06. Nunca jamás besaría a Perrie

461 45 4
                                    


ugh, tú de nuevo—Perrie me dió su cálida bienvenida.

Nos habíamos visto hace un par de horas en el colegio, en dónde tuvimos nuestros altercados diarios. La situación era tan cotidiana que comenzaba a aburrirme, prácticamente ya parecíamos dos niñas chiquitas peleando siempre por lo mismo. Es más, ni siquiera recordaba el motivo por el cuál estabamos enfrentadas en primer lugar.

—¿piensas dejarme entrar o no?—me recargué sobre la puerta, si fuese por mi era claro que no estaría aquí pero parece que cierta persona no terminaba de entender que yo necesitaba el dinero.

cómo si tuviera muchas opciones—gruñó antes de hacerse a un lado.

A mi tampoco me alegraba verla, es más, mi trabajo sería mucho más fácil si ella no estuviera aquí.
Decidí ignorarla y hacer mi camino hacia la cocina, eran al rededor de las tres de la tarde por lo que estaba segura de que la señora Edwards querría un bocadillo. Una vez que coloqué mi bolsa en una silla me encaminé hacia la habitación de la mujer.

La señora se encontraba leyendo, se sorprendió un poco al ver que estaba observándola. Llevaba puesto un muy colorido pijama, me imaginé que seguramente no era su hija quién se lo había regalado.
La mujer mayor me pidió acercarme para recibir su saludo, ya que ella no podía moverse por su reciente intervención quirúrgica. En la misma charla me comentó que extrañaba comer sus galletas caseras, no me dejó opción más que preguntar si quería que yo las preparara.

No me tomó mucho esfuerzo el hacer que accediera, es más, Debbie me hizo buscar entre sus cajones hasta que finalmente encontré la receta plasmada sobre un viejo papel. Se trataban de unas simples galletas con chispas de chocolate, acostumbraba preparar unas similares para Bella y por eso no se me dificultó esta tarea.

Al abandonar la habitación me di cuenta de que la casa se encontraba en un profundo silencio, siempre había creído que la chica con exceso de maquillaje oscuro y cadenas usaba este lugar cómo sede para la práctica de sus rituales satanicos. Por primera vez parecía que me estaba equivocando al asumir algo sobre ella, al menos hasta ahora.

Abrí cada gabinete de par en par, extrayendo de ellos los ingredientes que necesitaba para mi preparación. Por suerte esta familia tenía de todo y no tuve que perder más tiempo yendo a comprar en el supermercado.

En menos de media hora ya había terminado con las instrucciones de la mujer, por lo que sólo me quedaba llevar la mezcla al horno. Según leí necesitaban veinte minutos de cocción, lo que me dió algo de tiempo para limpiar los utensilios que había utilizado.

El silencio que abundaba el lugar no era tranquilo, se sentía más bien triste, cómo si te absorbiera. Ya entendí el motivo por el que me habían contratado, a pesar de que la señora Edwards tenía cierta independencia, se sentía horrible el quedarse aquí sola durante tanto tiempo.

Cuando terminé mis acciones regresé con la mujer, no tardé mucho en comentarle lo tranquila que era la casa. Debbie argumentó que su hija se encontraba atendiendo unos negocios de los que no quiso entrar en detalle.

Un rato más tarde se sintió un pequeño ruido, era el horno que nos indicaba que las galletas ya estaban listas. Abandoné a la madre de Perrie por apenas unos segundos. Tomé mi creación y la dejé enfriando en un plato, pues no quería que a la mujer le diera dolor de barriga por comérselas calientes.

Nuevamente me encontraba charlando con Debbie cuando oímos el ruido de algo caerse, decidí ir a ver que pasaba y me encontré a la rubia comiendo mis galletas cómo si no hubiera un mañana.

