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Narra Cristina

Mi hija, Sam, había estado actuando raro, digo si, yo no la conozco pero es mi hija y sé cuando algo no está bien, es como un don de mamá.

- Sam, ¿te sientes bien? -dije, Sam estaba acostada a espaldas mía, habia pasado así toda la noche.

- Si -dijo- solo tengo sueño -dijo hecha bolita, sabía que mentía.

- Esta bien, descansa Sam -dije y me fui al baño a bañarme y a fingir que todo estaba bien cuando en realidad me estaba molestando su actitud y falta de confianza.

Pronto la escuché sollozar, ella se sujetaba su estómago, lo veía desde el baño porque no me metí y estaba del lado contrario.

- Sam, ¿que quieres comer? -dije un poco fuerte para que me oyera.

- Lo que tu quieras -dijo fingiendo no llorar, se hace la fuerte, interesante veamos hasta donde llega con eso, sé perfectamente lo que le pasa, digo por algo soy la mejor doctora de San Francisco.

- De acuerdo, solo espera unas dos horas que me arregle, este pelo no se plancha solo -dije aunque quería reír.

- ¿Dos horas? -dijo nerviosa- ¡Perfecto! Que bien que no tengo tanta hambre.

¿Es en serio Sam, porque mientes si te mueres del hambre? ¿Porque no puedes aceptarlo? ¿Tienes que ser terca conmigo?

- Ups, la secadora se arruinó -dije- bueno, lastima tendré que ir a comprar otra y el super más cercano queda a media hora de aquí así que en ida y en vuelta me hecho como una hora sin tráfico y en todo en lo que encuentro parqueo y encuentro la secadora sería en total como una hora y quince minutos si me sale todo fácil porque el super es enorme y no he ido en casi dos meses por el trabajo oh, y escuche que lo remodelaron así que... Creo que estaría aquí en unas dos horas, ya vuelvo Sam, ni modo serían cuatro horas en total, menos mal que no tenemos hambre ¿o si? -dije luego de media hora de silencio.

- Mamá -dijo Sam y se dio la vuelta- ayúdame, si tengo hambre mucha hambre, no sé porque lloro de la nada y.... Me duele el vientre, no sé que me pasa mamá... -dijo con lágrimas en sus ojos, yo sonreí.

- Solo te ha bajado la regla.

- ¿La qué? -dijo confundida.

- Oh, pensé que ya sabias, ven te explicaré aquí en el baño, oh, y lo de antes solo era pura actuación, saldremos a comer apenas tu quieras salir.

Narra Sam

Días después, esta bien está bien, esa noche fue realmente. Esa noche Cristina, mi madre, me llevó a un gran salón en el cual estaba lleno de gente que se vestía bastante bien, de todos allí solo conocía a Cristina y un poco a su mamá, mi abuela, la señora o como yo la llamo La Nonna Lana, Lana es por su nombre Alana, todo a mi alrededor era una fiesta de bienvenida para mi madre y para mi, en mi estadía aquí descubrí que La Nonna Lana es la dueña de todo esto y por lo tanto es billonaria, aunque no de esas que se la pican.

En la fiesta jugamos varios juegos por orden de La Nonna Lana, debo admitir que estuvo bastante entretenida la fiesta, primero nos presentamos todos y dijimos una cosa que nos gustaba, yo dije que me gusta hacer cosas nuevas, luego jugamos a mimicas y luego al juego yo nunca nunca y por último al juego que consiste en pasarse un pedaso de página de boca en boca con una pajiga de por medio.

Pero claro, en aquella fiesta de bienvenida había mucha gente, entre allas había un chico de mi edad llamado Nicolás, aparentemente su padre trabajaba para mi abuela desde hace años y era muy importante y reconocido por ahí. La familia de Nicolás viajaba mucho por lo tanto ellos sabían muchos idiomas y modales, era una familia rica y de altas espectativas. Nicolás es él menor de la familia, solo conozco al papá y a la mamá y a Nicolás obviamente.

Me tocó jugar con él a la par en cada juego, ya que la demás gente de ahí era solo adulta y pocos niños como yo en realidad.

- Así que... ¿t eres Nicolás? -dije acercándome a él por primera vez.

- Claro, es un gusto, y tu eres la nieta de la señora Alana Campos -dijo sin verme y con un aire de superioridad.

- Si, Alana es mi abuela... -dije- yo nunca había venido aquí.

- Lo sé, vivías en Nueva York con tu hermano y padre, tu madre no porque vive en San Francisco y es la primera vez que viene en años -dijo- sé todo sobre todos de aquí.

- Oh lo siento, no sabía que era adivino -dije molesta y dispuesta a irme, me agarro el brazo.

- Si, todo se lo debo a mi padre quien por cierto estableció las reglas y no debería hablarme con ese tono señorita -lo vi mal y me solté de él.

- Ni tú agarrarme así, no es modo de tratar a una dama -le saque la lengua y me fui.

- Pues mira, Sammantha, ni me agradas ni te agrado pero todos acá están pensando que terminaremos juntos -me dijo en modo de secreto, estaba muy cerca para mi gusto.

- No hables ni te acerques más si no quieres salir lastimado -lo amenace.

- Es por mi estatus social y por el tuyo -dijo haciendo una mueca- si hubieras tenido más modales quizás y me hubieras agradado.

- Tienes un gran ego.

- Y tu una malcriada.

- Eres un cobarde.

- Y tu una grosera.

- Eres un orgulloso.

- Mírate a ti, no te llegó ni a los codos de orgullosa.

- ¿Ah si? Pues mirate al espejo eres un niño de mami -dije y el se quedó callado- ¿qué pasó niñito?

- Mi madre murió cuando tenía ocho...

- Oh, no lo sabía Nicolás -dije sin poder verlo a la cara de lo arrepentida que estaba de haberle dicho eso- hace años mi papá me dijo que mi mamá estaba muerta y que era prohibido hablar de ella, yo le creí hasta hace unos meses... sé lo que se siente estar lejos de alguien y no contar con esa persona para nada mientras tienes que fingir que todo está bien -me vio asombrado por la nueva información.

- No sabía eso Sammantha -dijo sorprendido.

- Llámame Sam, no me gusta Sammantha.

- A mi no me gusta Nicolás, preciero Nick, Nicolás es muy formal para mi gusto.

- ¿Nick, te puedo hacer una pregunta aparte de esta? -él asintió- ¿porque finges ser egoísta y diferente por tener dinero si tu eres normal? -suspiro.

- Presión social -susurro- mi papá es uno de los miembros más importantes acá después de tu abuela y, afuera también es importante, la gente juzga y quiere que todo sea perfecto, me han enseñado a ser así, pero lo odio, toda mi vida ha sido una actuación.

- ¿Entonces...? ¿Ser aceptado te hace sentir bien? -asintió.

- Es lo único que me acerca a mi padre, de lo contrario me ignora y su reemplazo es el dinero.

- ¿Qué edad tienes?

- Dieciséis, y tu catorce ¿no?

- Si -dije y se me ocurrió algo- sabes soy nueva aquí y me costará adaptarme...

- ¿Quieres que finga ser tu amigo para que todos te conozcan?

- No exactamente... A mi también me gusta agradarle a todos y encajar y pues si, quiero ser tu amiga falsa...

- ¿Quieres que arriesgue mi actuación por ser tu amigo? Eso no va a funcionar, si quieres encajar con mi ayuda, hazlo bien y finge ser mi novia.

- ¿¡Tu qué!? -casi grito, me tapó la boca.

- No grites, estamos lejos de la fiesta, en un cuarto escondidos pero aún así nos pueden escuchar si gritas y todo se arruinaría -susurro y me soltó la boca- ¿entonces, quieres ser mi novia falsa?

- Si.

¿En qué me he metido ahora mamá?

ConfíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora