Día veintinueve: Conejo

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El centro comercial estaba abarrotado de gente, las tiendas estaban llenas y todo por la época de diciembre, en donde compraban lo necesario para las fiestas. Y la pareja no era la excepción.

Kagami había sugerido ir para comprar más ropa de invierno y algunas telas para hacer mantas para mantenerse calientes, y realmente no estaban consiguiendo su meta con todo ese gentío, por lo Aomine lo arrastro a la tienda de mascotas, que gracias al cielo, no parecía estar llena.

-Ahhh, aquí vamos otra vez-Si, cada año que iban Kagami soportaba acompañar a su pareja a dicha tienda a pesar de su inmenso miedo a los perros, odiaba que le ladraran, aún si realmente ni podían tocarlo desde sus jaulas.

- Ya no lloriques Taiga, no pasa nada, sólo con cachorritos, Si claro, lo que tu digas-Se movieron de la entrada para no interrumpir el paso, y ambos empezaron a mirar al rededor.

Las primeras jaulas contenían a 3 razas de cachorros, pastor alemán, pomerania y labrador. Su esposo parecía fascinado con ellos, pero el paso de largo cuando uno empezó a llorar. En las siguientes jaulas habían algunos gatitos y cuyos dormidos y acurrucados, y luego estaban las peceras con distintas especies de agua dulce, incluso había ranas, tortugas, insectos y reptiles.

Nada había captado su interés, así que decidió dar la vuelta de regreso, hasta que miro un área un poco apartada. Su marido seguía ocupado con los cachorros, así que fue a dar un vistazo, y entonces, ahí estaba...

La jaula de conejos.

Nunca había visto que trajeran conejos a la tienda, pero ahí estaban las cositas más adorables y tiernas del mundo. Se agachó para verlos mejor, y notaba como su naricita se movía de forma adorable, se veían tan suaves y pequeños. 

Diablos, quería uno.

Uno captó su mirada en específico, era un conejo de orejas caídas, más pequeño que los demás, y tenía un pelaje café claro precioso. Lo miró con esos ojitos negros adorables, como pidiéndole que lo adoptará, y el simplemente no pudo resistirse.

Fue corriendo donde su esposo, quien seguía embobado con los cachorritos, y lo tomo de la esquina de la manga para llamar su atención.

-Daiki...¿podemos llevarnos un conejo?

-¿Pero que diablos?

-Es que vi unos ahorita, y había uno muy lindo, y por eso necesitamos llevarnoslo.

- No lo sé Taiga, nunca hemos tenido mascotas, no se como funcionaria eso.

-¡Anda! ¡Di que si porfavor!- Como pocas veces lo hacía, intento actuar tierno, y se aferró al brazo de su esposo, y le hizo ojitos. Al final Aomine cedió, y lo siguió hasta la jaula de conejos para ver cuál quería llevarse.

- Pero como condición para llevarnoslo, tu debes dejar que yo tenga un perro.

-¡Hey! Eso no...

-Nada, nos llevaremos a los dos, te doy permiso de que escojas al que menos te de miedo, anda-Le dio una palmada en el trasero, y al final el pelirrojo se fue a mirar a los canes con cara de susto.

Aomine sonrio, mientras recordaba todo el camino que habían echo para llegar a ese punto. El siempre se había sentido mal por no poder tener hijos con Taiga, y siempre había pensado que una mascota les iría bien como proyecto personal, por que sería un miembro ideal para su familia. Ahora al menos ya tendrían 2.


Al final, se fueron a casa con todas sus bolsas de compra, Purin, el conejo de orejas caídas, y Cinnamon, un pequeño pomerania.

Tinta y sentimientosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora