposo; sobre todo porque los niños solo se quedarían con nosotros dos días más antes de entrar a la escuela. Y todos parecían estar felices. El tiempo había pasado muy rápido.

- Eres un tonto, pero así te amo.

- Lo sé, causo ese efecto en las mujeres.

Le di un pellizco antes de ir a mirar a los niños jugar en el patio. Era de mañana, habíamos terminado de desayunar y quisieron salir un rato, los dejé. Claro que debía mirarlos de vez en cuando, no vaya a ser que vuelvan a quedar colgando de algún árbol. Eran tan lindos, los mejores nietos del mundo.

Me crucé de brazos sonriendo con nostalgia. Cerré los ojos y me permití disfrutar de sus carcajadas y gritos. Mi familia, incluyendo a la loca de Eve y a Ben, eran mi todo.

- ¿Estás bien, cariño? -inquirió Bruno, quién llegó por detrás y me abrazó por la cintura, apoyando su barbilla en mi hombro. Asentí abriendo mis ojos, mirando a mis nietos en el patio.

- Estoy bien, Bruno. Es solo que recordaba nuestro embarazo con Erika. ¿Lo recuerdas?

Resopló. Eso era un sí.

- Nos embarazamos muy rápido y me desmayé dos veces.

Se me escapó una risita. Mi Bruno se alegró mucho cuando lo supo.

- Fue tu culpa, te dije que no podíamos tentar a la suerte así y pues...La suerte nos mandó a nuestra Erika.

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Me temblaban las manos, sentía la boca seca y los ojos me picaban.

Era muy pronto.

Diosito debería estar riéndose de mí.

Respiré hondo intentando calmarme; no podía ser lo que estaba pensando ¡por Dios! Ni siquiera tenía todos los síntomas, era una locura. Bruno iba a matarme, era demasiado pronto para dar las cosas por sentado.

Pero no podía perder tiempo, fui a la farmacia más cercana a comprar lo que debía confirmar mi sospecha; e hice mi camino de vuelta a casa tan rápido como pude. Una vez dentro, entre al baño de la que ahora era mi casa, seguí las instrucciones al pie de la letra para estar segura de haber hecho todo bien y me senté a esperar.

Así había terminado mirando la prueba de embarazo frente a mí.

Se veía tan grande frente a mí. En esa prueba estaba nuestro futuro.

¿Qué cómo me había pasado esto a mí? No se hagan, ustedes ya conocen la historia de la abejita y el abejito queriéndose mucho y dándose abrazos.

Bruno y yo habíamos tentado a la suerte en uno de nuestros abrazos y esto era lo que había pasado. Había notado que tenía un retraso, sí, pero no le había dado importancia hasta ahora, cuando estaba comprando algunas cosas para la casa en la que Bruno y yo vivíamos. Quise meter al carrito un paquete de toallas sanitarias. Ahí le di importancia.

Porque si no preguntas, no respondo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora