Día 28: Abandono.

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En la mañana solía despertar envuelto en el calor y el perfume de Kyoya, pero últimamente ya no tenía ese privilegio. Cuando abría sus ojos hallaba su cama vacía, las sábanas arrugadas, y un sutil rastro lejano del jabón de baño. Suspiraba pesadamente antes de revolverse y hacerse bolita en modo de reproche.

Se sentía tan abandonado.

Ya no había besos en la mañana, ni caricias, mucho menos los baños en conjunto que solían tomar de vez en cuando. Ya no había nada de aquello que solía adorar. Era frustrante, porque sentía una envidia que no debería sentir. Era un adulto, comprendía la situación, tenía que actuar con madurez, y aun así estaba quejándose entre susurros mientras se negaba a levantarse a pesar de que Hayato tocaba su puerta para avisarle de su reunión.


—Dada —era el murmullo que Tsuna escuchó después de salir de la ducha—. ¡Dada! —era un gritito agudo que lo hizo sonreír.

—Buenos días, princesa —sonrió al inclinarse para tomar en brazos a su pequeña exploradora y darle un beso en la mejilla—. ¿Y tu hermano?

—Mimi —era el balbuceo del pequeño bebé que sujetaba la mano de su otro padre para caminar dentro del cuarto.


Tsuna no podía dejar de sonreír al ver a sus dos cielitos esforzándose por caminar, practicando todos los días, intentando pararse solitos, pero fallando muchas veces. Adoraba cargarlos a ambos y cederles besitos durante largos ratos, pero también tenía que recordar su itinerario. Suspiraba ante la mirada silenciosa de su azabache esposo, se esforzaba en sonreír y después dejaba a sus hijos en aquellos brazos.

Kyoya era un padre ejemplar.

El azabache se hacía cargo de los niños casi siempre, dejando de lado algunos de sus labores favoritos con tal de que sus hijos no sintieran la ausencia de la otra figura paterna. Tsuna reconocía ese esfuerzo y entendía que esa era la razón por la que el tiempo en pareja era limitado... Aun así, se quejaba, fastidiado porque ya ni siquiera podía darse un respiro para salir con Kyoya a dar un paseo por los jardines.


—¿Qué te sucede? —Kyoya se aferró a Tsuna aquella noche.

—Nada —terminó de acomodar la mantita sobre Sora, antes de suspirar—, solo estoy cansado.

—Te conozco y sé que algo te ocurre —giró al castaño para mirarlo a los ojos.

—No es nada.

—Mientes —afirmó, deslizando sus dedos por la mejilla ajena.

—Kyoya...


Tsuna no pudo admitir que se sentía abandonado desde que nacieron sus hijos, su voz no salió, pero no fue necesario. Kyoya lo conocía bien, podía leerlo en muchas ocasiones, tal vez por eso no hizo más que acariciarle la espalda, peinarle los cabellos y besarlo con dulzura. Tsuna admitía que era feliz solo con eso, con un poco de atención, mimos rápidos para quitarse esa sensación extraña que invadía su pecho.

Se sentía tan tonto al pensar en el abandono de su pareja.


—¿Quieres salir mañana?

—¿A dónde? —rio sobre los labios de Kyoya.

—A donde quieras —abrazó la cintura de Tsuna—, solo los dos.

—Tengo que revisar mi...

—No tienes pendientes mañana —sonrió de lado—, Hayato ayudó con eso.

—Pero... ¿y Hikaru y Sora?

—Cuidarán de ellos. Mañana solo seremos nosotros dos.


Tsuna se escondió en el pecho de Kyoya, avergonzado, pero feliz. Porque era verdad que él también necesitaba tener un tiempo a solas con su guardián más fuerte, y el amor de su vida.




Fictober 2019 [KHR] [1827]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora