.-La noche en que la luna se apago-.

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¿Por qué siento qué aunque corra con todas mis fuerzas volvere al mismo lugar vacío de siempre?

El día está perfectamente soleado y aún así la peliazul se mantiene con una leve sonrisa, mientras juega con el gorro de su chaqueta, los días pasan demasiado rápido para ella, todo perdió el sentido después de ese incidente, sus mejillas duelen porque toda la mañana se ha estado forzando a sonreír, puede ver todo a su alrededor pero no toma detalle de nada, ¿Qué importancia tiene?

Mira a la gente caminar tranquila, aparentemente sin preocupaciones, se pregunta que clase de secretos oscuros esconde cada uno, cuáles serán esas heridas que nadie jamás les ha visto, todos esos temores que sufren en silencio, hace unos meses no habría pensado de ese modo, simplemente habría disfrutado del día, pero sus ánimos habían desaparecido hace bastante.

Se levanta de la banca y deja al fin su gorro tranquilo, comienza a caminar de vuelta a su departamento, tarda más que solo quince minutos, camina a paso lento, se detiene a observar las vitrinas, lo que sea con tal de no llegar a casa, lo que sea con tal de huir de aquello, al abrir la puerta de su departamento un pequeño pug la espera, mueve su cola de un lado a otro y ladra con fuerza antes de comenzar a correr, lo oberva con una mueca, un intento de sonrisa.

Y estoy dando vueltas en círculo mientras tu recuerdo se borra de mi memoria.

Deja las llaves en la mesa cerca de la puerta, se detiene a observar la foto de la castaña y suspira con pesar, tres meses, dos días y se cumplirian cuatro, deja la foto boca-abajo y camina hasta su habitación, se cambia de ropa por una pijama, Ramón, el pug, la acompaña hasta el baño para cambiarse de vendas, los cortes en sus muñecas solo son una mala broma, igual que toda su vida.

Camina arrastrando sus pies hasta el estudio, el pequeño ha dejado de intentar llamar su atención y la sigue igual de triste, van casi dos meses desde que lo único que recibe de su dueña es comida, María José no es la única que esta sufriendo todo aquello, no fue solo ella quien perdio algo ese día, ese estúpido y asqueroso día donde toda su vida dio un giro horrible.

Las puertas del estudio rechinan, al estar dentro observa en silencio las esculturas, pinturas y fotografías que hay ahí, se siente mareada de tener de pronto a la castaña tan presente, se sienta sobre un pequeño banquito y toma un par de lápices, no esta en sus cinco sentidos pero sus manos se mueven solas intentando quitar de algún modo todo lo que la envenena.

No quiero dejarte ir pero el olvido me esta alcanzando y aún cuando grito con todas mis fuerzas no encuentro mi propia voz.

Se detiene a mitad del dibujo al darse cuenta de algo, sus ojos, ya no sabe como hacerlos y aún con tantas imagenes enfrente suyo no lo consigue, tira los materiales a la mesa y se levanta molesta, el perro que antes había estado descansando junto a sus piernas se asusta, abre las puertas del estudio de golpe y no se molesta en cerrarlas.

Arrastra sus pies con molestia hacía su habitación, esta harta, harta de olvidar y bloquearse, de que la castaña ya no este más, de su estúpido perro y sus recuerdos, quiere dormir y no despertar más.

No hay nubes que cubran el cielo aunque todo se volvió oscuro aquí.

La voz se escucha demasiado lejana, se guía por lo que consigue oír, intenta caminar en esa dirección pero no sabe si esta avanzando o no, todo esta tan oscuro que ni siquiera consigue ver sus manos, golpea algo con su pie y lo escucha quejarse del dolor, no puede observar nada a su alrededor, todo es negro, intenta avanzar y siente cada paso más pesado, la voz de la castaña aún la llama.

Si pudiese arrancarte de mi corazón lo haría, pero estás aquí aferrandote a algo que ya no existe.

Sus gritos desesperados buscando ayuda le dan dolor de cabeza, ya no puede avanzar porque siente sus extremidades demasiado pesadas para ser normal, una luz leve comienza a rodear un punto y entonces la ve al igual que ese día, a un lado de la bañera y rodeada de sangre, su vista se nubla por las lágrimas, su corazón comienza a oirse con fuerza contra sus oídos, abre los ojos y la alarma, junto a Ramón ladrando, la molestan.

Busco unos ojos que se apagaron hace mucho, cada noche en el bosque tu recuerdo difuso me agobia.

Otro día más, otra pesadilla, los recuerdos comienzan a distorsionarse, su realidad se distorsiona, por las noches esos sueños, durante el día esas imagenes, se dio una ducha y se cambio por otra pijama, hace dos semanas había dejado de tomar sus pastillas, estaba harta, caminó al estudio mientras el pug la seguía de cerca, las puertas estaban abiertas y algunas fotos estaban en el suelo, camino hasta estar en medio de la sala y entonces miro todo en silencio.

Una ira extraña la invadió, las esculturas cayeron al piso haciéndose trizas, destrozó todos los dibujos, tiro las fotografías, rompió las pinturas contra la pequeña mesa, rompió los pinceles y los potes de pintura, todo el cuarto estaba hecho mierda, y el pequeño pug temblaba contra la puerta asustado, cuando acabo con la última fotografía se dejo caer al suelo y comenzó a llorar.

Sus gritos de desesperación tenían al pequeño más asustado que antes, golpeaba sus piernas y jalaba su cabello, su respiración errática la hacía pensar que en cualquier momento se desmayaria. Cuando todo acabo se arrastró hasta una esquina de la habitación y comenzó a hacerle cariño a Ramón mientras se disculpaba con él entre hipidos.

No hay luz del sol que alcance a esa flor, se va a marchitar, aún se aferra a la vida y tu recuerdo me la esta robando.

Se había cambiado de ropa, aunque sus manos seguían manchadas de pintura, tomó a su pequeño hijo, junto a la nota que había escrito, salió del departamento y cuándo llego al parque dejo la nota en el collar de su pequeño, ato su correa a la pata de una banca y se alejo corriendo mientras lo escuchaba llorar.

Tardo quince minutos en llegar hasta el edificio, en el elevador una niña la miraba extraño, como si tuviera un tercer ojo, bajo en la azotea y se aproximó hasta la baranda, se trepó a ella y cerró sus ojos con fuerza, podía oír los gritos de la castaña, el llanto de su pequeño, volvió a llorar sin poder evitarlo y entonces saltó, los transeúntes gritaron alarmados.

Daniela había acabado con su vida y en el camino se había llevado la de María José.

Caché || One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora