Capítulo 1

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Su cuerpo se movía al ritmo de la música. Se contoneaba con sensualidad, se volvía uno con el tubo como si estuviera haciendo el amor. El ritmo la llevaba a límites inimaginables, la hacía sentir viva. Bailar era lo que más amaba. 

Sentía los ojos de muchos en su cuerpo. No era esbelta, pero sabía moverse y eso era suficiente para los hombres que pagaban por ella. 

Se deslizó por el metal hasta quedar en cuclillas y abierta ante el público. Subió de nuevo meneándose eróticamente y tocando su piel con deseo. Llevó sus manos a su espalda y como cada noche, se quitó el sostén. Gritos de júbilo estallaron en todo el bar y ella sonrió satisfecha. 

Se dejó llevar por las palabras insinuantes de la canción unos segundos más, trepó el tubo, giró sobre él y luego terminó su show colgada de cabeza. 

Aplausos llenaron el lugar mientras Cassie recogía los billetes de escenario. Al volver a su camerino sonrió con tristeza a su reflejo en el espejo. Su mayor anhelo era bailar en grandes escenarios, con el Cirque Du Soleil, demostrar su talento al mundo, pero apenas podía conformarse con table dance en un bar de mala muerte. 

Habían muchas cosas que la separaban de sus sueños, pero el problema principal era su padre. Él odiaba que Cassie bailara. De hecho, él odiaba cualquier cosa que le recordara a su madre desaparecida. A veces creía que la odiaba por parecerse a ella, la mujer que los abandonó hacía años. 

Sacudió su cabeza para alejar los pensamientos melancólicos y se retiró la peluca rubia de la cabeza revelando su cabello castaño, y la dejó junto a las demás. Se desmaquilló y se quitó sus lentillas color púrpura. Dejó de ser la sensual stripper Escarlata para convertirse en la chica que era día a día. Esa que iba a clases a diario y vivía bajo el ala de su padre. 

Se cambió de ropa y salió de allí rápidamente, recogería su pago y volvería a casa. Era lo que hacía los días que trabajaba allí, nunca se quedaba para más nada. No tenía motivos.

Cuando se encontró con su encargada, esta le sonrió con malicia y con ojos llenos de avaricia. Cassie sabía lo que estaba por decirle y por enésima vez le contestaría con un rotundo no.

–Cassie, querida. Hoy has estado tan espectacular como siempre– le acarició un mechón de pelo y la joven la miró aburrida.

–Gracias, Renata. Ahora dame mi dinero que me tengo que ir– iba a tomar el sobre pero la mujer lo alejó de ella. Cassie bufó.

–No tan rápido, pequeña. Aquí tienes un buen pago– agitó el sobre –Pero allá tienes más. ¿Qué dices?– le mostró con un dedo de larga uña y Cassie siguió la dirección con su mirada para encontrarse a su muy insistente pretendiente.

Era un hombre de algunos treinta años. Se le notaba que tenía dinero y era de muy buen ver, pero Cassie no estaba interesada, ella no era una prostituta.

El tipo le sonrío, sin lascivia en su expresión para su sorpresa y ella apartó la mirada. 

–Sabes que no hago ese tipo de trabajo, Renata. Solo bailo– le recordó y le arrancó su paga de las manos –Hasta luego. 

Pasó por el lado de la mujer y la escuchó gruñir, sin embargo no le importó. Ella no se acostaba con clientes y punto, lo tenía muy claro. 

Salió del bar con apuro pues se estaba haciendo muy tarde. Cuando iba a entrar a su auto, una voz conocida la hizo detenerse de golpe. No podía tener peor suerte. 

–Vaya, vaya. ¿Pero qué tenemos aquí? Si es Cassie Taylor. ¿O debería decir la putita?

Cassie se giró para enfrentarla y encontró a la chica más detestable de la escuela junto a su séquito. Eran su mayor fastidio desde que descubrieron lo que hacía en el bar.

–Raysa. Es un gusto verte, pero no tengo tiempo para conversar– se volvió hacia su auto pero la chica se interpuso. 

–No huyas, putita. Aún no nos divertimos. 

–Aléjate, Raysa, o te golpearé– la amenazó y la chica soltó una risilla burlona –Es en serio– esperó a que se retirara y cuando no lo hizo la golpeó con su codo.

–¡Perra!– gritó Raysa y Cassie rió.

–Te dijo que lo haría. Ahora, adiós– se subió a su auto y sonrió divertida al ver a la chica aún doblada y sosteniendo su estómago. 

Había aprendido a defenderse de las personas como ella, no era débil. Era fuerte, su madrastra la enseñó a hacerlo cuando llegó a sus vidas. No con violencia exactamente, eso lo aprendió solita; le había enseñado a que las palabras de los demás no la dañaran. Es por ello que había sobrevivido a la secundaria. 

Cuando llegó a casa se encontró a sus padres viendo una película, los saludó a ambos y subió a su habitación con una sonrisa. 

Esa era ella, Cassie Taylor, una chica común viviendo una vida nocturna interesante. 

***

Cameron reposaba en la vieja cama del estudio que había rentado. Era pequeño pero era el inicio de su independencia. Una que quería compartir con Violet, la persona más importante de su vida, la chica que amaba y que lo rechazó luego de que le había prometido estar juntos. 

Debió suponerlo, ella era demasiado para él. Era insaciable en todos los aspectos y no estaba a su altura. Pero al menos la tenía, por el momento. Sabía que pronto todo acabaría, lo notó cuando tuvieron sexo hacía tres días en su nueva casa de acogida. Ella estaba distinta, lo notaba desde el orfanato. 

Se acomodó y miró el techo lleno de humedad. Estaba solo, tenía que comenzar de cero. Sería difícil, pero todo en su vida lo era. Desde que lo abandonaron cuando era un bebé. 

Tenía una lista en mente. Comenzaba con trabajar, estudiar psicología y encontrar a sus padres para que le explicaran el por qué de todo. Luego continuaría. No sabía cómo exactamente, pero lo lograría. 

Toda su niñez la había vivido con una sola pregunta: ¿por qué lo dejaron? ¿Qué había hecho un niño inocente para que lo abandonaran? Era su mayor dilema. 

Se levantó de la cama y miró a su alrededor. No era nadie, apenas estaba saliendo de un orfanato. ¿Cómo viviría a partir de ese momento? Suponía que lo descubriría al pasar los días.

Otras de las dudas que lo consumían era el por qué nunca nadie lo había adoptado. Era buen chico, aplicado y decente. O al menos eso creía. 

Tomó algo de su equipaje y lo acarició con veneración, era la única pista que tenía de su familia. Un collar de oro con su nombre. Lo dejó a un lado y respiró hondo. 

Era el momento de construir a un nuevo Cameron, pero primero tenía que saldar algunas cuentas. 

***

Próximo capítulo, viernes 8 de noviembre.

My Sweet Sin (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora