29. ¿Me ayudarás? - FINAL

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Llegué a la casa. Sabía la dirección porque en una de las últimas conversaciones que había tenido con Malú me dijo dónde solía vivir. Pude vislumbrar una imponente casa que coincidía con la localización que Malú me había mencionado con anterioridad. Aparqué mi Mercedes algo alejado de la casa, estaba enfadada, bañada en furia pero debía mantener la mente fría. Mi prioridad era rescatar a Malú y si podía, lo haría casi de infiltrada. Por tanto, debía tratar de pasar desapercibida.

Cuando bajé del coche recibí una llamada, era Raquel. Aunque dudé en si coger o no la llamada, decidí llamar. 

- Miriam, ¿dónde estás?-preguntó preocupada.

- Casi en casa de Albert y Malú.-dije algo seca.

- Espera, estamos muy cerca. Mi hermano me ha proporcionado unos planos, vamos a ayudarte. Danos dos minutos, por favor.-dijo rápido.

Accedí a recibir su ayuda y a esperar dos minutos más. Estaba allí, así que si veía algo de movimiento de coches o lo que fuera, podría seguirlos o lo que fuera preciso. En poco más de dos minutos llegó un Mini blanco conducido por Sol y donde Raquel iba de copiloto. Aparcaron cerca de mi coche y bajaron deprisa, acercándose a mí. Nos saludamos y rápidamente me mostraron los planos. Los doble y me los guardé en el bolsillo trasero de mi pantalón.

- Miriam, mi hermano me ha informado de que hay una habitación subterránea que no aparece en los planos.-dijo Raquel. 

- Allí no llega ni la cobertura ni absolutamente nada.-añadió Sol.

- Por eso queremos que lleves esto, es una especie de walkie con la frecuencia adaptada a entornos hostiles como subterráneos y habitaciones aisladas. Podrás comunicarte con nosotras y si necesitas cualquier cosa te ayudaremos, no nos moveremos de aquí.-dijo Raquel mostrándome el aparato. 

Era como una especie de auricular con un pequeño micro. Me lo coloqué sin pensarlo. Todo lo que pudiera servirme de ayuda lo aceptaría. 

- Miriam, si quieres entramos contigo. No tienes por qué entrar sola.-dijo Sol preocupada.

- No, creo que es mejor que vosotras estéis fuera, será de gran ayuda.-dije analizando la situación. 

Pero no, no iba a entrar sola y es que claro, antes de salir de casa de Sol, llamé a mi hermano, Efrén, para desahogarme y él lejos de dejarme sola ante aquello, se presentó junto con Inés, dispuestos a entrar conmigo si era necesario.  

- Efrén, Inés, ¿qué hacéis aquí?-pregunté abrazándoles.

- Pues ayudarte, Micky, no vas a entrar ahí sola.-dijo Efrén removiendo mi melena.

Sonreí apretando los labios. En mis ojos la emoción. Él nunca me fallaría. Aunque intenté oponerme a que entraran para evitar ponerlos en riesgo, fue en vano. No venían a preguntar si podían entrar, venían para entrar. Así que entramos en bloque. Parecíamos Shreck y asno entrando en la fortificación donde se hallaba atrapada la princesa Fiona, porque íbamos sin saber a qué nos enfrentaríamos. A medida que nos acercábamos al portal pudimos observar que al final del vallado del seto había un agujero. No lo pensamos dos veces. Miramos por el agujero para ver si había alguien en lo que intuimos que sería el jardín y una vez lo vimos despejado, tratamos de buscar cámaras de seguridad. Limpio. Primero pasé yo por el agujero, tras de mí, Efrén y finalmente Inés. Rápidamente fuimos hacia una pared lateral donde no había cámaras. El jardín era inmenso, aquello parecía una de esas casa de diseño que se ven en las revistas. De esas que ves y piensas, tremendo casoplón. 

Nos miramos y continuamos, avanzábamos pegados a la pared. Inés mirando hacia atrás, yo hacia el frente y Efrén nos coordinaba. Llegamos a la parte trasera de la casa donde había una gran vidriera que separaba un salón inmenso con la zona de la piscina, a la cual no le faltaba detalle. No divisamos a nadie en el salón así que decidimos entrar con el sigilo de un gato. 

HALA KENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora