Día 18: Profecía.

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Reborn aceptó que la predicción que Kyoya hizo cuando todo eso de los herederos empezó, tomó forma. Aquella nube les advirtió a todos sobre su mal augurio y al inicio lo tomaron como una tontería paranoica. Pero aquellas palabras tomaron algo de verdad después del nacimiento de aquel par de cielos.


—Maldición —masculló Reborn mientras cerraba la puerta de esa habitación.

—Sabes, esto es como una profecía. Y es gracioso —Verde sonrió levemente.

—No es hora de jugar.


Ambos adolescentes observaron a la mujer que escogieron para vientre sustituto, a quien tuvieron que amenazar para que se quedase callada y permitiera que las enfermeras se llevaran al par de bebés, quienes solo llegaron hasta allí para alimentarse. Tenían un problema. Sin embargo, ellos prometieron lidiar con eso, para que la profecía de Kyoya no se cumpliera.


«Hay riesgo de que esa mujer se enamore de Tsunayoshi,

y no quiera entregar a mi hijo o hija»


Le reconocían la habilidad de ver más allá del asunto inicial. Pero también odiaron al carnívoro porque fue la fuente de un mal augurio. Como sea. Ahora tenían que pensar en cómo hacer que esa tonta mujer aceptara alimentar a los bebés durante al menos una semana, sin que se pusiera histérica. Y sus estrategias variarían según la situación, por ejemplo..., podrían empezar por decirse las verdades.


—¿Y qué ganarías quedándote con dos bebés? Que no son tuyos, debo aclarar —Reborn miró fijamente a la mujer.

—No digas que: conquistar a Tsunayoshi —Verde bufó—. Porque sería estúpido.

—Yo... tengo una esperanza.

—Eres idiota —Reborn negó—. Como si pudieras romper el mudo color de rosa que esos dos tienen.


La estrategia fue mostrarle a aquella mujer que no tenía oportunidad con el castaño, y hallar un buen momento fue sencillo, porque en sí, cada que su cielo estaba con aquella nube huraña era buen momento para ver lo melosos que eran. Y ni siquiera hizo falta poner un pie fuera de la habitación.


—¿Cómo estás? —Tsuna ingresó tomado de la mano de Kyoya—. Ivette, ¿necesitas algo?

—Yo... —susurró, pero sus palabras murieron cuando aquel azabache abrazó por la espalda al castaño—, quisiera...

—Pídeme lo que necesites, te lo debo —sonrió—, después de todo, estás alimentando a mis hijos.

—Son míos también —Hibari miró a la mujer y sonrió de lado.

—Uno se parece mucho a Kyoya —se entusiasmó Tsuna—, vimos que abrió sus ojitos por un momento —se giró hacia el mayor y le acarició la mejilla—. Sus ojos son tan bonitos como los tuyos —le habló al azabache.

—Prefiero que sean más como tú —besó la nariz de su cielo quien rio suavemente, y después besó esos labios que siempre eran tan suaves y dulces.


Reborn sonrió de lado mientras Verde negaba por la escenita esa. Ambos no dijeron nada y dejaron que el corazón, ilusiones y esperanzas, de esa mujer se destruyeran por sí solas. No sentían lastima por ella, después de todo, le aclararon el asunto desde el inicio, y se lo repitieron hasta ese momento. Si ella confundió todo, era su asunto, pero nada tenía que preocuparles.


—Al final la profecía no se cumplió —comentó divertido Verde.

—¿Qué profecía? —Tsuna cargaba a su hijita.

—Nada, dame-Tsuna —Reborn jugó con las manitos del bebé que Kyoya cargaba para darle la mamila—. Nada.

—Es una lástima que Ivette se fuera —Tsuna suspiró—, quería que alimentara a estos dos por un tiempo más.

—No importa —murmuró Kyoya, feliz de que esa intrusa se fuera—. Podemos con esto.


Fue así como, a los dos meses de nacidos, aquel par de angelitos al fin pudieron conocer la mansión donde Vongola seguía evolucionando.



Notas finales:

Aun no se me ocurre nombre para los bebés, así que bueno, si tienen sugerencias, se los agradecería. 

Fictober 2019 [KHR] [1827]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora