Día 9: Lycoris Radiata.

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Kyoya tenía conocimiento que uno de los rituales en los que Tsuna hablaba con los espíritus para pedirles su sabiduría y le permitieran ver el futuro y predecir sucesos en específico, estaba basado principalmente en adornos, brebajes, esencias de la flor que las sacerdotisas llamaban "la flor del infierno", pero que un visitante amigo de un terrateniente llamó Lycoris Radiata.

Era una flor hermosa, de un intenso color rojo, cuyos pétalos parecían ondulados, y tenía muchos delgados filamentos que parecían formar una cuna protectora. Él participaba en la recolección cuando se le era permitido, aprendió a reconocer esa flor por su altura, a veces le llegaba casi hasta la rodilla, y crecía en zonas sombrías y húmedas. Tsuna solía decirle siempre que diera una reverencia antes de cortar las flores y así lo hizo.


«Jamás olvides que son las mensajeras del infierno» decía. «El respeto que les debes tener, es tan alto como el miedo a la muerte.»


Él solo las recolectaba, pero en esa ocasión, y ante la orden del oráculo quien últimamente estaba más serio de lo normal, se quedó entre las sirvientas que ayudaban en la preparación del ritual. Ayudó a moler algunas flores en recipientes de piedra brillante, colocó los pétalos en un cuenco con agua, trasladó todo a la zona del ritual, y reconoció un aroma casi sofocante provenir de aquellas flores que no fueron usadas y adornaban la estancia.


—Quiero que solo Kyoya se quede esta vez.

—Pero mi señor.

—Es una orden —miró a las damas que estaban destinadas a ayudarlo—. Ahora, salgan de aquí.


Kyoya no entendió aquella orden, pero siendo que Tsunayoshi ya tenía sus dieciocho años, ya podía dictar sus deseos y nadie podía refutar. Porque alcanzó la madurez requerida para ser un oráculo independiente, e incluso tenía el poder de buscar a su reemplazo para adiestrarlo tal y como la antigua señora lo hizo con él. Era una figura imponente adornado de telas finas, brillantes joyas, y... de mirada dulce.


—¿Por qué me quieres aquí?

—Porque... algo me dice que no soportaré el peso de esta visión —Tsuna sujetó las manos de su protector—, y cuando yo entre en pánico... nadie más que tú puede calmarme.

—Yo te cuidaré siempre.


Se le ordenó cerrar los ojos hasta que Tsuna lo buscara por sí solo, así lo hizo. Aunque la curiosidad lo matara, interesado en saber lo que conllevaba el ritual, cumplió la orden. Percibió sonidos, el tintineo de cascabeles, el hedor de las flores combinadas con algo agrio, el calor del fuego y el sollozo de su oráculo.

Cuando sintió esos dedos fríos sobre sus mejillas, sujetó ese cuerpo tembloroso entre sus brazos, le besó los cabellos, las mejillas y los labios, le susurró las palabras más bonitas, y lo calmó como pudo. Cumplió su deber como siempre, y se quedó prendado por el miedo que notaba en esa mirada.


—¿Qué pasó?

—Moriremos todos —sollozó—. Nos atacarán.

—Tú no morirás... —le sujetó de los hombros con fuerza—, yo no lo dejaré.

—No puedo huir de este sitio.

—Puedes —le sujetó las mejillas—. Yo haré que se pueda.


Kyoya no iba a dejar que el mayor tesoro de ese mundo pereciera. No le importaba si tenía que luchar contra el sistema. Iba a salvar a Tsunayoshi o moriría a su lado.



Notas finales:

No creí que iba a continuar lo del día 7, pero las temáticas favorecieron esto, así que lo continuaré hasta donde se pueda.

Fictober 2019 [KHR] [1827]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora