Día 31: Llanto.

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Los niños lloraban por muchas cosas. Cuando tenían hambre, porque su pañal les incomodaba, porque cayeron y se rasparon la rodilla, porque no obtenían lo querían, cuando no querían comer, o por el simple hecho de que querían llorar. Era algo complejo, el llanto de un niño podía significar muchas cosas.

Por eso estaban en pánico.

Hayato ya no sabía qué hacer para calmar las lagrimitas de Sora, y Lambo estaba teniendo un colapso mental porque no podía detener el llanto de Hikaru. Ambos estaban encargados del par de cielitos porque su jefe y el guardián de la nube, conjuntamente con Enma y Adelheid, habían ido a una reunión. No podían llamarlos porque interrumpir esa reunión era impropio, pero llevaban más de una hora tratando de solucionar todo y no había caso.


—Reborn-san, por favor —suplicó Hayato mientras mecía a Sora entre sus brazos—. Tiene que saber la razón de esto.

—Es su problema —tranquilamente se acomodó sus tapones de oídos y completó—. Tsuna confió en ustedes.


Los pequeños herederos tenían seis años, las necesidades básicas les fueron satisfechas, pero no había caso. El par de cielitos tomaban un respiro para beber agua o comer algo, pero volvían a llorar, y era justo después de preguntarles si ya estaban mejor o si se sentían mal de alguna forma. Pésimo día para ambos guardianes, o lo fue hasta que a un desesperado Lambo se le ocurrió algo.

Encendió su anillo con llamas de la última voluntad.

Aquella llamita verdosa que a veces parecía dividirse en suaves rayos eléctricos, calmó el llanto de aquel par por el tiempo suficiente para inventarse alguna otra artimaña para calmarlos. Usaron todas sus habilidades para eso, recordando que a los niños les encantaba los libros de historias fantásticas, hasta llamaron a Nana porque los dos pequeños adoraban a su abuelita. Fue así que el par de castañitos se entretuvo las cinco horas restantes hasta que sus padres llegaran.


—¿Pasó algo mientras no estábamos? —sonrió Tsuna al cargar a Sora.

—Nada que no pudiéramos controlar, juudaime.

—Qué raro. Yo escuché llorar a los niños durante todo el día —comentó Reborn antes de bostezar e informar que se iría a dormir.


Las malas mañas de Reborn para meter en problemas a los demás, jamás se quitaron. Fue así que Gokudera y Lambo tuvieron que explicarles a ambos padres lo sucedido. Kyoya y Tsuna se extrañaron, porque sus hijos generalmente eran muy tranquilos, incluso si ellos no estaban, así que tuvieron una plática muy madura para saber los detalles.

Fue así como Tsuna entendió que sus hijos estaban creciendo.

También, Kyoya entendió que era hora de empezar el entrenamiento de sus dos herederos.


—Yo quería que sean rojas —se quejó Sora entre suaves suspiros, intentando no llorar.

—Yo quería que fuera púrpura como el de Sora —gimoteó Hikaru.


Ambos niños mostraban sus manitos derechas, ambas adornadas por llamas de la última voluntad. Sora se limpiaba sus ojitos al ver que de su dedo índice brotaba una pequeña llama anaranjada y que de su dedo medio se diferenciaba una púrpura. Hikaru, en cambio, tenía en esos dos dedos llamas anaranjadas y de un tamaño un poco mayor que las de su hermano. Aquel par de niños, que se criaron bajo enseñanzas de todos los guardianes, sabían qué eran esas llamitas, y de lo único que se quejaron eran del color. Así de simple.

Esa fue la razón de su llanto.

Tsuna y Kyoya solo negaron, tendrían una larga tarea que empezar, pero se ayudarían mutuamente, tal y como habían hecho desde hace años. Todo por su muy unida y alocada familia.




Notas finales:

¡Llegamos al fin de este fictober 2019!

Yey~

Creí que no se iba a lograr, pero salió.

Les he cedido todo el dulce que pude generar en cada drabble, y fue divertido. Nuestra pareja favorita se lo merecía.

Muchas gracias por acompañarme hasta aquí~

Muchos besos~

Los ama: Krat~

Fictober 2019 [KHR] [1827]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora