14. Tequila.

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Nos separamos, ella me miró de arriba a bajo. Volvió su mirada hacia mis ojos, sonrió de lado y se quitó la camiseta.

- Ya que estamos no te importará que me duche contigo, ¿no?-dijo con la camiseta mojada en la mano.

- En absoluto.-respondí sonriente.

Tiró la camiseta hacia cualquier parte del baño e hizo lo mismo con cada una de las prendas que todavía quedaban en su cuerpo. Tenía la sensualidad implícita. Cualquiera de sus movimientos desprendía sensualidad, ella era una oda a la belleza y yo una cantautora a la que le fascinaba la belleza y el desastre. Así me iba. Se acercó a mí, certera, sin apartar su mirada de mis labios. Yo cerré los ojos cuando intuí su proximidad. Sus labios. Ese contacto. Acariciaron mis labios con dulzura. Mis labios, prácticamente como un impulso, como un actor reflejo, acariciaron los suyos. Sus manos buscaban más. La carne es débil y cede a los instintos que rugen en las fauces de las entrañas. Sucumbí a mi interior. A la llamada de lo primitivo. Devoré cada surco de su piel. 

Salimos de la ducha y tuvimos que vestirnos en 10 minutos pues llegábamos tarde a la cena. Como pude me puse una falda larga verde con flores blancas y un corte a media pierna, y un croptop blanco. Cogí mi chaqueta tejana, por si acaso. Malú me miró de arriba a bajo y sonrió. Ella llevaba unas mallas negras de cuero y una camiseta negra de Iron Maiden y su melena revuelta. Bajamos por las escaleras con la prisa en los pies. Al llegar todos nos miraron. 

- Lo sentimos.-dije agachando la cabeza.

María sonrió y miró a su marido con un gesto cómplice, como si supiera qué había sucedido en aquella ducha. Nos sentamos y miramos la carta de la cena.

- Estás de suerte, hoy parece que tienen lío en la cocina y aún no nos atendido.-comentó Lucas.

Pedimos de prisa, de hecho, de la vergüenza por el retraso pedí sin tan siquiera mirar qué era lo que había pedido. 

- Vaya, qué innovadora, señorita Miriam.-comentó sonriente Margarita guiñándome un ojo.

Sonreí sin saber ni qué era lo que me había pedido ni qué había sido ese gesto ¿cómplice? Malú frunció el ceño. Por debajo de la mesa acaricié su muslo. Me miró rápidamente y acarició por encima el dorso de mi mano. Rápidamente empezaron a llegar los platos. Al parecer me había pedido unos trozos de pollo con diferentes tipos de chile con semillas y arroz. La verdad es que aquello hacía muy buena pinta. Malú en cuanto vio que me servían el plato empezó a reír.

- No tienes ni idea de lo que te has pedido.-comentó jocosa.

- ¿Qué tiene de malo mi...-revisé la carta.-Mi mole?-pregunté tratando de mantenerme orgullosa.

- Pues que te va a salir fuego por la boca, reina.-respondió rápido.

- Olvidaba que ignoras mis rondas de pimiento del padrón. Eso sí es picar.-dije restando importancia al pronóstico de Malú.

Sin embargo, a ella le sirvieron como unas fajitas más delgadas, lo miraba curiosa, ¿qué diablos era aquello?

- Solo falta que te salga humito de la cabeza.-comentó divertida.

Berta y María que estaban cerca rieron al escuchar el comentario.

- Son enchiladas.-comentó.

- Ya lo sabía eh.-respondí alzando una ceja y sonriendo.

- Ya, ya, claro, todos sabemos que lo sabías.-respondió rodando los ojos divertida.

Sirvieron todos los platos y yo pinché un trozo de pollo. Me lo llevé a la boca bajo la atenta mirada de Malú. Cuando introduje el trozo de pollo en mi boca mis papilas gustativas rápidamente me comunicaron que Malú se había quedado corta con lo de "te va a salir fuego por la boca". Pero obviamente, yo no iba a exteriorizar que tenía razón. Así que rápidamente lo engullí.

HALA KENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora