Día 19: Libro.

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Kyoya siempre veía a aquel par de pequeños omnívoros dormir, se entretenía con eso, jugando con las delicadas manitos de Sora y Hikaru, repasando esas mejillas delicadamente con la punta de sus dedos, y fijándose en cada detalle de esos pequeños y tranquilos cuerpecitos. Estaba completamente cautivado con esos bebés. Tsuna también, pero en esos días el castaño había salido para una reunión en Francia, así que Hibari podía disfrutar de sus hijos en soledad.


—No llores —susurraba al presenciar la mueca de su hija, quien fruncía el ceño y abría su boquita temblorosa—. Papá está aquí —cuidadosamente cargó a la pequeña en sus brazos—. Deja que tu hermano duerma.


No le era pesado cuidar de aquel par de pequeñitos, incluso si era muy tarde, podía despertar sin problemas para cederles el biberón calientito y alimentar esas pancitas. Cuando Tsuna estaba, ambos acudían al llamado del llanto y se quedaban lo necesario hasta que Hikaru y Sora volvieran a dormir. Pero ahora todos los demás ponían su granito de arena para ayudar.


—Así que es la niña quien heredó el color de tus ojos —Verde venía de vez en cuando para revisar a sus creaciones, porque se enorgullecía de sus habilidades para manipular la genética.

—Hum... es Hikaru —miró al adolescente de cabello verdoso por unos segundos—. ¿Por qué estás aquí?

—Se dice recolección de datos y análisis de resultados —hizo una mueca—. Solo quiero saber que los bebés crecen sanos y fuertes.

—No son tu experimento —amenazó.

—En realidad sí, pero si te molesta, lo negaré.


Intrusos más, intrusos menos. Kyoya sólo sabía que, de no ser por Tsunayoshi, los hubiese mordido hasta la muerte a todos. Porque le fastidiaba lo babosos que se ponían con sus hijos. Herbívoros insoportables que solo querían tocar las mejillas de sus pequeños, o que llegaban y querían cargarlos como si fueran juguetes. No los toleraba.

Había algo que calmaba su malhumor, y era tomar en manos el nuevo libro que adquirió. No era una literatura adulta, sino una infantil. Era un libro de cuentos para ser exacto, lleno de color e imágenes, con letras grandes y relieve en la portada. Le gustó y lo compró, así de fácil. Por eso lo ojeaba, interesado en la historia, rodando los ojos porque todos ahí eran felices y sin problemas, pero aceptaba que era bueno para sus hijos.


«Hace mucho tiempo existió un pueblo con casas de madera y calles de piedra, donde vivían felices muchos gatos. Durante el día acompañaban a sus dueños que los acariciaban y les daban de comer, y en la noche iban saltando de tejado en tejado.»


Empezó a leer un cuento que le pareció interesante, porque si bien no tenía una trama complicada, era bonito. Siguió con aquello sin prestar atención a su alrededor, centrado solo en las páginas y en el dibujo, dejando que su voz fuera el arrullo de sus dos pequeños hijos. Les leyó un cuento que inspiraba a alcanzar sus sueños, y admiró al gato que alcanzó la luna.

Pero también se dejó abrazar por su cielo quien llegó en medio de su lectura.


«Lo cierto es que, en las noches de luna llena, si la miras con detenimiento, entre algunas de sus manchas oscuras se distinguen unos bigotes alargados. Y hay quienes dicen que incluso han visto una forma de gato.»


Tsuna amaba a Kyoya, porque aquel majestuoso carnívoro era la persona más dulce cuando se trataba de su familia. Y aquel libro que contenía muchos cuentos, lo evidenciaba. Rio suavemente antes de besar a su azabache, y lo abrazó largo rato sin preocuparse de nada más, porque sabía que Kyoya era un padre ejemplar y sus hijos siempre estarían bien cuidados.




Notas finales:

Creo que es suficiente con la historia de los bebés. O tal vez no. Quizá siga subiendo cortos sobre esto, pero tal vez no lo haga, todo dependerá de la temática de los siguientes días.

Krat los ama~

Besos~

Fictober 2019 [KHR] [1827]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora