EPÍLOGO

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Un mes más tarde...

Aparco el coche con suma facilidad en un sitio que he visto vacío. Apago el motor y bajo la visera para poderme atar con mayor precisión la corbata. Subo el espejo con un golpe seco y cierro los ojos un segundo antes de bajarme del coche.

Este sitio me trae malos recuerdos. Muy malos.

Cierro la puerta y cierro el coche con el mando. Calculo cuantos pasos tengo que dar hasta encontrarme en el sitio mientras empiezo a andar. Así no tengo que pensar en nada más, pero la cosa se me complica cuando llego y veo a toda la gente vestida de negro.

La culpa se me remueve por dentro y no puedo evitar mantenerme apartado. Me quedo quieto y me pongo las gafas de sol. El día ha decidido acompañarnos con un grandioso sol. ¿Esto no debería ser al revés?, ¿el mundo no debería de llorar entero la pérdida de alguien? Miro el cielo frunciendo el ceño; pues al parecer no.

Vuelvo a dirigir la mirada hacia adelante. Hay unas treinta o cuarenta personas alrededor del ataúd. Trago saliva duramente. Ella no debería de estar ahí metida. Ella no debería de haber muerto, y encima por alguien a quien amaba.

El corazón me da un vuelco cuando un cabello oscuro y corto se hace presente en mi visión. Ella está aquí. ¿Y cómo no iba a estarlo? Era su mejor amiga. Y solo en pensar en lo mal que lo estará pasando y no poder estar a su lado, ya da para que me dé un ataque al corazón.

A su lado está Anne con Christian abrazándola y ésta llorando desconsoladamente en su pecho. A su otro lado está Jack abrazando a Claire, quien también derrama unas lágrimas por sus mejillas. Éste me localiza con la mirada y me asiente con la cabeza; dándome a entender que he hecho bien en venir, pero también en mantenerme alejado de todo.

Un mes justo que no la veía, un mes donde mi cabeza no ha parado de darles vueltas al asunto. A todo lo que había sucedido en tan solo unos malditos minutos que empeoraron todo.

El cura empieza el discurso, lo que provoca que adelante unos pasos para poder escucharlo. Ella merece que esté aquí. Puedo leer el epitafio desde donde estoy, y pone: ''Somos instantes; y tú eras mi favorito. '' Según Jack, los padres de Marly le dejaron a Abby elegir. Me remuevo inquieto en mi sitio. Abby realmente la quería, y yo la había destrozado a ella. En un abrir y cerrar de ojos destrocé la vida de más de dos personas, sin incluirme. El cura concluye el discurso, y todas las personas se van para dejarles intimidad a las personas cercanas. Abby se queda unos minutos de más para tirarle una rosa azul encima el ataúd, mientras este va bajando.

De repente, y con el corazón en un puño observo como Abby levanta la mirada. Me quito las gafas de sol, para poder bien su mirada; anhelo. Me echa de menos. Y así se lo noto cuando su labio empieza a temblar. Mierda. Su padre le pone una mano en el hombro, pero ella entre asustada y triste, la retira. Sin esperarlo empieza a acercarse a mí. Yo me quedo quieto en mi sitio. Sus ojos no dejan de mirar los míos y por un momento pienso que voy a desfallecer ahí mismo.

Cuando le quedan dos pasos para estar delante de mí, se para. Su cuerpo se tensa y de sus ojos empiezan a salir lágrimas.

—Jake —susurra, pero no dice nada más.

—Abby —susurro esta vez yo.

Con un largo suspiro, y mirando por última vez sus ojos, me pongo las gafas de sol y doy media vuelta para dirigirme a mi coche, pero su mano en mi brazo hace pararme de repente y notar un escalofrío por todo mi cuerpo.

—Déjame. Te pedí que siguieras tu vida —le recrimino sin ni siquiera darme la vuelta y encararla.

— ¡Mírame! —chilla esta vez haciendo que la gente de alrededor se dé la vuelta sorprendidos—. Me dijiste que nunca me dejarías.

Amor Robado [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora