Capítulo 14. Corazones rotos.

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Negro. Todo se veía negro y no podía distinguir más que oscuridad a mi alrededor, como si mis párpados pesaran demasiado como para poder abrirlos. Necesitaba despertar, necesitaba arreglar las cosas y volver a mi vida. ¿Había muerto?

Por el ruido de las sirenas sofocaba mis sentidos y el dolor en mi cuerpo, estaba segura de que no. Mis ojos se mantenían cerrados para evitar ser cegados por las fuertes luces de las ambulancias. —No puedo... —Traté de hablar y cubrí mis ojos con mi brazo para poder moverme. La mascarilla de oxígeno comenzaba a molestar y no hacía más que sofocarme.

La arranqué de pronto y me senté en la camilla donde me habían dejado después de sacarme del auto. —Señorita, ¿está bien? —Preguntó la paramédico al verme agitada.

—S-Si. Estoy bien. —Dije con un gesto de dolor mientras tocaba mi cabeza.

—Sufrió un leve golpe en la cabeza, por suerte su choque con la torre muro no fue muy fuerte porque no venía a gran velocidad. —Me aclaró colocándome hielo en la cabeza. —Va a estar bien, mire aquí.

Una luz se enfocó en mis ojos y tuve que seguirla hasta que la chica me soltó. —¿Puedo irme? —Pregunté.

La mujer asintió y me dejaron bajar de la ambulancia para hablar con el comisario de la policía. —Señorita Jauregui, según el reporte no está ebria pero tenía un teléfono en la mano, ¿sabe que eso es penado?

—Comisario, no tengo expediente delictivo, fue sólo un error y nadie salió herido. —Murmuré observando el auto que había quedado completamente dañado en el frente. —No volverá a pasar. —Mencioné tomando mi teléfono de su mano.

—Nadie presentará cargos y no será llevada con algo más que una infracción de tránsito. —Tomó una nota y me la entregó con mi nombre. —Pague y la ciudad de hará cargo de los daños de hoy. —El comisario me observó por unos segundos. —Sólo perdió la conciencia por unos minutos, pero deberíamos llamar a alguien.

—No, estoy bien. Mañana pagaré mi deuda. —Estaba demasiado desorientada como para quejarme, así que solo asentí y le pedí que entregara mi auto a la grúa del seguro que tenía. —Llévalo al taller, tomaré un taxi. —Le entregué las llaves al de la grúa y continué mi camino al bar.

Mi cabeza daba vueltas en el mensaje de Camila, una y otra vez como una canción repetida. Quería olvidarlo, quería olvidar ese sentimiento que había comenzado a derramar mis lágrimas por mis mejillas como si no fuese nada más que una tristeza pasajera. Aceleré mi paso mientras me alejaba con mayor rapidez del fuerte ruido de las sirenas y llegaba a la entrada de un bar que me conocía de memoria.

Sólo me deslicé entre las personas y el guardia me dejó pasar como si nada, simplemente me tomó unos minutos llegar hasta la barra de bebidas después de atravesarme en el camino de tantas personas bailando.

Podía sentir como mis oídos retumbaban ante la música escandalosa y no quería hacer más que disfrutar de una buena bebida que me hiciera desaparecer. —Oye, ¡dame unos cuantos shots de tequila! —Grité al chico que servía los tragos y en pocos minutos pude disfrutar de cinco shots frente a mí. —Pan comido. —Y como si se tratara de agua, deje descender el líquido por mi garganta quemando todo a su paso y creando en mi rostro un gesto de resistencia. —¡Whoa! —Grité después del tercero consecutivo. —¡Cinco más!

La música era cada vez menos molesta y me sentía lo suficientemente libre como para bailar. Me puse de pie tan pronto como pude y dejé que mis caderas se mezclaran con el ritmo, como si fueran uno. De pronto una euforia me atrapó en medio de una canción de música electrónica y por un segundo, todo dolor y problema sólo desapareció.

SEDUCTION | CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora