Capítulo 3:

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El muchacho se removió bajo las cobijas y abrió sus ojos lentamente al escuchar una dulce voz hablarle.

Su madre lo miraba con una sonrisa en el rostro, besó su frente y Niall sonrió, volviendo a cerrar los ojos.

—¿Cielo? Despierta —murmuró la mujer.

El rubio negó con la cabeza dispuesto a dormir otra vez, estaba cubriéndose con las cobijas, hasta que Maura lo detuvo.

—Tienes que ir a cumplir el castigo, Niall. Arriba.

—No quiero, mamá muero de sueño —bostezó.

—¿Pues quién te manda a dormir hasta las tres de la madrugada, eh? —se cruzó de brazos—. No creas que no escuchaba tus risitas.

Niall sonrió inocentemente, y sin decir nada se levantó de la cama. Se dio una ducha, diez minutos después salió. Se puso lo primero (limpio) que encontró y bajó las escaleras hasta la cocina.

Su madre estaba haciendo el desayuno, el olor del chocolate caliente llegaba hasta el segundo piso inundando toda la casa, así que seguro An Vené no tardaría en despertar.

El rubio sonrió al sentarse en la silla, se sirvió un poco de jugo de naranja, mordió un pan tostado y salió de casa corriendo después de despedirse de sus padres.

Eran las 7:49 am y tenía que estar en la escuela a las 8:00 am en punto. Si esta vez no llegaba a tiempo al castigo lo suspenderían tres días. Y eso no era bueno estando en días de exámenes.

Bajando del autobús corrió hasta la puerta, sacó la credencial de estudiante y caminó hasta la sala correspondiente.

Después de haber entregado los permisos que necesitaba, el profesor encargado los sermoneo durante algunos minutos sobre la puntualidad, seguido de ello todos se dirigieron a su zona correspondiente. Estando ya en el patio, y ahí junto con varios chicos y chicas, tenían que quitar el chicle pegado del piso, recoger la basura y ponerla en los botes, separarla por orgánica e inorgánica. Separar los cartones, envases y demás cosas, luego irla a dejar a la parte trasera de la escuela, que es donde el camión de basura la recoge.

A la segunda hora se encontró con Perrie, su prima, y mientras limpiaban las mesas de la enorme cafetería, se pusieron a platicar de todas esas cosas interesantes ocurridas durante la semana.

El rubio se sentó en donde había limpiado minutos antes y la rubia lo acompaño, después de todo ya habían limpiado más de la mitad de la cafetería, y se habían llevado casi una hora haciéndolo.

—¿Supiste de los nuevos chicos que entraron al instituto? —comentó la chica.

El rubio negó con la cabeza sin darle mucha importancia.

—Uno de ellos está en mi clase, ¡y está muy guapo! Creo que hace mucho que no salgo con alguien, ¿Sabes? Y él parece ese tipo de chico que...

—¡Hey, ustedes! Horan y Edwards —les gritó un profesor—. Pónganse de pie, esto es un castigo, no empiecen a sentirse cómodos, eh —los regañó.

Ambos se pusieron de pie, se murmuraron algunas cosas, y siguieron limpiando las mesas platicando en voz baja, mientras que otros trapeaban el piso a su alrededor. Lo bueno de estar en cafetería es que podías comer (si no te veían) y las cocineras no cobraban por ser fin de semana y por ser día de castigo. Eran increíbles las cocineras, ya que siempre decían que los estudiantes tenían suficiente con el estrés de la escuela, más los castigos, las tareas y todo lo que ello conlleva, así que no cobraban por nada. Eran buena gente realmente.

Cuando el profesor se distrajo un poco regañando a un chico, Niall caminó hasta allí.

—Hola, señorita Elizabeth, ¿cómo está? —saludó el rubio a la mujer.

¡Y todo por una apuesta! |Niam| (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora