Penúltimo Capítulo.
Ariana's pov
Abrí los ojos cuando sentí a alguien moverse contra mi. Me topé con unas paredes blancas, y una enorme ventana que daba a la playa. Me asusté, pero luego recordé que estaba en la casa de Dom.
Luego de que él se fuera, mis padres encendieron el sistema de alarmas. Los malditos perros que odiaba, estaban en el jardín que da a mi ventana, por lo que no podía entrar. Al no tener otra opción, vine aquí, aunque sabía que no debía hacer lo que hice ayer.
Harry fue muy dulce al decir que me esperaría, luego del susto que nos dio su mamá; aunque yo de verdad quisiera hacerlo. Nunca antes había hecho tantas cosas por mí, y sabía que otro como él no encontraría.
Su mano que oprimía mi cadera, fue aflojándose, hasta ser quitada de ahí.
— ¿Estás despierto? –susurré.
Escuché su leve gemido de asentimiento.
— ¿Qué hora es? –dijo con su grave voz.
Deslicé mi mano por el colchón, hasta alcanzar mi móvil.
— Son las seis, hora de que me vaya –dije con desgana.
Él suspiró y se levantó.
— Lamento no controlarme ayer –susurró.
— No deberías, a mi me gustó –admití.
— Te quiero tanto Ari –dijo.
Sonreí abrazándole.
— Te quiero mucho más –le aclaré.
Él rió, y bajó la cabeza besándome.
— Llámame luego, nena. Te amo.
Besé de nuevo su boca y asentí.
Recogí mi ropa, y el abrigo pesado, y me vestí. Debía inventar una enorme escusa a mis padres, si quería volver a ver la luz del día en meses.
Me despedí de Harry, y bajé por la ventana, con cuidado de no ser vista.
Era un poco temprano, y la mayoría de las personas que habían en la carretera, eran las que salían a caminar por la mañana.
Llegué a casa, y caminé con cuidado hasta el jardín trasero. Al parecer mis padres habían salido, porque el coche no estaba, y los perros habían sido amarrados.
Subí por la enredadera, y abrí la ventana de mi habitación. Dejé el abrigo, y me cambié a el pijama. Cuando me di un aspecto de haber dormido en casa, bajé a desayunar.
Mamá estaba en la sala de estar, con un portarretrato de mi, y de mi hermana.
— ¿Mamá? –pregunté suavemente.
— Oh Kristel, ¿dormiste bien? –preguntó limpiándose las mejillas, cubiertas de lágrimas.
— Mamá, soy Ariana –susurré.
Ella me miró con los ojos abiertos, y corrió a abrazarme.
— ¡Apareciste! ¡Oh Dios mío, gracias! ¡CARÑO, ESTÁ AQUÍ, ESTÁ AQUÍ! –empezó a gritar.
De la cocina salió mi padre con una taza de café en mano.
— ¡Ariana! –gritó y corrió hacia mi.
Los miré extrañada.
— ¿Les pasa algo? –reí.
— Creímos que te habían secuestrado. Anoche tu papá fue a tu habitación y no estabas. Nos preocupamos mucho –contó mamá.
— Solo fui a ver la luna, a la playa. Volví a media noche –mentí.
— No nos vuelvas a hacer eso –riñó papá–. Te pudo haber pasado algo.
— Estoy aquí –dije.
Ellos sonrieron y me abrazaron.
Caminamos a la cocina, donde estaba servido el desayuno. Miré a papá, y noté que no llevaba uno de sus trajes.
— ¿No irás a trabajar? –le pregunté extrañada.
Así lloviera, tronara, hubiera un terremoto, o un tsunami, él nunca faltaba a su trabajo.
— De eso íbamos a hablarles ayer a ustedes –dijo.
— ¡Buenos días! –dijo Kristel entrando por la puerta.
Llevaba un pijama igual al mío, así que ambas estábamos iguales.
— Toma asiento hija, tenemos que hablar –dijo mamá.
Ella se sentó a mi lado, y ambas miramos a papá esperando que empezara.
— Bueno, mi jefe me ascendió a supervisor –dijo, y nosotras le felicitamos–. Pero el problema, está en que tendríamos que dejar Malibú, porque la empresa a la que iré, no tiene la sede en Malibú –dijo.
Miré a Kristel que borró su sonrisa.
— Continúa –pedí.
— Nos iremos a Europa, para ser exactos Reino Unido –dijo.
Sentí mi corazón latir fuertemente.
— ¿Qué parte del reino unido? –pregunté ocultando mi emoción.
Harry es de Reino Unido, podremos entrar cerca cuando terminé el verano.
— A Birmingham –susurró.
Hice mis cálculos y me alegré de que esa cuidad quedara a solo una hora en tren.
— ¿Cuando? –pregunté.
— Al finalizar el verano.
Celebré mentalmente, porque al fin la vida me sonreía. Era posible que estuviéramos juntos, cuando ninguno de nosotros lo planeó.