28. No hay nadie más.

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Era jueves, la semana se me había hecho rápida dentro de lo que cabe aunque no había parado de trabajar. La producción del disco ya estaba lista. Esa mañana la pasamos haciendo las maletas. Malú no sabía nada de que aquella misma tarde ya estaría en Madrid. Quería que fuera una sorpresa. Tampoco le había comentado nada a Sol. 

Una vez lo teníamos todo recogido y empaquetado, nos despedimos de Paul y Patrick, pero también de aquel lugar que había visto y vivido tanto. Pocas veces caemos en la necesidad de despedirse de los lugares, cerrar etapas importantes es más que necesario y en esas etapas, el lugar tiene mucho que ver.

De camino al aeropuerto casi como si fuera una premonición una canción asaltó mi Spotify, "BAGDAD" de Rosalía.

"Y se va a quemar, si sigue ahí,

Las llamas van al cielo a morir.

Ya no hay nadie más por ahí

No hay nadie más, sentaíta dando palmas.

Y se va a quemar, si sigue ahí

Las llamas van al cielo a morir. 


Ya no hay nadie más por ahí, 

No hay nadie más, no hay nadie más.

Por la noche, la salía del Bagdad,

Pelo negro, ojo' oscuro'

Bonita pero apena'

Sentaíta, cabizbaja dando palmas

Mientras a su alrededor

Pasaban, la miraban,

La miraban sin ver ná'

Solita en el infierno,

En el infierno está atrapa'.

Sentaíta, las manos las juntaba

Que al compás por bulería 

Parecía que rezaba."

En aquel instante no lo sabía pero aquella letra y aquella canción eran la más cruel visión al futuro. La crónica de una pesadilla anunciada. Me sobrecogió aquella letra. Si bien Rosalía no era de mi estilo, la profundidad de aquella letra no me había dejado indiferente. Era como si mi cuerpo me hubiera puesto sobreaviso. 

Aquellos momentos previos a llegar a Madrid se me hicieron eternos. Tenía prisa por llegar, por volver a verla, por besarla de nuevo, por hacerle sentir mi calor. Efrén y yo nos separamos en Barajas, a él le recogió Inés con quien se fue hacia el piso que alquilaron en la capital. Yo, por el contrario, cogí un Cabify y puse rumbo al ático de Sol. Llamé a Malú. Un tono, dos tonos, tres tonos, a cada tono me tensaba más. No lo cogió. Volví a llamar. De nuevo, sin respuesta. Fruncí el ceño contrariada, decidí llamar a Sol. Ya estaba en el portal del bloque de su ático. Tardó dos tonos en cogérmelo.

- Hola Miriam.-dijo algo nerviosa.

- Hola, ¿pasa algo?-pregunté inquieta.

- No, no, tranquila.-dijo rápido, como tratando de ocultar su inicial nerviosismo.

- Estoy en el portal. He venido antes, ¿puedo subir?-pregunté.

- ¿Ya? Qué rapido ha ido la producción.-dijo rápido y sorprendida.- S-Sí, sube, sube.-dijo y acto seguido, me dio acceso al edificio.

Todo aquello me sonaba demasiado raro. Subí lo más rápido que el ascensor me permitió. Cuando llegué a la puerta, Sol me esperaba apoyada en el marco de esta. Entré dentro y no me pude aguantar más todo aquel mistario.

HALA KENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora