Capítulo 24:

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Algunas semanas habían pasado, la enfermera, Helena, dijo que había visto algunas mejoras en el estado de la señora Horan desde que sus hijos habían ido a hablar con ella. Así que antes de irse a dormir, Niall junto a su hermana iban con su madre y le platicaban lo que hicieron durante el día, o sus sentimientos, lo que pensaban, o a veces lo que fuera. Sabían que su madre los escuchaba, y eso los hacía muy felices.

Incluso Bobby Horan ya no pasaba tanto tiempo en el trabajo. Desde que entendió que al estarse alejando inconscientemente de sus hijos los lastimaba, poco a poco volvía en sí. Ya no llegaba tan tarde a casa, ni evitaba mirarlos a los ojos. Niall lo había escuchado hablar con su esposa, y susurrandole que la amaba. Incluso un día domingo, sorprendió a todos cuando una tarde, llegó a almorzar a casa, y vio a los amigos de Niall. Ya que Charlie, Lauren y a veces Louis, lo visitaban.

El rubio, ese día, había dormido quizá un poco feliz. Y aunque a Bobby se le hizo extraño ver a un castaño (que no era Liam) casi todo el tiempo con Niall, se alegró cuando veía que ese chico era una de las razones por las que su hijo parecía sentirse mejor.

No hacía muchos días que las vacaciones habían terminado. El rubio había estado pensando seriamente en si volver a la escuela, porque tal vez necesitaba distraerse un poco. Después de todo, Bobby llevaría y traería a su hija de la escuela, y a su madre la cuidaba Helena.

Después de pensarlo casi cuatro días se decidió, y su padre se habían alegrado muchísimo por ello. Los demás se llevarían una enorme sorpresa, cuando vieran llegar al rubio. Porque ni siquiera Charlie lo sabía.

Y aquella mañana de un miercoles, el rubio se encontraba buscando en su armario algo que ponerse. Hacía mucho tiempo que no se sentía tan nervioso.

Escuchó al lado de su habitación, agua caer..., su hermanita ya se estaba preparando también para ir a la escuela, y él debía apurarse.

Finalmente, encontró unos pantalones negros, un poco ajustados, se colocó una camisa en V de color gris con algún estampado raro, una chamarra gris con frangas rojas, y sus vans negros. Dudó un poco en sí ponerse una de esas lindas coronas, y al final optó por usar una de flores rojas.

Corrió escaleras abajo para preparar el desayuno, pero se sorprendió al ver a su padre con el pantalón del traje, y una camisa con las mangas remangadas. Sobre esta tenía un bonito mandil rosa, con flores blancas y amarillas en el estampado, que su madre solía ocupar. Sonrió cuando su padre le dio una mirada, poniendo un plato de huevos con tocino sobre la mesa.

-Buenos días, papá -se acercó al hombre, y lo abrazó-. Creí que ya estarías en el trabajo.

-Bueno días, hijo -intentó sonreír-. Mi jefe me ha dado vacaciones temporales, en lo que tu madre se recupera -agachó un poco la cabeza-. Él cree que me hacían falta, y no se le hace justo que yo trabaje más que cualquier otro empleado estando en esta situación... -soltó un largo suspiro-, pero me di cuenta de que mis hijos me necesitan más que nada -sonrió.

El rubio se dirigió a abrazar a su padre una ves más. Por la puerta de la cocina entró la pequeña, con su uniforme ya puesto, y el cabello húmedo y despeinado.

-Papi, ¿me ayudas a peinarme? No sé cómo hacerlo.

-Oh..., bueno, yo tampoco sé cómo, princesa -se rascó la nuca.

El rubio soltó una risilla, y caminó hasta su pequeña hermana.

-No te preocupes, yo la peinaré -le dijo a su padre.

La pequeña tenía su cepillo para el pelo en una de sus manos, Niall lo cepillo con cuidado, dejandolo suelto, y amarrando un listón blanco sobre sus cabellos, haciendole un moñito justo en el medio.

¡Y todo por una apuesta! |Niam| (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora