Capitulo 38

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Lo único que veo al abrir los ojos son tres personas con mascarillas celestes, traen uniforme del mismo color, uno de ellos me queda mirando mientras que los otros dos revisan una máquina, intento ver a mi alrededor pero lo único que siento es la mano del enfermero, supongo, sobre mi frente diciendo algo que no logro entender, mi visión está borrosa, el dolor en mi cabeza es peor que el ardor de mis muñecas miro hacia el lado viendo a alguien sentado en una esquina sobre una silla, se levanta acercándose rápido, y toma mi mano con cuidado el olor del perfume de Marie llega a mi fosas nasales rápido, lo que me hace entrar en confianza, trato de darle un pequeño apretón a su mano pero estoy más débil de lo que creo. Al pestañear mis ojos se mantienen cerrados y mis otros sentidos se agudizan. Pero de igual manera no logro escuchar mucho, solo murmullos que se que no son de Marie, sino las voces. Intentando concentrarme en otra cosa termino volviendo a dormir.

A la mañana siguiente al despertar una bandeja con comida estaba a un lado sobre una mesita, mi cabeza aun dolía pero no tanto, era un dolor soportable, me encontraba sola en la habitación. Miro a todos lados y me siento sobre la cama, en mi nariz tenía un ligero tubo transparente que expulsaba aire, mis muñecas estaban vendadas y unas agujas en mis brazos, sentía como un líquido pasaba por lo que lo tiré rápido haciéndome más daño en la piel. Frunzo el ceño quitando también el ligero tubo que tenía en mi nariz, hice a un lado las sábanas que me cubrían y me levanté de la cama. Al tocar el suelo mi piel se eriza siento un ligero mareo y camino hacia la puerta. Al abrirla veo un pasillo, había poca gente, el lugar estaba en un silencio triste, doy un paso hacia afuera y un chico alza la mirada hacia mí. Trae ropa deportiva y creo haberlo visto en alguna parte.

El chico se levanta rápido acercándose a mi tratando de peinar su cabello que sin resultado alguno sigue desordenado, inmediatamente doy un paso hacia atrás.

—Señorita Leblanc, eh... yo. —suena nervioso, rasca su nuca mientras mira hacia el suelo.

—¿Tú qué? —frunzo el ceño confundida .

—Estoy para cuidarla. —lo miro de pie a cabeza, es más delgado que un papel. ¿Cómo se supone que me va a cuidar?, en su cara se nota que debe tener no más de 16 años—Si, suena ridículo porque me veo débil, pero no lo soy. —se excusa rápido, esta vez mirándome— y le ordeno que debe volver a la cama. —alzo ambas cejas sorprendida por su intento de ordenarme, por lo bajo él suelta una maldicion hacia él mismo, lo que me hace gracia y para no hacerlo sentir más ridículo de lo que se ve vuelvo a la cama.

Un fugaz recuerdo de Nikolay aparece en mi mente.

—¿Eres el hijo de Nikolay?

Él niega rápido.

—Solo lo ayudo, le debía un favor.

—¿Que tipo de favor?, porque para que me cuides debiste haberle pedido algo muy grande. —él solo me mira sin decir nada.

—Le diré a Nikolay que venga por ti.

Es lo único que dice para luego salir rápido de la habitación, para ser un niño es bueno esquivando las cosas, que mal que haya buscado a Nikolay para su favor, pero creo que es mejor que Leonard o Paolo, cualquiera es mejor que ellos dos.

Una enfermera entra a la habitación con una amplia sonrisa, mientras me habla yo solo me quedo mirando hacia un punto fijo, me acomoda las cosas que había quitado y siento un pinchazo en el mismo brazo donde tenía la aguja, me quejo acercando mi brazo a mi pecho por reflejo.

—Lo siento, Señorita Leblanc, no debió quitarse la aguja. —su voz es chillona, muy irritante para mi—El señor Nikolay dice que deberá quedarse al menos dos días más en reposo.

Familia Leblanc [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora