Capitulo 39

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El camino a casa cada vez lo sentía más largo, sentía que el auto no iba a gram velocidad aunque le pidiera al niño que fuera rápido, todo iba lento, sentía miedo y a la vez ansias por llegar. Las grandes rejas doradas se abren frente a nosotros, mis manos sudan sobre mis piernas, no puedo dejar de mover inquieta mi pierna, sube y baja, cada vez más rápido.

El auto comienza a avanzar hacia el interior y los latidos de mi corazón me resuenan por los oídos, tres autos aparcados afuera de casa, tres autos negros y elegantes, las llantas de los autos de un color plateado por el cual refleja el sol. El niño aparca a un costado y se baja rodeando el auto para abrir mi puerta.

No dice nada, solo la deja abierta mientras mira al frente, por mi mente pasan millones de cosas que sinceramente no me gustan, millones de posibilidades, y no se por qué me siento tan nerviosa, es solo Nikolay y mis padres dentro esperándome para cenar esta noche, la última vez que estuve tan nerviosa como ahora fue cuando de niños  rompí el brazo de Ashton solo porque él me dijo que no sentía dolor alguno y no vale creí, y fue así, no gritó, no lloró, no se quejó, no hizo nada, solo se lo volvió a acomodar y le dije que fuera donde Taylor diciendo que cayó de su bicicleta y le dolía mucho el brazo.

—Ya bájate. —la voz del chico me hace salir de mi trance, lo miro alzando una ceja y rueda los ojos—Mueve tu trasero de mi auto. —me mira sin ninguna expresión en su rostro, al notar su tono de voz, fría y superficial, pude deducir que le gustan los problemas, él me puede ser útil. Sonrío bajando tal como me dice y volteo para mirar mi casa, y cierra la puerta quedando cerca de mi.

—Gracias por traerme, Andy. —paso mi mano por su mejilla.

—Soy Andrew. —rio suavemente chasqueando la lengua, restándole importancia.

Alzo mi mentón caminando hacia mi casa, con la túnica del hospital y un suéter que no es mío, se que no es la mejor vestimenta para verlos y que no me recibirán estando así vestida, abro la puerta y simplemente subo por las grandes escaleras frente a la puerta que siempre me han gustado. Al llegar a mi habitación quito el suéter y me despojo de la túnica dejándola en el suelo junto las vendas que estaban en mis muñecas, camino hacia mi baño y entro cerrando la puerta con seguro. Me miro en el espejo notando ojeras que jamás habían estado ahí, haciéndome dar un aspecto horrible a mi cara, mis labios resecos, me inspecciono completamente el cuerpo frente otro espejo largo y noto una pequeña cicatriz entre mis pechos, bajo la mirada hacia ahí y la toco, esto no... no puede ser, paso mis dedos sobre la cicatriz notando un pequeño bulto, esta cicatriz no es mía, yo jamás he tenido esto. Tensó mi mandíbula y aprieto mis puños, enterrando las uñas en la palma de mi mano. Cierro los ojos tratando de respirar con calma, pero por mi mente divagan los golpes de Paolo, su voz con burla, su desagradable presencia y lo irritable que solía ser y a Mark, debí haberlo matado cuando obtuve la oportunidad, debí hacerlo y ahora me arrepiento no haberlo hecho, volteo para llenar la bañera de agua caliente hasta el tope, entro acostándome a lo largo, desbordo un poco de agua, y noto como mis músculos se relajan rápidamente.

Habrán pasado media hora o más seguramente, el agua ya estaba fría, pero no me importaba quería quedarme ahí el tiempo que quería, pero no debía.

Salgo de la bañera envolviéndome en una toalla y salgo del baño encontrándome a Ashton sentando sobre mi cama, se supone que le puse seguro a la puerta, él esta mirando hacia mi tocador, voy hasta allá y me siento tomando mi cepillo para el cabello, y comienzo a peinar mi cabello que llegaba hasta debajo de mis hombros, había crecido bastante en este tiempo, miro a Ashton a través del espejo y noto que también me mira.

—¿que sucede? —preguntó al ver su mirada perdida, él niega y lame sus labios lentamente.

—Es Zaid. —recorre mi espalda con su mirada y luego me mira directo, su tono de voz es ronca.

—¿Que hizo ahora?, por cierto, ¿Donde esta?, quiero verlo. —sonrío suavemente pensando en que tan solo verlo me alegrará un poco y pondrá en orden mi mente. Él se levanta dando unos pasos hacia mi pasando sus manos por mi cuello, haciendo hacia atrás mi cabello formando su mano en puño tirando suavemente mi cabeza hacia atrás, su mirada recorre desde mi mentón hasta el inicio del borde de la toalla.

—Paolo se quedó con él, Nikolay no lo encontró en ningún lado. —murmura mirándonos por el espejo, su mirada era tan brillante que sabía lo que quería, algo que habíamos dejado hace muchísimo tiempo y habíamos prometido que no volvería a pasar, pero tarde o temprano nuestra promesa iba a romperse.

—¿Y Marie? —pregunto rápido, volviendo a mi posición, se encoge de hombros. Frunzo el ceño asintiendo volviendo a una expresión neutra, me levanto sintiendo su intensa mirada, paso mi mano por su espalda y camino hacia mi armario, al entrar quito la toalla, lanzándola hacia afuera, esperando su llegada: y llega.

***

Zaid.

Paolo camina de un lado a otro frente a mi, solo lo sigo con la mirada. Él bufa, golpea algunas cosas sobre su escritorio, abre su botella de whisky y sirve en su vaso junto a un puñado de hielo.

—¿Quieres? —me ofrece el vaso que preparó, alzo a la altura de mi pecho mi mano y niego.—¡claro, nunca quieres nada! —me grita tirando el vaso contra la pared. Comienza a maldecir, una y otra vez, que si el diablo lo escuchara se lo llevaría. Todo esto es porque se llevaron a Paris.

La puerta de entrada se abre apareciendo Mark con un colgador en conjunto un traje elegante y un par de zapatos del mismo estilo. Le doy una calada al cigarro sobre mis labios, bajo la pierna que tenía sobre la otra en una posición muy cómoda.

Me levanto viendo el conjunto y miro a Mark con una sonrisa superficial, haciéndole saber quien era el que mandaba ahora.

—Prepárate, hijo mío, en 48 horas los veremos. —anuncia Paolo con un tono de voz más calmado. Tomo el colgador y el par de zapatos caminando hacia mi nueva habitación. Antes de subir un escalón escucho a Mark llamándome, me giro para verlo.

—Te adora.  —dice refiriéndose a Paolo.

—¿cómo no?, soy Zaid Leblanc.

Y sin más subo yendo a la habitación cerrando la puerta y encontrándome con una rubia extendida en toda la cama, su cabello largo y espeso sobre las almohadas, su resplandeciente sonrisa comenzaba a cautivarme por lo que sonrío de la misma manera en la que ella lo hacía.

—Vaya... que tenemos aquí. —dejo las cosas sobre un sofá y camino hacia ella poniéndome al final de la cama, tiro de su pie hacia mi, ella me recordaba tanto a una chica en especial, su sonrisa tenía algo que comenzaba a creer que ya la conocía, pero no estaba tan seguro he visto millones de sonrisas de chicas, sus sonrisas hacían delatarlas rápidamente que querían sexo, pero la de ella era... diferente, por un momento me arrepiento de haberla acercado de esta forma, quito cualquier idea de mi cabeza y subo sobre ella, acercando mis labios hacia los suyos pero me detengo mirando fijamente sus ojos color gris con tonalidades azul oscuro, mi mundo se detiene bruscamente, recordando a la única persona que llegue a conocer con ese color en particular.

**

¡Ay!
Medio turbio lo de Paris y Ashton, ¿Quien es la chica que habrá recordado Zaid?

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Familia Leblanc [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora