Día 15: Nenúfar.

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Nadie supo cómo, pero su castaño cielo había encontrado a la mujer que sería madre de su futuro hijo o hija. Fue en el quinto mes, Reborn llegó un día para la revisión común, y se halló con la imagen de su castaño jefe que platicaba amenamente con la mujer de negros cabellos y piel tostada quien frotaba su vientre. Maldijo, pero ya no pudo hacer nada, solo resignarse e informarle a Kyoya.


—Un nenúfar es una planta acuática —decía mientras doblaba el pañuelo azulado con adornos—, sus flores parecen flotar en el agua.

—Creo que sé cuál es —su voz era dulce, de ojos marrones, su nombre era Ivette.

—Hay una historia detrás de esas flores —Tsuna sonrió mientras terminaba el último doblez—, pero no la recuerdo.

—Es muy bonita —Ivette sonreía al sostener en sus manos la flor.

—Es una actividad relajante —tomó otro pañuelo que trajo—, ¿quieres intentarlo?

—Sí —sonreía con las mejillas rojas.


Kyoya quería golpear al científico encargado de aquella mujer, y a los dos guardaespaldas que dejó para que vigilaran aquella casita apartada de la ciudad. Porque al admirar los sonrojos de Ivette ante las palabras y sonrisas de Tsuna, se dio cuenta que su peor temor se estaba haciendo realidad. Era obvio que esa mujer se estaba encantando con su cielo, ¿y quién no?

Era un riesgo demasiado grande. Y no lo iba a permitir.


—Tsunayoshi —interrumpió la animada plática y miró seriamente a la mujer, como una advertencia—, vámonos.

—Aun no —ni siquiera miró a su guardián—, quiero hacer un poco más de origami junto con Ivette.

—Si quieres hacer origami, puedes hacerlo en casa.

—Kyoya, no seas grosero —lo miró seriamente—, y deja de mirar a Ivette de esa forma tan fría.

—Así miro a todos.

—Pues mejora tu actitud. Estás hablando con la mujer que cuida de nuestro hijo —suspiró antes de girarse hacia la pelinegra—. Discúlpalo, parece un poco... frío, pero es muy dulce cuando quiere.

—Lamento si lo he hecho enfadar, señor Hibari —siempre se sintió intimidada por aquel hombre que solía llegar para mirarla unos segundos e irse.

—Tsuna.

—Puedes adelantarte, Kyoya. Me quedaré un rato más y haré algunos nenúfares.

—Debería ir con él —comentó Ivette, entendiendo la mirada furiosa que le era dedicada—. Seguro tiene cosas que hacer, cosas más importantes que hacerme compañía.


Tsuna se enfadó ese día, y siguió así en los siguientes. Kyoya siempre quiso evitar eso, pero al final no pudo. Y, aun así, siguió creyendo que era mejor de esa forma. Porque a toda costa quería evitar un lazo afectivo con esa mujer. Sin embargo, valía más la felicidad de Tsunayoshi.


—No quiero que esa mujer se enamore de ti —tuvo que aclarar todo.

—Eso no pasará —enternecido por la actitud de Kyoya, no pudo hacer más que besarlo.

—No percibes la dulzura con la que te estaba mirando.

—¿Has pensado que, tal vez, esa ternura es dada por la forma en la que yo hablo de nuestros hijos?

—Es un riesgo que no quiero tomar.

—Quiero participar en el crecimiento del bebé.

—Y yo quiero que esa mujer no se haga ilusiones contigo.

—Kyoya, por favor.

—Quiero que esto acabe rápido —frunció su nariz un poco—, pero está bien.


Tsuna llevó con él a Kyoya para visitar a Ivette al siguiente día, también forzó a su nube a participar en el origami e hicieron al menos tres nenúfares cada uno. Lo que el cielo quería era simplemente ver a sus hijos crecer, a la par que compartía esa felicidad con Kyoya. No quería nada más. Y así se lo hizo saber a Ivette, porque aclarar el asunto le pareció correcto.




Notas finales:

No se me ocurrió nada más para este día :'v

Fictober 2019 [KHR] [1827]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora