Calma

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Zeta llega a la cueva antes de lo previsto. Entre las copas de pino consigue entrever el sol, que aún no está en lo alto.

Todavía no es mediodía.

Se encoge de hombros: más tiempo para ella. Recogiéndose un mechón detrás de la oreja, piensa en qué hacer hasta la vuelta de Ada.

La cueva está iluminada casi por completo, o esa es la sensación que tiene. Se sienta y coge su capa, que ha usado para envolver dos liebres.

Procede a limpiarlas, mientras cavila, como siempre, sobre su origen:

¿Quién soy... Quiénes somos? ¿Qué nos ha hecho esto?

Ada y ella tienen aptitudes muy diferentes, pero debe de haber algo en común...

Abriendo la segunda liebre con el cuchillo, piensa en sus pesadillas: ¿Tendrán relación con quién era? ¿Por qué nunca se acuerda al despertar?

Quizás, antes de esto, ya se conocían su compañera y ella. A lo mejor eso es lo que las une...
o no.

Sus pensamientos se ven interrumpidos cuando escucha un grito.

Reconoce la voz.

Sólo puede ser de una persona:
Ada.

Perdona, ¿Quién soy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora