CAPÍTULO 4: QUE LINDA MULA

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Eran las 3 de la tarde cuando llegué a una carretera, después de dar muchas vueltas, haberme perdido, caído en una zanja y llenarme de tierra. Estaba sediento, hambriento y exhausto. Y muy, muy molesto.

Si moría de inanición sería culpa de la fierecilla esa. Cada vez que la recordaba me daban ganas de… darle una buena mordida o una nalgadas. Si la niña era una tentación al menos a mis ojos.

Me senté a esperar que alguien pasara, no sabía qué camino tomar, si derecha o izquierda y no tenía ni la más mínima idea de donde estaba.

Media hora después escuché a lo lejos un auto. Ojalá sea el capataz o May que se acordaron que el dueño de la hacienda no aparecía.

Era una camioneta negra que no reconocí. La hice parar, no podía dejar que se fuera, tal vez no pasaría otro auto en horas o días.

— ¿Edward Cullen?— escuché mi nombre apenas estacionó. Por todos los cielos, era Eleazar Denali. ¿Y ahora que le digo? ¿La hija del capataz de dejó botado por mirarla bañarse medio desnuda en el río?

—Eleazar Denali, cuánto tiempo— sonreí, desde la ventana.

— ¿Qué haces aquí en mis tierras?— rió. Otro campechano burlón.

—Mi auto se averió y me perdí, no sabía que había llegado tan lejos— traté de mostrarme amable, él era mi única oportunidad para salir de este lugar.

—Que suerte para nosotros, ojalá nos invadieras más seguido— ah esa sonrisa casamentera, ni crea que me acercaré a alguna de sus niñas.

— ¿Y tus hijas?— eso Edward, sonríe y actúa, eres buen comediante.

—Se fueron a la ciudad, las mandé por vestidos nuevos. Oye acompáñame a almorzar, anda sube— acepté encantado, moría de hambre. No conocía su hacienda, era grande, tenía muchos animales con lo cual el olor era casi insoportable. Creo que por eso no toleraba a sus hijas.

Llegamos a su casa y me ofreció más comida de la que podría procesar y traté de controlar mis modales pero prácticamente me moría de hambre.

Comí como un campechano, no podía creer que había repetido lo que me sirvieron. Esme se avergonzaría de mí.

—Edward me gustarían quedarme a conversar contigo pero debo ir a la toma de agua en el pueblo, yo no tengo un pozo como el tuyo y dependo de la lluvia para mi ganado.

—Te agradezco en verdad, me salvaste. Te debo una— le sonreí.

—Oye, ven el viernes a cenar. Es el cumpleaños de Tanya, serás su sorpresa. Anda, por favor— ¿cómo decirle que no? Yo mismo me había puesto la soga al cuello al decirle que estaba en deuda...

—Claro, me encantaría— miré mi nariz como cuando era niño y mentía; May me decía que me crecería como Pinocho.

—Magnífico. Oye dile a Thomas, mi capataz, que te de algo con que irte. Nos vemos el viernes, no me falles— nos despedimos y fui a buscar un vehículo para regresar a casa.

.

—No señor Cullen, ningún auto funciona, hemos pedido a su hacienda que Billy Black venga a componerlos pero dice que tiene mucho trabajo— se excusó.

— ¿Cómo me voy a ir entonces?— miré hacia las caballerizas, no tenía otra opción. –A caballo tendrá que ser— dije algo molesto.

—Lo siento, no puedo darle ningún caballo. Son pura sangre, valen medio millón cada uno, mi patrón me despellejaría vivo si presto uno de sus corceles.

— ¿Tendrías la amabilidad de solucionarme el problema?— ya estaba al límite de mi tolerancia.

—Pues, creo que la señorita Tanya no se molestará por prestarle a Bella— ese nombre captó mi absoluta y total atención. Seguí cómo al capataz hasta las caballerizas. Tuve que ponerme la mano en la boca para no soltar una carcajada.

El tipo me trajo un caballo muy feo... bueno debía ser la yegua más fea que existiera.

— ¿Y esto qué es?— pregunté mirando al animal.

—Es una mula señor. Es de la señorita Tanya, ella la crió desde que nació— le puso unas riendas y una manta por montura. Trepé en unos maderos y la monté, era muy mansa.

—No sé cómo llegar a mi casa— le confesé al hombre.

—No es necesario, nada más dígale a Bella que van a comer pasto y va a ver como lo lleva. No es muy veloz pero siempre pasa por su hacienda de paseo con las señoritas— me tendió una bolsa de zanahorias.

— ¿Y esto?— dije mirando.

—Le gustan las zanahorias. Dele algunas, háblele bonito y lo llevará más rápido— no podía creerlo pero acepté, más interesado en el animalito por su nombre.

Y así fue. Pero ésta Bella si era bien portada, no chillaba y obedecía todo lo que le decía.

Dos horas después cuando casi oscurecía, pude ver el portón de mis tierras.

—Vamos bonita, ya llegamos, has sido una chica muy linda, si tan sólo otras fueran como tu— dije suspirando.

Toqué la condenada campana y salieron a abrirme. Sin saludar siquiera entré todavía montando a la mulita y llegué a mi casa. Algunos trabajadores me vieron de lejos y sonreían, la verdad no me importaba, mi orgullo estaba intacto porque pude volver.

Ya vería la forma de cobrarme con la otra Bella.

Estaba oscuro cuando llegué a la puerta trasera de la casa, la que daba a la cocina. Había alguien sentado en los escalones y no pude distinguir bien.

—Qué interesante… nunca vi un burro encima de otro burro— la vocecilla chillona otra vez, la nena que me traía como un idiota.

—Técnicamente esto es una mula— dije con la mayor calma posible haciendo gala de mi buen humor.

—Para el caso da lo mismo— más cerca ya pude ver su rostro, estaba feliz por poder fastidiarme.

— ¿No es preciosa? Es un muy educado animalito y se llama Bella— acaricié la cabeza de la mula, realmente era dócil, no como la fiera que tenía delante de mí.

— ¿Qué?— gritó.

—Es cierto, esta preciosa mulita le pertenece a Tanya, debes ser una muy buena amiga suya para que lo llamara como tu— me bajé de un salto y me mordí la lengua para no reírme en su cara, su expresión no tenía precio.

Hizo lo que mejor sabía hacer en situaciones así. Me dio la espalda y se fue masticando improperios contra mí y Tanya.

Ya no le guardaba rencor por haberme dejado botado, creo que hasta me había divertido como jamás lo había hecho. Nunca había renegado y reído tanto en un solo día.

Y claro tampoco había deseado a nadie con tanta intensidad como a la mujer que acababa de marcharse.

ACOSADOR -Terminado-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora