Celeste Walker, tras la muerte de su padre y la traición de su madre, decide irse junto con su hermano Alex ha Inglaterra.
Su pasado le persigue y sus secretos le torturan día a día por no poder volver hacia atrás y remediarlo, pero por algo sucede...
En mi vida había sido tan sociable con alguien. Yo era el chico tímido de la clase, del pueblo. Ese muchacho, que le costaba saludar a la cajera del supermercado, que le costaba pedir una cita médica al recepcionista, al que le costaba elegir qué película ver con mi hermano, Connor.
Siempre fui tímido, solitario, indeciso. Siempre fui un chico, que le gustaba más dedicarse a estudiar, sacar buenas calificaciones, hacer deporte en solitario y leer sobre curiosidades del mundo.
Pero ahí estaba, tumbado en la misma cama, abrazado de la mujer que había robado mi corazón días atrás. Me había atrevido a invitarla a pasar conmigo el fin de semana, no sabía ni cómo me atreví, ha llamarla aquella noche, que estaba mirando la luna tan hermosa como ella, ha hablarle el día que le encontré en la enfermería después de mi crisis, ha decirle "Hola" aquella mañana en el bosque cuando estaba completamente perdido.
Ahí estaba yo, a su lado, acunándola y protegiendo sus sueños.
Algo en mí decía que la conocía de tiempo atrás. He tenido, cada día, sueños con ella de épocas antiguas, medievales, la época de los descubrimientos, tiempos de guerras, e incluso en la prehistoria, donde un beso cálido, al lado de una hoguera hecha por nuestras manos y donde una cueva nos cubría de la noche, y sus peligros se podían ver a través de dibujos extraños una historia de amor jamás contada.
Pero todo era producto de mi imaginación, producto de mi corazón enamorado por esos ojos oscuros, esos labios rosados, esas pestañas que hacían ver sus ojos aún más intensos y misteriosos, esa piel suave y fría, su melena que caía como una sábana oscura, su sonrisa..
Cerré mis ojos ya pesados del duro día que llevé. Así que, cuando sentí que Celeste ya había profundizado su sueño, decidí que lo mejor era dormir.
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-¿Hola?- oí la voz de una niña-¿Alguien me escucha?- preguntó dulcemente.
Mis ojos solo veían oscuridad, los restregué y conseguí ver una pequeña bola de luz brillante y blanca. Acerqué mi dedo a ella y sin más se apagó para iluminar intensamente la habitación donde me encontraba. Restregué mis ojos para acostumbrarme a tal claridad y fue cuando todo se iluminó como la noche anterior a la que había dormido con Celeste.
Miré a la cama buscándola, pero no estaba.
-¿Celeste?- pregunté desesperado mientras miraba por todas las habitaciones de la casa de campo.-¡Celeste!- grité por todos lados- ¡¿Dónde estás Celeste!?- volví a gritar mientras corrí hasta la entrada de la casa, abriendo la puerta y ver la fría noche- ¡Celeste!- grité.
-No está- oí una voz provenir de mi lado derecho.
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