Me pareció raro el no haberla escuchado entrar, sin embargo asumí que seguramente estaba tan centrada en la plática con la señora Edwards que omití por completo el sonido de la puerta anunciando su llegada. También existía el factor de que la casa era enorme y por lo tanto las habitaciones se encontraban bien distanciadas la una de la otra. Supuse que con el tiempo llegaría a tener una opinión más acertada sobre el lugar.

tienes sucio aquí—le dije señalando la comisura de mis labios. Me parecía increíble que teniendo las servilletas a unos centímetros de distancia no hiciera nada.

no me importa—siguió comiendo las galletas de la forma más bestial que alguna vez había visto.

—¡para!—le pedí —al menos ten la decencia de masticar con la boca cerrada—una pequeña risa se me escapó, arruinando por completo el toque autoritario que tenía mi voz.

—¡dame!—la rubia exigió, pues al verla comer cómo caballo no me quedó de otra más que quitarle la comida.

no—le extendi una servilleta para que limpiara su rostro—son para Debbie—expliqué.

Alguien había recibido el papel para asearse, sin embargo era tan testaruda que nunca obedecería una orden dada por su archienemiga. Reí para mis adentros cuando me di cuenta de lo mucho que impactaba en la vida de este intento de chica rebelde.

Con lo cariñosa que era su madre dudaba mucho que Perrie fuera tan fría. Para mi, se trataba de una fachada. Quería ocultar por alguna razón quién era en realidad. No pensé en entrometerme ya que mi situación era bastante similar y simplemente elegí ignorar aquel tema.

—¿de verdad no piensas limpiarte?—le pregunté, dispuesta a ayudarla con aquella tarea.

estoy bien así —noté que su boca se movía, sin embargo yo sólo podía ver aquella enorme mancha de chocolate.

Lentamente me acerqué a ella, no quería que se diera cuenta de mis intenciones porque lo más seguro es que me rechazaría. Estaba convencida de que prefería la muerte antes que recibir mi ayuda.
Con una mano la sujeté, mientras escondía la servilleta en la otra. De repente no había distancia entre nosotras, por alguna razón se me cruzó la fugaz idea de limpiar aquello con mis labios.

Al instante descarté ese pensamiento, se trataba de la persona más desagradable en el mundo. Nunca jamás besaría a Perrie. No importaba lo mucho que me estuviera afectando su mirada.

Un poco más decidida, tomé su mejilla en mi mano. Con la otra me dediqué a pasar la ya humedecida servilleta por su rostro. Noté que se estremeció ante mi tacto, ambas estabamos demasiado cerca si, pero no se sentía incómodo. Por el mismo motivo es que supuse que alguna rubia realmente estaba disfrutando mis acciones, seguramente era una locura que había imaginado. Sin embargo no perdía nada con intentar comprobar.

Detuve mi mano en su nuca, acercándonos aún más si es que aquello era posible. La oí tragar saliva. Podía fingir todo lo que quisiera, a pesar de ello tenía que ser muy estupida si no me daba cuenta de lo nerviosa que yo la estaba poniendo.

Arriesgándome aún más, decidí capturar su labio inferior. La estaba besando y ya no había vuelta atrás. En un principio ella estaba rígida, no devolvía mis acciones. Un instante más tarde me di cuenta de que su mano se posicionó en mi cintura, cómo si me estuviera atrayendo hacia ella. Finalmente se dejó llevar y me siguió el beso. Nuestras bocas se movían con sintonía, debía admitir que Edwards no era mala en lo que hacía.

La voz de Debbie pidiéndome no sé que cosa fue lo que nos obligó a separarnos. El intento de vampiresa gótica se alejó de mi, dejándome totalmente confundida. Su ceño parecía estar fruncido, parecía tener un debate interno sobre lo que iba a decir a continuación.

ya no tienes más chocolate—comenté, ignorando por completo cómo su mirada me quemaba—creo que debo ir a ver que quiere tú madre—acomodé mi blusa ya que había quedado un poco torcida y finalmente me dispuse a huir del lugar.

Inevitable. | JerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora