KING [H.S MATURE]

XXVII

Evangeline miro por la ventana del carruaje y suspiro, el camino había sido realmente largo y estaba completamente agotada pero se negaba a quejarse en voz alta, nunca más se iba a mostrar débil frente a nadie en quien no confiara, y ella no confiaba en nadie, si no respetaban por las buenas al menos haría que le temieran para lograrlo, iba a ser tan fuerte que su sola mirada infundiría miedo y pánicos cuando lo necesitará.

Habían sido siete días de viaje en carreta, el doble de lo que estaba predestinado durar el viaje normalmente pero estaba viajando con aborto reciente y un par de veces se habían tenido que detener para atender los sangrados espontáneos que había tenido.

Harry, por otro lado se había negado a viajar en el carruaje con ella pero había cabalgado a su lado los siete días sin descansó, incluso cuando habían llegado al campamento este mismo la había ayudado a bajar cargándola hasta la tienda que ambos usuarian en la estancia en aquel lugar lleno de soldados que los protegían a ellos y a las fronteras, poniéndola sobre una suave cama llena de pieles de osos y de otros animales que ayudarían a protegerla del frío.

Habían llegado demasiados días tardes así que Harry había salido de la tienda de inmediato para reunirse con sus hombres a lo que Evangeline aprovechó de descansar. Una de las criadas le había ayudado a quitarse algunas capas de ropa para meterse a la cama bajo todo ese montón de pesadas pieles y dormír cómodamente un par de horas aprovechando que aún era de mañana, ya que en la tarde tenía planeado unirse a alguna expedición que hubiera.

Se dejó arropar por las criadas y suspiro cuando sintio un gran peso ponerse a ambos costados, viendo de reojo a sus dos lobos echados en el piso con la cabeza sobre la cama cerca de ella.

Habían crecido tanto y tan rápido que ya eran mas altos que hace un par de días atrás, ya había sobrepasado el metro de altura a los cinco meses que tenían de vida, aún eran cachorros pero eran aterradores a la vista de cualquiera y que realmente eran salvajes.

Acarició el lomo de uno de ellos y sonrió, después de tantos meses ya tenía el nombre perfecto para ellos, el más grande sería James mientras que el que estaba en su espalda sería Edward, los nombres del al medio de los hombres que mas amaba en la vida.

Cerró los ojos cuando estos ya no podían seguir abiertos y se relajo tomando una pequeña siesta, ya estaba realmente agotada, no sabía que tanto había necesitado una cama hasta que se había recostado en una.

Evangeline abrió los ojos cuando oyó los cotilleos de lo que debian ser las criadas que estaban en la habitación junto con ella en caso que necesitaba algo, así que se sentó en la cama cuando vio que no podría volver a dormir nuevamente con todo el ruido que había afuera también.

Dió la orden para que la ayudarán a vestir nuevamente con un par de pantalones dejando atrás los elegantes vestidos que acostumbraba a vestir siempre por comodidad a la hora de moverse, estaba débil y los vestidos debían pesar al menos siete kilos casa uno, no eran una buena opción en su estado, debían ser pasada la hora del almuerzo ya que una de las criadas le pregunto si quería comer o simplemente tomaría algunos bocadillos decidiendose por esto último y un poco de vino dulce para acompañar los bocadillos.

Cuando terminó se puso de pie por si sola sintiéndose considerablemente mejor de lo que se sentía cuando había llegado, saliendo de la tienda seguida por James y Edward junto a dos soldados de la guardia real que su deber era protegerla y un par de criada que su deber era suplir sus necesidades en cada momento.

- ¿Dónde está mi esposo? - Preguntó al aire y uno de los guardias le respondió de inmediato guiandola hasta donde esté se encontraba rodeado de lo que creían ser sus mejores hombres viendo un mapa tallado en una enorme roca con una serie de detalles hermosos en ella.