16. YA NO ESPERO A NADIE

993 70 12
                                    

Mis ojos se abren lentamente, pero yo aún no estoy preparada para despertarme y ver una habitación oscura, sin nadie más que yo. Es cuando las paredes parecen aproximarse cada vez más cuando suelto un grito de mi garganta, potente y lleno de rabia, estoy harta de que me hagan esto. Necesito irme ya de este lugar.

Me miro las muñecas, las heridas se están cicatrizando ya, pero no por ello duele menos. El hecho de haberme cortado a mí misma, de hacerme daño, es escalofriante, y aunque solo tengo flashbacks de lo que pasó aquella noche, prefiero olvidarlos.

Echo la vista al frente cuando veo que la puerta se abre de golpe, y entra Robert con una silla en una mano y una hoja en la otra. Me siento y me apoyo a la pared, echándome el cabello hacia delante, para que no me pueda ver la cara.

— ¿Qué quieres, Robert? —la pregunta sale con un poco de asco de mi boca, pero no me arrepiento, le tengo mucho asco.

Tranquilamente, deja la silla delante de la cama, y se sienta poniéndose una pierna encima de la otra y la hoja delante de sus ojos. No me muevo, solo me quedo escuchando la carta que le ha escrito a Jake, para dejarla en nuestra habitación. Cada palabra que dice, me parecen mil cuchillos clavándose dentro de mi piel, lentamente, pero sin parar, una y otra vez. Cierro los ojos aguantándome las lágrimas, no quiero volver a llorar, y menos pensar en él cuando la lea, porqué eso le va a destrozar, pero tampoco sé si le sigo importando. Ya no espero a nadie, he asumido mi final.

—Le hemos hecho olvidarte —pronuncia Robert lentamente, sin ningún atisbo en su voz y levanto la cabeza de golpe —. ¿Estás preparado, Connor?

— ¡NO! —me levanto de la cama, y me tiro encima de él, pillándolo por sorpresa y tirándolo de la silla. Me quedo encima y con las pocas fuerzas que me quedan, le doy un puñetazo en la nariz—. ¡Para!

Le arranco la carta de sus asquerosas manos, y la rompo en mil pedazos, hasta que ya no queda ni un trozo grande ni legible, no paro. Mi respiración se ha vuelto entrecortada y mi visión borrosa. Lo miro una última vez deseando que se muriera en ese preciso instante.

— ¡Eres un cabrón, Robert! —le escupo en la cara, y por sorpresa mía, se hecha a reír cogiendo un pañuelo de su bolsillo para limpiarse el rostro lleno de sangre—. Ojalá te pudras en el infierno, maldito hijo de puta.

Cuando pongo una rodilla en la cama para volver a estirarme, él me coge del codo haciéndome girar abruptamente y con su otra mano, me da un puñetazo en la nariz, haciéndome caer en el suelo. Cierro los ojos resoplando, y pongo las dos manos para levantarme un poco y mirarlo a la cara, pero solo hace que apriete la mandíbula cuando veo su sonrisa.

—En paz, querida.

Me doy por vencida, una vez más, y dejo de hacer fuerza con los brazos para quedarme echada en el suelo. Hasta que no escucho sus pasos dirigirse hacia la puerta, no dejo salir ni una lágrima.

***

Estás tan cerca. Eres tan real.

¿Por qué siempre me acabas abandonado en todos mis sueños convirtiéndolos en pesadillas?

Te necesito.

Te necesito más de lo que puedas llegar a imaginarte, cariño, te necesito a mi lado, aunque sea una última vez.

Sólo acariciarte la cara y darte un último beso, porque no puedo soportar este dolor infinito si no estás a mi lado, ya no soy yo desde que no estás tú. Sólo tenerte delante una última vez, cariño, decirte que te quiero y que no me olvides nunca.

Amor Robado [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora