Perdió el aliento.
Y cada fibra de su cuerpo vibró por la ira.
Ante él tenía la evidencia de la perversidad humana.
Jadeó apenas, pero de nuevo su aliento se desvaneció a la par que escuchaba a las sirvientes del oráculo despedir al invitado.
—No lo hagas —susurró apenas y Kyoya tuvo que apretar los puños—. Ven aquí.
La sangre manchaba la quijada de Tsuna, la mejilla hinchada, el kimono desarreglado que evidenciaba los hombros dañados por el fuerte agarre, un rastro rojo en la espalda del castañito y la queja aguda que dio cuando fue abrazado. Kyoya tuvo que usar toda su fuerza de voluntad para no ir y destajar el cuello de aquel terrateniente. Porque aquel desgraciado había maltratado el cuerpo del ser más puro que existía en el castillo y en esas tierras.
—Deja que vaya por él —susurró mientras atendía esas heridas—. Por favor.
—No —hizo una mueca de dolor por el toque en su brazo, donde fue golpeado con un látigo—, es algo innecesario que podría dañarnos a ambos.
—Pero... debe pagar por lo que te ha hecho.
—Y lo hará —Tsuna miró a esos ojos azules y sonrió—. Él morirá de forma lenta y dolorosa, arrepintiéndose de no seguir mi predicción.
—¿De qué hablas?
—Yo se lo dije, pero a él no le gustó. Es su problema ahora.
Kyoya no pidió más información, confió ciegamente en las palabras de su señor, y en esa noche veló por Tsuna quien afiebró repentinamente por el maltrato. Dos semanas después, mientras las sirvientas servían el desayuno y dictaban la información que les llegaba, no pudo evitar sonreír lleno de placer al enterarse de lo sucedido con aquel terrateniente.
Muerto.
Quemado vivo.
Ajusticiado por las personas a quien dañó.
Tsuna no festejó nada, para él las cosas que pasaban, hace mucho que las vio en sus visiones y rituales. Sabía quién vendría por sus consejos, lo que les diría y cómo reaccionarían, sabía el futuro de esas personas hasta cierto punto, y se callaba todo para cuando fuera necesario. Así era su vida, así fue siempre, porque era un condenado a simplemente quedarse en aquel lugar lleno de lujos para vender sus secretos al mejor postor.
—Yo sé lo que quieres hacer hoy, Kyoya —miró a su protector y le sonrió.
—¿Y me lo permitirías?
—Robarme el aliento no es algo que... me sea cómodo —rio bajito mientras terminaba su té—, pero puedes hacerlo.
Fue en su quinceavo cumpleaños, Tsuna siempre supo que esa fecha sería especial, y la esperó con ansias. Porque nada le haría más feliz que corresponder a las acciones de aquel chico que lo cuidó con esmero, y quien era lo único bueno que tenía en esa vida.
Se quedó quieto ante aquella imponente presencia que se acercó a su cuerpo, cerró los ojos con fuerza, sujetó con manos temblorosas la tela del pecho ajeno, y entonces esperó. Con nervios aceptó la primera caricia en sus labios, y respondió sin saber bien qué hacer ante los movimientos suaves que Kyoya guiaba, suspiró entre el sonido escandaloso de sus labios junto a los ajenos, y se quedó sin aire cuando la lengua ajena invadió su boca.
Jamás había sido tan feliz, y jamás había escuchado a Kyoya hablarle con tanta dulzura como aquella vez.
Le gustaba Kyoya, su protector, y tal vez por eso, se empeñaba tanto en ver el futuro del mismo para cuidarlo de cualquier mal. Porque quería tenerlo por siempre a su lado.
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Fictober 2019 [KHR] [1827]
FanfictionConjunto de drabbles correspondientes a la actividad del grupo Motín Fanficker en Facebook. Pareja Hibari x Tsuna del fandom Katekyo Hitman Reborn.