Día 21: Secreto.

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Las fiestas eran tradicionales en Vongola, siempre lo habían sido y siempre lo serían, porque una mafia tan poderosa gustaba de exhibir su fortaleza ante los demás. Era cuestión de apariencias, respeto y la representación ostentosa de una fortuna inimaginable. Tsuna se había acostumbrado a la fuerza a esa idea, y con el tiempo llegó a tolerarla.

Se volvió experto en aparentar disfrutar de algo que en realidad le disgustaba.

Sonreía a sus invitados, se deslizaba entre pláticas, conocía a sus aliados y bebía vino debido a un brindis improvisado. Daba un discurso ejemplar cuando era debido, ignoraba los coqueteos de algún atrevido, y seguía como si nada. Representaba el porte y garbo aprendido durante años, y disimuladamente verificaba que todo siguiese en orden.


—Ese friki de las peleas siempre nos hace esto —Gokudera era el primero en quejarse.

—Si se escapa él, deberíamos escapar todos —mascullaba Lambo con desdén hacia quien rehuía a las fiestas.

—Hibari-san dijo que iría con sus hijos —Nagi miró a su jefe—, por eso no bajará.

—Les dejo a cargo de esto —sonrió.

—Pero...

—Yo iré por Kyoya.


Sus hijos cumplían ya los siete meses, dormían plácidamente bajo el cuidado de Hibird, Natsu y Roll, por eso era innecesario que Kyoya los vigilara también. Además, por ser el día de la fiesta en la mansión, dos niñeras aprobadas y que los ayudaban desde hace cuatro meses, también se hallaban en la habitación de Hikaru y Sora. Ambas mujeres estaban entrenadas y eran confiables, por eso nadie aceptaba que aquella nube huraña se escudara en la vigilancia de los herederos.

Sin embargo, Tsuna sabía la razón de eso.

Porque Kyoya tenía un secreto.

Lo descubrió por casualidad, cuando aún no eran novios tan siquiera, y apenas se dirigían la palabra cuando había una reunión organizada por Reborn. Tal vez fue ese su primer acercamiento, y después, poco a poco, llegó lo demás. Tsuna un día se halló en medio de un salón vacío, persiguiendo una suave tonada, y se topó con la imagen de su guardián dando suaves giros bajo una melodía para bailes de salón.


Hibari-san, ¿está practicando?

—¿Qué haces aquí, herbívoro?

—¿Puedo... practicar con usted?


Tsunayoshi Sawada descubrió el secreto detrás de aquel imponente hombre, juró jamás revelarlo, y se empeñó en excusarlo cuando la oportunidad lo ameritaba. Kyoya, a pesar de que algunas veces asistía a las fiestas, jamás bailaba con ninguna dama, porque no se le daba bien seguir el ritmo que para él no significaban más que notas musicales sin chiste. Tsuna era el único que sabía que Kyoya odiaba la danza porque no podía seguir un compás sin significado.


—¿No bajarás? —susurró ingresando al cuarto donde Kyoya admiraba a sus hijos dormir.

—Jamás.

—No te obligarán a bailar con nadie, si no quieres.

—Nadie podría obligarme.

—¿Y si bailamos un poco los dos? —sonrió con ternura—. Aquí, en privado, solo nosotros.

—¿Por qué te empeñas en eso?

—Porque me gusta que sea nuestro secreto —tomó la mano de Kyoya.


Ahí, encerrados en la habitación de sus hijos, con dos pequeños curiosos mirándolos, Tsuna se abrazó a Kyoya y junto a este se movió de lado a lado, repitiendo el paso más básico de baile, el único que Kyoya lograba imitar.



Fictober 2019 [KHR] [1827]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora