Día ocho: Perdido

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Kagami lloraba desconsolado, mientras el lo abrazaba sin saber que decir. Se sentía super culpable en ese instante, y el llanto de su esposo no le ayudaba para nada a sentirse mejor.

Ese día todo había sido normal, desayunaron, cada uno fue a sus respectivos trabajos y regresaron cuando terminaron la jornada. Pero Aomine, quien salió al último, no se había percatado de que el gato de Taiga se había salido sin que se diera cuenta.

Dios sabía cuanto odiaba a ese gato.

Pero nunca hubiera querido desaparecerlo, y mucho menos que estuviera perdido por su culpa. De eso ya habia pasado un mes. Lo habían buscado por  las calles de alrededor, pero no había ninguna seña de el.

-¡Mi pobre bebé Daiki, mi bebé!- Aomine separó un poco a su esposo de su pecho, y le limpio las lágrimas

-Ya Kagami, calmate, lo encontraremos-No habían parado en su busqueda, siempre andaban preguntando por el.

-¡Esa mañana ni siquiera lo cargue!

Aomine ya estaba desesperado, el pelirrojo no lo escuchaba para nada y estaba inconsolable. Oh Dios, todo por no haber cerrado bien la puerta.

-Ire a buscarlo otra vez, tu quédate aquí.

Tomo las llaves del coche de un estante, y miro a su pareja, quien aun se limpiaba las lagrimas de los ojos. El moreno cerró la puerta de la casa y partió a buscar una vez más a la pequeña bestia.

Su relación con el gato de Taiga nunca fue muy buena, el minino había acaparado a su novio luego de que llegó a su apartamento como un regalo de graduación de preparatoria por parte de el emo.

Lo primero que había echo ese animal había sido morderle, y de ahí empezaron una rivalidad por el cariño y atención de Taiga.

Pero el pelirrojo normalmente sabía controlar el mal carácter de ambos, y al final terminaban acurrucados los 3 en el sofa.

No quería admitirlo, pero el también empezaba a extrañar a Tora. Ya tenía 7 años viviendo con el animal, era imposible no encariñarse, incluso aunque todavía se peleaban.

-Vamos Tora, es imposible que me dejes tanto tiempo sólo con Taiga...

Miro por los alrededores, hasta que se le ocurrió mirar en el parque a donde lo llevaban a pasear en ocasiones. Se  estaciono y se bajó.

Camino un poco hasta llegar al área de juegos, y ahí, con el porte de un tigre de Bengala, estaba Tora mirando despectivamente a los niños que intentaban agarrarlo.

-¡Gatito! ¡Ven!-Un pequeño grupo de chiquillos retiraban sus brazitos para alcanzar al animal naranja, mientras que este se veía molesto por tanta atención.

-¡Tora!- El felino lo miro con evidente disgustó, y no se bajó a pesar de su llamado.

Se acercó a los juegos y bajo al gato de ahí, quien se acomodó en sus brazos y se dejó llevar. Los niños parecían impresionados.

El gato empezó a maullar, casi casi podía decir que estaba protestando por no haber sido encontrado antes.

-Calla tu, gato horrible. Taiga se la ha pasado llorando por tu culpa. Ya deberías saber que no debes salir.

Finalmente los llantos pararon. Ahora el gato podía ver como ese feo moreno que intentaba robarle a su esclavo lloraba de alivio. Vaya que era raro.

Cuando ambos llegaron a casa fueron recibidos con un enorme abrazo.

Tinta y sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora