Capítulo 25:

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Un débil sonido salió de la boca del chico, se quedó con la boca abierta sin poder creer lo que había escuchado. El rubio cerró los ojos apretándolos, sintiendo su corazón detenerse por un momento. El agarre de su mano a su celular pegado a su oreja se fue debilitando hasta que sintió que se cayó de su mano, chocando con su pupitre..., comenzó a sentir que la respiración le faltaba y empezó a tomar aire abriendo la boca exageradamente.

Muy vagamente escuchó a alguien preguntarle si se encontraba bien, y la voz del profesor dejar de hablar. Pronto sintió todas las miradas sobre él, agachó la cabeza, sintiendo las lágrimas apoderándose de sus ojos, pero no las dejó caer, las retuvo en sus ojos.

Agarró su celular y guardó todas sus cosas tan rápido como pudo. Se levantó de su lugar, sintiendo todavía las miradas sobre él, y al pasar por el escritorio del profesor, alcanzo a murmurar un «lo siento...» con la voz entrecortada, que no pasó desapercibida por los demás. El Hombre solo asintió con la cabeza, imaginando lo peor al ver al muchacho con el celular en la mano, pareciendo temblar, como si le hubieran informado una mala noticia...

Finalmente, el chico salió del salón, y empezó a respirar más fuerte, ya sentía las mejillas húmedas, pero no le importó que las personas que pasaban a su lado lo miraran raro. Sus pies comenzaron a andar tan rápidamente que casi caía cuando frenó, al llegar al lugar que quería.

Se encontraba ahora en los jardines de la escuela, en ese lugar donde alguna vez vio a uno de sus mejores amigos llorar..., ahí se sentó, recargándose en el tronco de un árbol, del que se desprendían hojas de sus ramas. Y del que, por cierto se encontraba ahora solitario.

Estando ya solo, no pudo resistir más, sus sollozos comenzaron a salir de su boca, el dolor en su pecho fue aumentando y empezó a doler demasiado. Se puso de pie, desesperado, arrugando su camisa sobre su pecho, justo donde se encontraba su corazón, estrujándola. Algo dolía ahí..., dolía tanto, pero tanto...

Comenzó a soltar golpes hacia el tronco del árbol, luego siguió con patadas, hasta que ya no pudo. De su boca salió un gruñido de enojo que intentó contener, sin éxito..., suerte para él que no había nadie por ahí que lo pudiera haber escuchado.

Recargó sus brazos en el árbol, uno arriba del otro, y recargó su cabeza en estos, para llorar ahí...

No pasaron demasiados segundos, y escuchó el crujir de las hojas caídas de los árboles cerca de donde estaba, y segundos después, sintió a alguien al lado suyo.

El Horan sollozaba ahora en silencio, pero no podía controlar las leves sacudidas, provocadas por el llanto.

—Oye, ¿estás bien...? —escuchó Niall, la voz dulce de un chico, aunque no la reconoció.

—¿Te parece que está bien, idiota? —alguien más habló.

Eran dos chicos los que estaban ahí, o al menos los que había escuchado.

—Cállate..., ¿Qué tienes? No llores, por favor... —la voz dulce del chico volvió a hablar.

Y por más que el rubio quería que nadie lo viera en ese estado, ni mucho menos..., en esos momentos necesitaba un abrazo, de quien fuese..., pero necesitaba un abrazo.

Y sin que alguno de los chicos que estaban parados mirando al rubio, se lo esperase. Niall se aferró al cuello de alguno de ellos, el más cercano que estaba a él. Y lo que a Niall le sorprendió, fue que el chico al que había abrazado, le abrazara también susurrándole palabras tiernas, «Oh, no te preocupes, todo estará bien...»

El rubio escondió su cara en el cuello del chico, y ahí lloró un momento, necesitaba desahogarse, y ni le importó la situación tan vergonzosa de que alguien(es) a quienes no conocía, le vieran en ese estado.

¡Y todo por una apuesta! |Niam| (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora