Capítulo 10:

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El Horan se hizo a un lado bastante apenado, intentado esconderse detrás, y abrió más la puerta para que el mayor pudiera pasar. Sus mejillas estaban completamente sonrojadas.

—Pasa... si quieres —murmuró.

—Uh, sí, está bien —respondió algo nervioso.

—¿Qué traes ahí? —cuestionó al notar el brazo escondido detrás de su espalda.

—Oh, bueno... —se sonrojo un poco—. Mamá nos vio desde la cocina, y... umm... —pasó su brazo al frente, extendiedo su mano con una rosa roja en ella—. Insistió en que te la trajera —le dijo con la mirada gacha. Niall también se sonrojo—. Es para ti.

—¿Qué? ¿Para mí? —Liam asintió—. Woah, nunca me habían dado una rosa... gracias —la tomó—. Siento que me vieras así —se señaló.

Y antes de que Liam respondiera, escucharon varios grititos de niñas entrando a la casa, ya que habían dejado la puerta abierta.

—An Vené, —la llamó Niall—. ¡Silencio! Dejen de gritar, ¿qué pasa? —cuestionó mirando a las seis niñas.

—Mamá me dio permiso de traer a mis amigas hoy, te lo había repetido cientos de veces, rubio —se cruzó de brazos.

La pequeña notó que su hermano traía puesta una falda rosa un poco corta, y se le veían las piernas velludas, tenía una rosa roja en la mano, y un muchacho castaño no dejaba de mirar a su hermano como si fuera el mismo paraíso quién tuviera en frente.

—Oye ¿quién es el bonito castaño enamorado? —sonrió.

El mencionado se apeno y agachó la mirada, dejando de mirar al rubio. Pareciera como si no estuvieran hablando con una niña de nueve años.

—An Vené, ¡Por Dios! —se sonrojó un poco—. Eso no se dice.

—Ah, ya sé, tú eres ese castaño bonito del que mi hermano me contó la otra vez... ¿sí es él, no Niall?

—Ay, mira, ya cállate y vete con tus amigas a la sala, Dios mío.

La pequeña se alejó soltando una risilla.

—¿«El castaño bonito»? —volteó hacia al rubio.

El ojiazul tosió nerviosamente mientras se sonrojaba un poco, evitó mirar al castaño a la cara e hizo completamente caso omiso a la cuestión.

—Bien... —murmuró el castaño entendiendo—. Entonces, ¿por qué traes una falda? ¿Es tuya? —levantó una ceja.

El chico, que había querido evitar aquellos ojos castaños y penetrantes, lo miró de inmediato por el cuestionamiento.

—¿Mía? ¡¿Cómo crees?! —golpeó suavemente su hombro—. Es... bueno... es que cuando llegué de la escuela olvidé quitarme la corona de flores antes de entrar —recordó.

El ojimiel agachó la cabeza ocultando una sonrisa, evitando reirse muy fuerte. Niall camino hacia uno de los sillones y se sentó, observando la rosa en sus manos.

—Ya sé que te estas riendo —hizo un puchero sin despegar la vista de su flor.

Liam se encogió de hombros, soltó una débil risilla sin negarlo, y se sentó frente al rubio mirando cómo observaba con una brillante sonrisa la rosa roja. Se avergonzó en un segundo.

—Ella... —continuó Niall—. Mamá no me había visto con la corona hasta hoy, porque olvidé quitarmela, y no me se ocurrió ninguna buena excusa. Entonces se le ocurrió la idea de que... —se quedó callado un momento—. Ella y mi hermana tienen la idea de que yo... bueno, no estoy muy seguro... —murmuró apenado—. El punto es que mi madre me dijo que estaba haciendo una falda para una amiga suya, y no recordó donde dejó sus maniquís, y no quiso conseguir uno. Entonces me usó a mí de molde, o como se diga —bufó—.  Dijo que su amiga estaba delgada, justo así como yo... así que… ¡bah! No sé. Creo que quería verme con una falda, y una corona de flores... u ¡Oh, Dios! —dejó la rosa sobre sus piernas y se llevó las manos a la cara—. ¿Es normal que mi madre haga eso? —cuestionó bajito.

¡Y todo por una apuesta! |Niam| (Reescrita)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora