02. Que mami no se enoje

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Sé que dije que aguantaría a Jed por al menos una semana, creí que sus ojos verdosos valdrían la pena hasta que me invitó al parque y me tuvo toda la tarde hablando de superhéroes y cómics que no sabía existían. La palabra aburrido se le quedaba verdaderamente corta para la tarde que el me había hecho padecer.

Esa misma mañana de viernes le expliqué todo, que desde un principio le había aclarado que no buscaba nada serio y que él era un buen chico, no valía la pena que perdiera el tiempo en algo como yo. Por suerte Jed lo entendió y las cosas terminaron bien, incluso quedamos cómo amigos. Me alegraba saber que contaba con el moreno, era carismático y leal. Hasta ahora no había comentado a nadie que nos acostamos, cómo el resto de personas a las que frecuentaba acostumbraban hacer, aún si era mentira y ni siquiera habíamos llegado a compartir un simple beso.

Con el chico fuera de mi cabeza decidí que quería otra conquista, no estaba segura de quién en realidad. Siempre era la misma historia, alguien me gustaba y a los cinco minutos me aburría. Estaba un poco cansada del patrón, sin embargo nadie lograba llamar mi atención por más de cinco días. Por si no lo han notado, mi vida no se limitaba sólo a ser una aburrida mamá. Quería vivir la experiencia del bachillerato al máximo mientras aún pudiera.

Iba tarde a clases pero no me importaba, decidí hacer una rápida parada en el tocador para retocar mi maquillaje. Al entrar noté que era el lugar en dónde cierta rubia estaba fumando.

—deja eso, te va a matar—le quité el cigarro de la boca y lo arrojé al inodoro. Instantáneamente se formó una seria expresión en su rostro, la había molestado justo como quería.

—y a ti que carajo te importa—si en ese momento no entraba una profesora que no conozco, estoy segura de que la rubia bien podría haberme golpeado. Sin embargo la ojiazul optó por salir echando humo de la habitación.

Eran pocas las veces en las que habíamos hablado, si a esto se le podía llamar charla, y generalmente terminaban cuando una de las dos estaba tan furiosa como para dejar hablando sola a la otra. Creo que así era la vida de las rivales.

Hasta ahora no le había prestado demasiada atención, era linda. Llevaba el cabello recogido en una coleta desordenada, su vestimenta eran unos jeans y un top negro que combinaba con su clásica chaqueta. Nunca usaba maquillaje, porque ella simplemente era así de bonita. Parecía una muñeca barbie recién salida de su caja si me lo preguntan.

Recuerdo que siempre me sentí intimidada por ella, porque no necesitaba de tacones altos y plumas para destacar. La odiaba porque ni siquiera se esforzaba por ser popular, simplemente andaba en esa motocicleta y revoloteaba sus ojos azulados para que todo el mundo cayera rendido ante sus pies.

El año anterior había decidido una cosa y eso era tratarla del mismo modo en que ella lo hacía, incluso peor si es posible. Tenía una sola meta en la cabeza y esa era ser coronada la reina del baile, no me importaba cómo. Simplemente sabía que mi destino era portar esa corona y haría hasta lo imposible para lograrlo.

Decidí dejar de compadecerme y finalmente venir a lo que se supone que me había dedicado, a estudiar. Me adentré a la clase y descubrí que uno de los maestros había faltado y no había nadie que lo cubriera, por lo que las clases terminaron más temprano para mi hoy.

Sin embargo tuve que quedarme durante unos minutos ya que la entrenadora quería darnos una charla a todo el grupo de porristas. Desde hace un tiempo había perdido el interés en el grupo, sólo continuaba en él porque era algo que mis padres siempre quisieron. Que yo destacara en la escuela, y planeaba hacer que se sientieran orgullosos desde donde fuera que me estuvieran viendo.

Leigh y yo regresamos caminando ese día, haciendo una pequeña parada para recoger a mi retoño. Isabella era una copia mia, identica incluso en los gestos que realizaba. La niña era muy inteligente, a sus pocos años ya dominaba la gramática. Todavía no era muy social en la guardería, pero eso no me preocupaba.

—mami ¿podemos comer helado?—una voz familiar tiró de mi vestido. La versión diminuta de mi misma sonreía de oreja a oreja, pero al ver que eso no funcionaba rápidamente intentó hacer un puchero.

claro que si linda—su "tía" Leigh-Anne se me adelantó.

No dejaba que la niña comiera dulces porque podrían salirle caries y no teníamos seguro dental. A mi amiga este hecho no le importaba en lo absoluto, digamos que si Isabella quería algo entonces la chica del afro no tardaría en dárselo.

Ambas desviaron un poco el camino, deteniéndose justo cuando encontraron a un hombre que tenía un carrito de la dichosa crema azucarada. Estaba a punto de volver a protestar cuando mi hija corrió a abrazarse en mi pierna, dejando torpes besos en toda la zona.

que mami no se enoje—repitió, seguramente Leigh la había mandado a hacerlo. Ella sabía que no podía enojarme con la niña, en especial con las habilidades que la misma tenía para persuadir, tenía una idea de quién las había heredado por supuesto.

En el transcurso del camino había recibido comentarios de todo tipo, iban desde "preciosa" y "hermosura" hasta cosas desubicadas que no repetiría delante de niños. Halagos, chiflidos y besos eran cosa constate en mi día a día. Estaba acostumbrada a recibir este tipo de atención y no era algo que me desagradaba de todos modos. Lo que si era innecesaria es que lo dijeran cuando caminaba con mi hija de tres años de la mano.

Las tres caminabamos sujetando nuestras extremidades, con Bella en el medio para no perderla de vista ni por un segundo. Llevaba puesto un vestido blanco con enormes volados y mariposas de color rojo. Ella no sólo era como yo, sino que también lucíamos igual. A ambas nos encantaba la moda y sinceramente no podía esperar a que tuviera la edad suficiente cómo para poder ponerle su primer par de tacones.

Estar sola en todos los aspectos era algo cotidiano en mi vida. Por esta razón es que no me molestó cuando Leigh me comentó que volvería a casa de sus padres, ellos se habían peleado hace un tiempo y por eso mi mejor amiga convivía conmigo.

Me gustaba escribir, en secreto era una nerd. Y trabajaba de ello, les ayudaba a las señoras del edificio a organizar sus papeles. Incluso recuerdo haber escrito un ensayo de universidad una vez, todo sea por el dinero que recibía de estos. Planeaba estudiar una carrera que tenga que ver con la escritura y tal vez poder dedicarme a eso.

Mis padres me habían dejado un buen dinero cuando se fueron, pero de eso ya había pasado bastante tiempo y era hora de conseguir un empleo. Lo haría todo por mi niña, porque quería que ella tuviera un buen futuro, una vida decente.

Un cartel pegado en la puerta de nuestro edificio me llamó la atención. Se trataba de un anuncio, alguien buscaba una persona que cuide a una mujer.

deberías ir Jadey, a Bella no le vendrían mal un par de ropas extras—mi amiga comentó, con toda razón. Se aproximaba el invierno y la niña había crecido lo suficiente cómo para que sus viejos atuendos no le quedaran.

Decidí arrancar el folleto, convencida de que obtendría el empleo. Lo único que tenía que hacer era ir a la dirección indicada ya que al parecer allí se realizaría la entrevista. Planeaba asistir mañana justo después del colegio, si convencía primero a Leigh de que cuidara a la niña por al menos un rato.

Inevitable. | JerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora