Día veintiséis: Casa

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Siempre que Aomine iba caminando a la escuela, no podía evitar desviar sus ojos hacía la hermosa casa que estaba cruzando la calle. Aquella enorme casa que estaba abandonada desde que sus padres se habían mudado al vecindario.

Puede que se viera un poco espeluznante por fuera, pero a el le encantaba ese aire antiguo y de cuento de hadas. Pero ese día en específico que pasa por ahí, no pudo evitar que su curiosidad se desbordada peligrosamente.

Ese día no fue a la escuela, y gracias a su esbelto cuerpo pudo meterse en un hoyo que tenía la cerca. Camino fascinado por el jardín, y entró a la imponente casa. Contemplo toda la decoración antigua en las paredes y el hermoso tapiz. Parecía una casa de muñecas a pesar de todo el polvo y suciedad que había por ahí.

Fue entonces cuando lo encontró.

Tirado y abandonado en el piso, estaba el retrato de un niño, con los ojos más bonitos que había visto en su corta vida.

Tomó con sus mano el cuadro, y le quito el polvo para apreciar mejor la pintura.

Parecía como si aquellos ojos rojos mirarán su alma, y le hubieran robado su infantil corazón.

Cuando regresó a su casa esa noche, dentro de su mochila estaba aquel pequeño cuadro, el primer amor de Aomine Daiki.


...

Con los años, la curiosidad fue en aumento, pero su adoración hacía aquella casa seguía siendo un secreto, uno que se llevaría a la tumba probablemente.

Aunque se juró que si veía la oportunidad de adquirir la vieja propiedad, no dudaría en comprarla. Pues luego de aquel primer descubrimiento, se la pasaba largos ratos meditando en esa casa en la que nadie habitaba. Eran sólo el y su amor, aquel pelirrojo de la pintura.

...

En el verano de sus veinticinco años, algo cambio. Caminaba a casa de sus padres después del trabajo, pues había prometido visitarlos, y también quería echarle un buen vistazo a su casa soñada. Pero la banqueta solitaria y siempre silenciosa ahora estaba llena y ruidosa.

Los vecinos chismosos de su barrio murmuraban fuera de la vieja casa, mirando entre preocupados y escandalizados al hombre de mediana edad que clavaba un cartel de se vende fuera de esa propiedad que ya consideraba suya.

Cuando este término de clavar el anuncio en el patio, volteó a mirarlos a todos con aquellos inconfundibles ojos rojos. Puede que la persona del retrato fuera joven, pero no había manera de que se equivocara... Era el, era su amor, el era...

-¡Taiga!-Dejo en el olvido su maletín de trabajo, mientras los vecinos, incluidos sus padres, miraban como el hombre pelirrojo volteaba en su dirección, y se ponía a llorar, su cara decía claramente que no podía creer a quien tenía ahí enfrente.


Cuando se lanzó a sus fuertes brazos, Taiga no dudo en atraparlo, y se aferró a el tan fuerte, tanto como la última vez, ambos lloraron de alivio, se sentía como un sueño aquel reencuentro.

En cuanto Daiki estuvo recargado sobre su pecho, y escucho el latir del corazón acelerado por la emoción, cobro todo sentido, su vida había sido destinada a estar con el, por eso la fascinación con esa propiedad, por eso el amor a ese retrato.

- Te prometí que nos volveríamos a ver.

- Te amo, te amo tanto-Taiga lloro sobre su hombro, como aquella vez en la que lo vio por última vez. Sólo que sabía que ahora lloraba de alegría, y no de tristeza.

-Y yo a ti-Le dio un pequeño beso en los labios, y como si fuera la primera vez, Taiga aún se sonrojo.

Ahora finalmente estaba en casa.



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