26. Hilo blanco.

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Efrén acudió a mí, como siempre. Me acogió entre sus brazos y guardó silencio. Supongo que esa es la magia de la amistad y la hermandad, decir sin decir nada. Conocerse tanto que no necesites más que una mirada para intuir qué está sucediendo. Tras un rato abrazados, acarició mis rizos y me separé un poco de él.

- Mañana me voy a ir a Madrid.-dije sin dudar.

- ¿Mañana? Pero Miriam, ¿y cuándo piensas volver? Estamos en la recta final de la producción.-dijo desconcertado.

- Volveré pasado mañana. Tan solo quiero verla y arreglar todo esto. Un día. Ni se van a dar cuenta, será domingo y por tanto, fiesta.-expliqué secándome las lágrimas.

Él no dijo nada, negó con la cabeza y apretó los labios. Me acarició la mejilla. Ambos estábamos callados pero en aquel instante, su mirada intentaba preguntarme si aquello era la decisión correcta. Tenía cierto temor y le entendía. Pero mi pecho necesitaba hacer aquella locura. De no hacerlo, sabía que iba la duda del "¿qué hubiera pasado?" me comería si al final, todo naufragaba. Y es que así lo sentía. Como si después de todo, estuviéramos caminando sobre un hilo, funambulistas a punto de perder el equilibrio.

- Estoy aquí, y si lo necesitas, me voy contigo.-dijo tras un breve silencio.

- Lo sé, pero necesito hacer esto sola. Pero tranquilo, te iré contando, ¿sí?-respondí acariciando su pelo moreno.

Sonreí cuando un mechón de pelo recayó sobre su frente, aquel mechón que desde pequeño se le rebelaba. Devolví el mechón a su tupé y acaricié su sien.

- Gracias, por todo. A veces pienso que no te lo digo bastante.-dije sin apartar mi mirada de sus pupilas.

- Y sin decirlo, lo sé.-respondió acariciándome con la mirada.

Volví a abrazarle. Él era casa estando en cualquier parte. Esa dulce sensación que produce la complicidad. Cuánto seguía necesitándole en mi vida. Efrén era mi mayor bote salvavidas. Sonreí sintiéndome afortunada. Era consciente de la suerte que vivía con él y estaba agradecida de sentirle tan cerca siempre. 

Aquel día trascurrió con la normalidad que puede tener la antesala a una locura por amor. En apenas 24h habría volado dos veces y me habría reencontrado con Malú. Era consciente de que debía disculparme y por tanto, había ideado un pequeño plan que me ayudaría a pedirle disculpas o como mínimo a explicarme como debía. Había sido injusta en aquella última conversación y me tocaba apechugar con ello. Saqué los billetes, hice la maleta y me preparé para aquella aventura. Moví hilos para poder organizar bien mi plan, aquel plan trazado con la esperanza de convertir el fino hilo sobre el que caminábamos en un camino donde no diera vértigo andar.


Malú POV 

La discusión con Miriam me había dejado tocada. Traté de disimularlo como pude, entre manos tenía algo incluso más importante que aquel mar de reproches envenenados. La libertad. Mi libertad, pero también la de aquel ser que crecía en mi vientre. Debía centrarme. El día pasó y yo seguí en modo avión. Al despertarme al día siguiente, la cosa tampoco mejoró demasiado. Me levanté, me preparé un café y me fui directa hacia la sala de estar. Estaba en casa de Sol, llevaba ahí desde que salí de la casa donde vivía con Albert. Escondida, sin apenas salir. En un confinamiento por seguridad.

- ¿Malú? ¿todo bien?-preguntó Sol sentándose a mi lado.

Asentí forzando una sonrisa. Tras la sonrisa, di un trago al café.

- Esa sonrisa tiene la misma credibilidad que un billete de 3 euros, ¿Miriam?-preguntó recostándose en el sofá.

Suspiré y asentí, removí la cucharilla del café mirando atenta el movimiento del líquido. Tras un breve silencio, dejé el café en la pequeña mesa de café que tenía delante.

HALA KENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora