01. El secreto

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Jade.

La secundaria es donde normalmente defines que tipo de persona vas a ser, cómo afrontas la vida y principalmente crees en todo lo que te dicen, se supone que es un cuento de hadas antes de finalmente crecer y adquirir las responsabilidades de un adulto. Aquí se define si serás presidente del país o un vendedor de bienes raíces, créanlo o no, esta etapa podría cambiar el resto de sus vidas.

En mi caso al menos esa fue la situación, siempre había sido una nina aplicada por lo que se me permitió adelantarme un año. Era el orgullo de mis padres, hasta que cumplí diez años. Recuerdo que en esa fecha estaba obsesionada con my little pony, tanto que quería un pastel con ese tema. Se supone que todo estaba bien, mis padres habían accedido y encargaron el más precioso en una pastelería ubicada en la zona centrica de la ciudad. Las cosas marchaban de maravilla hasta que ambos decidieron ir a retirar el pastel, recuerdo que faltaban horas para mi fiesta y estaba más emocionada que nunca. Lamentablemente en lugar de recibir felicitaciones, ese día no pararon de entregarme sus condolencias. Esto ya que mis padres tuvieron un accidente cuando venían de regreso, por lo que entendí un conductor novato que no tenía conocimiento de cómo usar los frenos se les había atravesado, haciendo que la camioneta de mis padres quedara hecha un desastre con ellos dentro.

Siempre me culpé por lo ocurrido, si no hubiera sido una niña tan caprichosa ellos nunca se hubieran encaminado por allí y así hoy estarían conmigo.

Desde el accidente quedé huérfana, por lo que tuve que mudarme con una tía. Chloe no era una mala mujer, tan sólo vivía obsesionada con su trabajo. Dejé de vivir con ella cuando llegó la sorpresa.

La sorpresa, o secreto, cómo prefería decirle yo. Era una pequeña niña de tres años de edad cuyo verdadero nombre era Isabella Thirlwall, mi niña. La había tenido a los quince años, con un muchacho de mi antigua escuela al que Chloe odiaba. Ni siquiera logro recordar su nombre, el simplemente desapareció de nuestras vidas cuando le conté que estaba embarazada. Tampoco podía esperar mucho, ambos eramos niños que no sabían lo que hacían.

A mi tía le molestó mucho que la bebita no tuviera padre, un día discutimos y decidí largarme de ese lugar. Desde entonces no la he visto y ya han pasado tres años.

Sin embargo mi vida no era mala, el año anterior había entrado a un instituto que quedaba a unas calles del departamento que compartía con mi mejor amiga Leigh-Anne.

Para empezar era capitana de las porristas, cosa que había logrado gracias a que de niña mis padres me obligaron a asistir a clases de danza, la presión extra de ambos había hecho que me diera cuenta de lo fácil que me resultaba la gimnasia.
También era considerada la chica más popular de la escuela, creo que de igual manera se debía a lo bonita que mis padres me habían engendrado.

Tenía mucha adoración, nunca estaba sola gracias a mis encantos y belleza. Nunca había estado en una relación estable, no les encontraba el propósito. La monogamia sonaba aburrida, simple. No era mi tipo. Me gustaban las cosas divertidas de una noche, sin enriedos cómo en mi pasado.

No tenía amigas, no reales al menos. Cientos de niñas hacían fila por un poco de mi atención, sin embargo no era lo mismo. La única persona en la que confiaba era Leigh, nos conocíamos de toda la vida y ella era la única que estaba al tanto de mi pequeño secreto.
El resto de chicas me hablaban y siempre intentaban acercarse a mi, sin embargo sabía que podían apuñalarme por la espalda en cualquier momento tan sólo por un poco de popularidad. Cómo si toda la atención que  conseguían tan sólo con una mirada mía no fuera suficiente.

Decidí levantarme de la cama de una buena vez, había estado divagando en mi mente por al menos diez minutos y llegaría tarde al colegio. No es que se aproximara la hora de todos modos, era yo la que demoraba arreglándose.

Me dirigí a mi armario y tomé un vestido celeste, era corto y mostraba lo suficiente cómo para que todos voltearan a mirar, sin ganarme una reprimienda por parte de los directivos por no cumplir el código de vestimenta por supuesto.
Pensaba acompañarlo con tacones del mismo tono, después de todo, el único lugar en el que no usaba mis plataformas era en los ensayos de las porristas. Recuerdo que una vez intenté que hicieramos una coreografía en zapatos altos y la mayoría regresaron a sus casas con tobillos esguinzados, no era necesario aclarar que fue un completo fracaso.

Luego demoré media hora para asearme, que para mi era poco tiempo. Después tardé otra hora en hacer mi maquillaje, en el cuál tuve que apurarme si no quería llegar demasiado tarde. Me gustaba aparecer justo cuando las campanas acababan de sonar, de esa forma me aseguraba de que todos estuvieran en el patio y fueran capaces de observarme.

Ondulé mi cabello un poco y finalmente me miré al espejo con aprobación, no me avergonzaba decir que me gustaba lucir bonita y conseguir la aprobación de los demás.

Leigh siempre era la primera en despertar, por lo que ella me ayudaba con Bella y luego hacía su camino al lugar de estudio.

Salí rápido de casa y me dirigí a la entrada, saqué el auto de la cochera y me encaminé a la guardería. A Isabella le gustaba ese lugar, y era bueno porque pasaba allí la mayor parte del tiempo.

Se me había hecho tarde ya que la pequeña no quería soltar mi vestido. No me importaba aparecer a estas horas ya que atraía las miradas de todos. Para mi desgracia, no fui la única en aparecer. Tal parece que una entidad rubia había tenido la misma idea.

Se trataba de Perrie Edwards, la típica niña mala. Llevaba en esta escuela más tiempo que yo, tiempo que había usado para hacer que todos le temieran.
Yo no lo hacía, pero tampoco es que me agradaba. Ella y yo habíamos estado compitiendo básicamente desde que me transfirieron aquí. Lo único que sabía de ella es que le gustaba mantener un perfil bajo, no participaba en deportes ni otras actividades extra curriculares. Generalmente se vestía con cualquier cosa negra que quedara bien con su chaqueta, igualmente negra, de cuero.
Era amiga de mi más reciente conquista, Jed Struts, y gracias a él había logrado averiguar un par de cosas más sobre ella. Cómo por ejemplo que le gustaba mantener siempre la última palabra en las discusiones, entre otras cosas irrelevantes cómo el hecho de que odiaba el café.

La de los ojos azules se bajó de su motocicleta, que prácticamente la hacía terminar de caer en el estereotipo de chica ruda, y se dirigió al que quizás se consideraba mi novio. Decidí que no iba a cortar con él, al menos no por lo que quedaba de la semana. Jed era un tipo agradable y creía que no me aburriría en dos días de él.

El timbre sonó justo en el mismo instante en el que Leigh se colgó de mi hombro cuál garrapata, en la primera hora nos tocaba filosofía y el profesor era muy estricto. Era mi amiga la que me salvaba siempre de no llegar tan tarde y recibir una amonestación.

Lee-Lee también salía con un chico, ni siquiera me aprendí su nombre, sabía que para el fin de la semana también sería historia antigua. Ambas compartíamos el mismo método desde ya hacían meses y planeabamos seguir de la misma forma.

Tomé asiento en la parte de adelante, específicamente en el centro. Siempre me había gustado ese lugar. Mi amiga se colocó a mi lado, recibiendo un empujón por parte de una rubia que siempre tomaba asiento en el fondo.

—¡fíjate por dónde vas!, ¿o es que los señores oscuros no te enseñaron modales?—le grité.

Cómo siempre Perrie ignoró mi comentario, lo que eventualmente hizo que me enfadara aún más. No sé quién se creía que era cómo para tratar al resto de las personas así. Tal vez de niña sus padres la mantenían encerrada en una jaula o algo.

Inevitable. | JerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora