Según habían leído, a sus veinte meses, los pequeños empezarían a mostrar su carácter y preferencias de poco en poco. Era un proceso normal. Lo malo era que las paredes de la mansión sufrían daño por esas preferencias.
—¿De nuevo? —suspiró Tsuna al ver la pared del pasillo.
—¿Quiere que ordene limpiarla? —Hayato miró las líneas de color rojo que adornaban un espacio considerable.
—A veces creo que es mejor dejarlo así, porque estoy seguro que después volverá a pintarlas.
Las paredes no eran las únicas sufriendo del cruel ataque de un marcador rojo, también lo habían sido los muebles de la sala, las camisas de Kyoya, un bonito libro de la biblioteca, y el rostro de Hikaru en muchas ocasiones. Sora era un pequeño muy travieso si se lo proponía, pero también podía ser un angelito muy calmado, cosa diferente de Hikaru que tenía energías infinitas y exploraba toda la mansión las veces que deseara, ni las dos niñeras podían con ella.
—Me he dado cuenta de algo —Tsuna levantó al pequeño diablillo que agitaba su marcador y reía—, siempre es el marcador rojo.
—Ojo —balanceaba su posesión a la vez que pataleaba en el aire—, ojo, ojo.
—¿Es tu color favorito?
Tsuna se dio cuenta que su pequeño siempre hacía pataleta si le daban un vaso ajeno a ese color, no importaba si tenía apenas un pequeño adorno rojo, él lo quería. Era gracioso. No estaba seguro desde cuándo empezó esa preferencia, pero sí se había dado cuenta que su pequeño prefería las fresas, las manzanas rojas, las cerezas, los dulces de envoltura rojiza, incluso peleaba por colocarse ciertas camisetas adornadas con ese color.
—Eres adorable —reía al ver que su hijo rebuscaba entre su ropa hasta hallar unas medias adornadas con fresas.
—Mimi —agitaba su posesión—, mimi fesa.
—Ya entendí —sujetó las pequeñas mediecitas—, te gustan las fresas porque son rojas.
Tsunayoshi se preguntó si su hijita tendría también un color especial. Kyoya solía decir que no había captado alguna preferencia notable, así que entendió que solo su hijo estaba empeñado en esas cosas. Al menos con esa información podía evitarse los largos ratos intentando adivinar qué cosa no le gustaba a Sora, o la razón por la que éste hiciera pataletas.
Eran cosas de bebés.
Solo esperaba que aquello no sobrepasaba el nivel normal, como el de Lambo con los dulces de uva, o con lo de Viper y el dinero. Tenía que asegurarse que su hijo no se obsesionaría con el color rojo, porque por un momento ligó ese color con el de la sangre... y por ende sintió un escalofrío.
No, no tenía que pensar en eso, porque su pequeño cielito era un ángel.
—Hay algo que le gusta a Hikaru —mencionó Kyoya mientras alimentaban a los pequeños esa tarde.
—¿Qué es?
—Entrar al cuarto del niño y buscar sus armas —lo dijo con naturalidad, pero Tsuna sintió un frío recorrerle la espalda.
—Dime que estás bromeando.
—La he descubierto cinco veces —miró a la pequeña que sujetaba un tenedor de plástico en su mano—, y el niño ha dicho que la ha descubierto muchas más.
—Hay que hacer algo con eso.
—En realidad no —Kyoya colocó una cucharada de sopa en la boquita de su hija, la que intentaba picar una fresa con el tenedor.
—Pero las armas son peligrosas —limpió la boquita de Sora.
—El niño lo considera divertido. Cambió sus armas reales por juguetes y las esparció por todo su cuarto. Dice que así fomentará las habilidades de Hikaru.
—Ay no —Tsuna se frotó la sien derecha—, no quiero que mi hija sea entrenada todavía.
—Pero a ella le gusta —Reborn ingresó al comedor cargando su tan amado café—, y a tu hijo igual.
—¿Sora también?
—Aunque él busca frutas rojas de plástico, pero de todas formas es entrenamiento.
Sí, el adolescente de aparentes diecisiete años, estaba adorando participar en la crianza de los dos futuros cielitos.
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Fictober 2019 [KHR] [1827]
FanfictionConjunto de drabbles correspondientes a la actividad del grupo Motín Fanficker en Facebook. Pareja Hibari x Tsuna del fandom Katekyo Hitman Reborn.