.-V y M-.

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La vida y la muerte están para mantener un balance, son los dos extremos de la existencia, el inicio y el fin, dos opuestos. Dos dioses con trabajos muy distintos.

Mientras Muerte se mantiene lejana a la mayoría de Dioses, Vida se pasa la gran mayoría del tiempo junto a ellos. Una ama su trabajo y la otra lo odia, mientras una tiene los ojos verdes, los ojos de la otra son avellana. Mientras una es alta, la otra es baja y así, opuestos en todo sentido.

El reino de los dioses es la representación de la perfección según los humanos, Vida se pasa la mayoría del tiempo en los grandes jardines, ella es demasiado dulce, demasiado sentimental y eso la perjudica de un modo u otro. Daniela quiere ir a algún hospital, ver nacer a esos niños, sentirse afortunada por haber creado algo así, aunque bien podría ir a caminar por la playa y contemplar los peces.

Muerte odia los hospitales más que cualquier otra mierda después de su trabajo, son lugares llenos de almas sin esperanza, pérdidas, sin un norte, mariposas sin saber que buscar.

A medida que camina por los enredados pasillos y observa a todos esos enfermos le dan ganas de vomitar, continua su camino aunque puede ver los números rojos sobre algunas de esas personas, está acostumbrada a ellos pero no lo vuelve menos incómodo. Encontrar a la castaña en la misma sala donde su "victima" espera no es grato para ninguna de las dos, frunce el ceño y se acerca hasta la camilla, pero Vida interviene y la empuja a un lado -¡¿Cómo puedes ser tan cruel, joder?! ¡Su hijo está a punto de nacer!-. Espeta con odio.

Muerte observa sus delgadas manos unos segundos y luego mira a la chica en labor de parto, se ve doloroso. Observa la habitación en silencio y luego se acerca a un sillón vacío pasando por un chico, joven que por cierto comienza a temblar y se acerca mucho más a la camilla. Daniela aun la ve ceñuda pero está más relajada que antes, sin embargo se mantiene firme.

-Sabes que así son las cosas, Calle. No puedo hacer nada contra eso-. Comenta fríamente la peli-azul, la más alta la observa de brazos cruzados –No puedes esperar que te vea romper a una de mis creaciones y que simplemente me quede como si nada-. El tono de voz tan característico de Vida cambia, la más baja se cruza de piernas y se inclina hacia ella –Ese niño ni siquiera es de él, lo sabes ¿No?-. La castaña frunce los labios y decide ignorar a la otra diosa.

-De igual modo, su tiempo llego a cero-. Solo basto aquella frase para que la mirada de Daniela se perdiera, a pesar del dolor en su pecho Muerte se acercó a la camilla y beso la coronilla de la chica que sostenía a un niño en sus brazos. La energía comienza a desprenderse del cuerpo y pronto se transforma en una mariposa blanca, el insecto se acerca a ella y revolotea a su alrededor.

Poché no voltea a ver a Vida, ¿Para qué hacerlo?, ¿Volver a ver sus ojos apagados y llenos de odio? Prefiere transportarse al reino de los dioses y dejar ahí a la castaña, no está de humor para aguantar su temperamento.

Camina por sobre los escalones de nubes hasta lo más alto que tiene permitido llegar, se deja caer en un pequeño jardín flotante y observa su cielo. Vida..., Vida..., Si ella la entendiera..., el envase vence, el contenedor se rompe, el alma se libera y debe buscar donde volver a nacer, donde volver a residir hasta que su reloj vuelva a llegar a cero.

-¿Daniela de nuevo?-. La voz de Johann la sobresalta, es el dios de todas las artes, demasiado alto para su gusto, chasquea la lengua y vuelve a cerrar su ojos –Una madre murió dando a luz-. Se acomoda de nuevo y el chico se sienta cerca suyo, pero no demasiado como para que su aura le afecte –Debes comprenderla, está enamorada de cada una de esas creaciones-. Sonríe un poco y cubre sus labios con su mano –Yo también Johann y eso no lo hace más fácil-.

La confesión de su pequeña amiga no lo toma por sorpresa, pero si la agonía de su semblante. Muerte jamás ha tenido algún problema con admitir que para ella, las creaciones de Vida son el mayor arte que puede existir, pero su confesión tiene algo de trasfondo que no logra ver.

-¿Crees que Pau quiera acompañarme con los humanos?-. Su pregunta le hace sonreír –También podría acompañarte. Pero ambos sabemos que odio arruinar mi existencia al ver lo que la mayoría de ellos hace-. La carcajada de la peli-azul no tardo en escucharse, Arte sonríe con alivio y le lanza una pequeña roca al rostro –Ve, Pau no tiene nada que hacer y sabes que literalmente ama ver a los humanos-. Poché le devolvió el golpe y en menos de un segundo ya estaba transportándose para buscar a Amor.

Vida camina por un desierto sin ganas, es extraño no verla rodeada de "naturaleza" pero lo más extraño es la mueca en su rostro. Lujuria la sigue de cerca y su presencia no pasa desapercibida para la diosa, pero decide omitirlo –No soporto ver como destroza todo lo que hago-. La carcajada de su mejor amigo ni siquiera la inmuta –Es el equilibrio del universo, pequeña-. Juan flota alrededor de ella con el cabello alborotado.

La castaña se cruza de brazos y con una mano peina su cabello hacia atrás –Lo sé, aun así no puedo no molestarme-. La risita histerica del pelirrojo la alteran de más, revuelve su cabello y espera que Lujuria termine con su escenita –Muerte no te ha hecho nada. Ya llevas miles de años huyendo de ella, supéralo-. Calle no podía identificar si Juan estaba a favor o en contra de ella, lo jalo de la camisa para verlo a los ojos, aunque él estuviese de cabeza.

-No confundas el trabajo con algo más Dani, conozco a Muerte más de lo que crees, ella no merece tu odio ni el de nadie-. El par de verdades que había dicho el pelirrojo quemaba el pecho de la diosa, soltó a su mejor amigo y se transportó hasta una playa, un par de tortugas estaba pronto a nacer y observar aquel espectáculo podía ayudarla a no pensar en lo sucedido. ¿Debía darle una oportunidad a Poché?

Caché || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora