Recuerdos

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...

-Nixie, tráeme ese cántaro -dice una anciana de cabello negro-. Yo no puedo con él.

Aunque la mujer está mirando a Ada desde una mecedora de madera, la muchacha no se da por aludida de inmediato. Pasea su mirada por la casa de ladrillo que se encuentra detrás de la anciana, por los verdes prados que se extienden a su alrededor y por el río que hay enfrente suyo. Su mirada repara en la vasija de arcilla que hay a apenas unos pasos, llena de agua:suponiendo que la anciana se debe referir a esa, la levanta con algo de esfuerzo.

Supongo que se habrá confundido... A la gente mayor le suele pasar.

Al otro lado del río, hay un hombre y una mujer escondidos detrás de un árbol. La mujer parece dolida, pero ¿Por qué?

Decide acercarse, volviendo a apoyar la vasija en el suelo.

-¡Nixie, el cántaro! -Le reprocha, desde lejos, la anciana.

Saltando sobre las piedras del río de aguas cristalinas, Ada llega hasta la otra orilla.

-... ¿Cómo se lo diremos? Es imposible que salga de esta... -Escucha Ada mientras avanza.

Están hablando a la entrada de una chopera, entre la primera y la segunda hilera de árboles. Se levanta una leve brisa mientras la mujer, de pelo muy corto y rojo, habla. El hombre es completamente opuesto: su pelo es largo, rizado y negro. Con un suspiro, abraza a su acompañante.

-Aún tiene una esperanza: el juego.

La mujer palidece. Se gira hacia el río, y Ada se esconde rápidamente tras un chopo.

-Sabes que Nixie no ganaría -reprocha la señora, levantando la voz-. Ni siquiera sabemos qué puede y qué no hacer.

Sin querer, Ada pierde el equilibrio al apoyarse en una raíz musgosa. Los dos adultos llegan a donde está ella en un instante.

-Oh, Dios mío... Nixie... ¿Has escuchado algo?

Ada está confusa: ¿Nixie otra vez? ¿Y si...?

-Quiero que sepas que te querremos pase lo que pase. Pero, ahora que lo sabes, considero que debes elegir tú lo que quieres hacer. Al fin y al cabo, ya tienes 19 años.

-¿De qué estáis hablando? -Pregunta Ada.

-Sabes que, cada año, unos cuantos chicos enferman de una forma u otra. Este año nos han dicho que tú... Estás enferma...

Ada arquea una ceja. Se incorpora, con cuidado de no volverse a tropezar.

-Yo me siento estupendamente, no entiendo de qué estoy enferma -replica-.

Los ojos casi negros de la madre se vuelven a llenar de lágrimas, y la abraza.

-No es del cuerpo, sino del alma... Algún día lo entenderás.

-Cariño, no la asustes más. Nixie -la llama quien, seguramente, sea su padre-: tienes una opción. Es muy arriesgada, pero...

De repente, su sueño es interrumpido por el contacto de alguien que la está... ¿Acariciando?

Empieza a notar ansia, ansia de terminar con algo. También nota codicia e, incluso, alegría...

-Lo siento, pequeña. Sólo puede ganar una, y va a ser mi protegida.

¿Esa es la voz de Sara?
¿Seguirá soñando?

Perdona, ¿Quién soy?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora