9. Silencio.

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- Eh... Mmm... ¿Pablo?-dije nerviosa.- ¿Por qué has cogido eso?

- Bueno chica, si tenías la habitación hecha un cuadro no es mi culpa.-dijo cerrando el cuaderno.

Cogí el cuaderno y lo guardé en la funda de la guitarra.

- Como una niña chica, hija ni que ahí hubieran los papeles de Bárcenas.-dijo algo molesta.

Realmente estaba muy nerviosa. Desde hacía un tiempo, abría el cuaderno rápido y evitando ciertas páginas. No soportaba echar una mirada atrás, recordar aquello que un día fue bonito pero que terminó convirtiéndose en mi peor pesadilla, en la bomba atómica que destrozó mi estabilidad emocional. Malú, obviamente, ni imaginaba los cien mil huracanes que había entre esas páginas. Supongo que nadie se imagina que alguien como yo, con esta fachada de tipa dura, diligente, seria, responsable hasta la saciedad y cuadriculada, tuviera sitio para la debilidad. 

Suspiré, me froté la frente y me fui al balcón dando un portazo. Al salir apoyé mis codos en la barandilla del balcón. Tomé aire, cerré los ojos, sentí cómo el oxígeno se colaba por mis pulmones, llenando cada recoveco. Una lagrima se deslizó por mi mejilla. Hacía mucho tiempo que no escuchaba "Pablo" de la boca de alguien. Todos evitaban hablarme de aquello. Después de aquella fatídica tarde en el puerto, nadie más osó pronunciar ese nombre en mi presencia. Solo escuchaba aquellas cinco letras en mi cabeza, cuando me torturaba. 

- Chiquilla, ¿se puede saber qué mosca te ha picado? Entiendo que no quieras contarme tu vida pero tampoco hace falta que vayas dando portazos, escondiendo el cuaderno y con esa cara de susto.-dijo Malú abriendo la puerta.

Mantuve mi mirada en el horizonte. No quería girarme y que me viera así, prefería que pensara que había sido una niñatada típica de alguien de 21. Pero ella no podía estarse quieta. Siguió hablando y acercándose a mí.

- ¿Ahora no me hablas? Estupendo, de puta madre.-dijo.

Se puso a mi altura.

- Flipo contigo, ¿se puede saber qué te pasa?-dijo mirándome.

Cogí aire, traté de que mi respiración sonara firme pero sonó quebrada y se percató. Apartó un mechón de mi cara.

- ¿Estás bien? ¿Miriam qué sucede?-preguntó preocupada.

- Es mi ex. Pablo es mi ex. Estuve con él ocho años. Le dejé hace tres meses.-mi voz quebrada, las lágrimas amenazando con escapar de mi lagrimal, venía la parte que me paralizaba.-Quedamos en el puerto, ese fue el sitio donde solía huir de mi rutina. 

- Si no quieres, de verdad, no es necesario, Miriam.-dijo Malú acariciándome la melena.

- No, necesito exteriorizar. Quedamos y pues... lo solté, a bocajarro. Le dije que necesitaba terminar con nuestra relación, que me sentía sobrepasada, que desde que volví de la academia le notaba raro conmigo, evitaba todo lo que era fuera música y mi nueva realidad, evitaba salir conmigo a la calle, de pronto, todo se volvió casi clandestino. Además, sentía que ya no fluíamos, no como antes. Él... él se puso muy nervioso... Primero pensó que era una broma... luego empezó a chillar, a insultarme, a soltar dardos por su boca. En un primer momento me envalentoné y caí en su juego de insultos y descalificaciones. Nos enzarzamos en una fuerte discusión. Esa discusión empezó a subir de nivel y me empujó, esa zona es de piedras y bueno, caí de espaldas al tropezar con una de ellas y me di un golpe en la zona de los dorsales de la espalda. Me asustó mucho verle de ese modo. Pablo jamás había sido agresivo, a ningún nivel. Pero lejos de parar... -mis lágrimas empezaron a caer.- Lejos de parar se acercó a mí y continuó su discurso dándome bofetadas en la cara. Me cargó en brazos y quiso llevarme a su coche, a la fuerza. Yo no quería ir y el repetía que no iba a dejarle. Ahí, toda mi valentía se esfumó. Entré en una crisis de ansiedad fuertísima, él cegado por el dolor siguió, sin importarle lo más mínimo lo que yo estuviera sintiéndome... Me metió en el coche.-lloré más fuerte.

Ella me abrazó.

- Ey, ya, ya está, ahora estás aquí, en México conmigo.-me susurraba mientras acariciaba mi espalda para calmarme.

- Malú, yo... yo estaba en shock. Era incapaz de moverme, de articular palabras más allá de "quiero irme" y "déjame irme". Toda yo era ansiedad.-Gimoteé.- Me llevó a su casa. Malú, quería retenerme allí.-conseguí decir entre lágrimas.- No sé que hubiera hecho de no haber podido huir. No podía creer que aquella persona fuera la misma persona que había tenido a mi lado durante todo este tiempo. Intentó atarme con bridas a su cama.-dije rompiendo en un llanto profundo.- Conseguí salir porque ... Porque sin darme cuenta, llamé a Efrén, tenía el teléfono en el bolsillo y llamó. Escuchó todo. Cuando llegó... Cuando llegó tenía... Le tenía... Le tenía encima.

Esto último no lo sabía ni Agoney. Jamás me había atrevido a contarlo. Posiblemente por miedo, por querer apartar aquello de mí, por vergüenza incluso.  Tal vez por temor a no ser creída, ¿quién iba a imaginar que el idílico Pablo fuera capaz de algo así? 

Malú no dijo nada, respiró pesadamente, me dio un beso en el pelo y me apretó más hacia ella. No dijo nada, pero tampoco necesitaba una palabra, su gesto hablaba por si solo. Entendía todo lo anterior. Mis ausencias, mis cambios de humor al quedarme pensativa, mi reacción ante su pregunta.

- Lo siento, no quería que te sintieras así.-dijo en un susurró.

- No, necesitaba contarlo, iba a quemarme por dentro.-respondí.

Me abrazó durante unos minutos, en silencio. Allí estábamos, ante el skyline de México, abrazadas. Lloré pero lloré mi propia jaula, permitiéndome mi propia libertad. 

Después de estar un rato quietas, pegadas la una a la otra, rompió el silencio.

- ¿Sabes? Tengo la sensación de que este viaje nos va a cambiar la vida.-dijo mientras acariciaba mi espalda.

Sin que ella lo supiera ni yo tampoco, estaba en lo cierto. Aquel viaje iba a cambiarnos la vida. Le abracé fuerte. Tan solo necesitaba eso, mimo, comprensión, cariño y silencio. Aquella noche no necesitaba tirones de camiseta,  ni intensidad sobre el colchón, tampoco besos robados. Tan solo necesitaba renacer y eso, iba a ser un trepidante camino.

Se pusieron las cartas sobre la mesa. Ahora ambas están al descubierto. La noche de antes del viaje ambas quedan desarmadas, fuera de su juego habitual de tira y aflojas, fuera de esa aura de tensión sexual. Miriam al descubierto. Toca emprender el viaje con la maleta vacía, ¿qué creéis que acontecerá el amanecer? ¿qué surgirá en Palenque? Dejad en los comentarios vuestras respuestas, reacciones y predicciones de cara al próximo capítulo. 

HALA KENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora