03. Te hace falta una buena tirada

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El día inicio mucho más temprano esta vez, no me importaba levantarme a las seis de la mañana. Tenía que acostumbrarme a cuando Leigh se fuera, y por ello decidí que desde hoy sería yo la que prepare a Isabella para ir a la guardería.

Bastó con un pequeño toque para hacer que se despertara, ambas dormíamos en la misma cama ya que desde que mi mejor amiga se mudó al apartamento el espacio se nos había visto reducido. Por suerte o por desgracia, Leigh tenía los días contados en el lugar y para el fin de la semana solo seríamos mi niña y yo.

La llevé al baño y comencé con su rutina de aseo, se me ocurrió meternos juntas a la ducha para así ahorrar algo de tiempo. Luego la cargué hasta el dormitorio, en dónde le coloqué un vestido blanco con rayas azules y rojas. Probablemente todo su guardarropas se componía con este tipo de prendas.

Cuando la niña estuvo lista me dediqué completamente a mi, en lo que ella desayunaba un poco de cereal y fruta. Realice un maquillaje bastante natural, a excepción de los labios que decidi enrojecer. Dejé que las ondas naturales de mi cabello adornaran mi rostro, Bella había dicho algo de que quería que nos vistieramos iguales y pensaba darle con el gusto. Por ello me coloqué un conjunto de dos piezas a rayas, seguido de mis clásicos tacones.

Esta vez ambas caminamos hasta la guarderia, puesto que todavía nos quedaba algo de tiempo. El regreso tuve que hacerlo un poco más rápido, lo que significaba correr con tacones, o al menos morir en el desastroso intento.

Había días en los que Leigh y yo ibamos juntas, pero casi siempre ella se conseguía una cita capaz de llevarla y traerla. A mi no me importaba estar sola, ya que en el colegio nadie sabía sobre la existencia de Isabella y planeaba que las cosas continuaran siendo del mismo modo. Estaba convencida de que mi reinado terminaría en cuánto supieran de ella, las personas me admiraban por ser la chica perfecta que creen que soy. Nadie idolatraría a la zorra que tuvo una bebé a los quince años.

A pesar del corto percance que tuve, iba de un muy buen humor, por eso no tardé en saludar a Perrie cuando la vi bajar de su motocicleta. Estaba segura de que hoy conseguiría un empleo con el que pudiera mantenernos a Bella y a mi.

Buenos días Perrie—le sonreí

—¿y ahora que quieres Thirlwall?—al parecer alguien andaba de malas

—sólo trataba de ser amigable—por alguna razón ella me hacía sentir pequeña, intimidada.

pues ve a serlo con alguien más—me gritó.

Trate de ignorar su comentario, tal vez seguía dolida por aquella vez en la que traté de evitarle un cancer de pulmón.

Las campanas sonaron, indicando que teníamos álgebra, aunque también era conocida cómo la hora más aburrida del mundo. Esta era la única vez en la que yo me sentaba hasta el fondo, para poder dormir en las interminables charlas del profesor.
Para mi desgracia Perrie también amaba sentarse en el fondo, y compartía con ella todas mis clases. Tomé asiento justo a su lado, ignorando si ella quería mi presencia ahí o no.
La rubia no dijo nada, pero se dedicó a observarme durante toda la hora. No me atreví a darme la vuelta y preguntarle que es lo que le llamaba tanto la atención. Tan sólo ignoré cómo me penetraba su mirada, concentrando toda mi atención en garabatear algunas tonterías en mi agenda.

Al finalizar la hora fui de las primeras en salir, no tenía nada que hacer, simplemente me gustaba vagar por los pasillos. Haciendo mi recorrido diario fue que noté que se había colocado una hoja amarilla en las paredes, la conocía bastante bien. Desde siempre mi sueño había sido ser la presidenta de la clase y ahora que estaba en el último año y todos me idolatraban ya daba por hecho que la conseguiría.

La sola imágen de pensar cómo sería mi mandato me emocionaba, el poder salir de clases cuando yo quisiera, la piel se me erizaba tan sólo con pensar que todos dependerían de mi para realizar sus actividades. Siempre había sido una amante del poder, me encantaba la idea de que al fin iba a tener el control al menos sobre algunas situaciones.

Sin pensarlo más es que decidí acercarme a la hoja de inscripción, tomé un bolígrafo que tenía en mi bolso y rápidamente coloqué mi nombre entre la lista de candidatos. Antes de que pudiera seguir escribiendo la voz de alguien me interrumpió.

—Algo tiene que estar muy mal como para que creas que alguien tan hueca como tú puede ser ser presidenta—era la obvia voz de Perrie.

—es eso o que la escuela se convierta en un refugio de cavernícolas cómo tú—le contesté con la misma osadía.

—¿esa frase la aprendiste por tí misma o el resto de huecas en tu grupo te la enseñó? ¿cuántas de tu pandilla se necesitan para formar una oración?—me miró sinica. Sabía que odiaba que me traten como si no fuera más que una cara bonita, mis notas eran brillantes. No entendía por qué ella tenía que desprestigiarme de ese modo.

—lo único que sé es que te hace falta una buena tirada para que cambies ese humor— la oí bufar, estaba más que molesta. Sabía que estaba a punto de iniciar una pequeña guerra y ella ya me había quitado la energía suficiente.

Decidí que no tenía por qué seguir escuchándola, no era mi problema que la señorita estuviera de tan mal humor. Tomé mi bolso y salí huyendo en busqueda de Leigh-Anne, quería que ella me ayudase a planear la próxima campaña. A medida que me alejaba noté que aún podía escuchar las maldiciones de la rubia.

Este año no había mucha competencia, tan sólo era yo y la persona más detestable en el mundo, Andre Gray. El chico había salido con Leigh un par de veces, y se convirtió en una total pesadilla cuando ella lo dejó.

Finalmente encontré a mi amiga en la cafetería, charlaba con una chica pelirroja en la mesa del centro. Decidí pedirle una botella de agua a la encargada de brindar los alimentos y una vez que la obtuve me encaminé hacía estas dos chicas.

Jadey—me saludó con un abrazo—te presento a Jesy, ella es mi...—asumí que era su conquista de la semana.

amiga—la pelirroja completó, no pude hacer más que reir ante su comentario.

no sabía que así les decían ahora—bromeé con ambas.—en fin, quería saber si podías cuidar a ya sabes quién mientas estoy en ya sabes dónde—esta vez me dirigí a mi amiga, sabía que la morena sería capaz de entender por qué no quería darle detalles en frente de lo que ,al menos para mi, era una total y completa desconocida.

yo la recojo—fue la confirmación que necesitaba para salir de aquel lugar. No me gustaba la idea de ser el mal tercio entre la chica de enormes pechos y Leigh.

Aún me quedaban un par de módulos antes de ir a casa, por lo que decidí ingresar al salón en dónde me tocaba mi próxima clase. Nunca había estado tan temprano como para elegir en que asiento quería sentarme, sin embargo dicen que siempre hay una primera vez para todo.

Tomé asiento y empecé a jugar con uno de los juegos que ya venían instalados en mi celular, deseando así que el tiempo corriera más rápido. Al cabo de unos minutos llegó Jed, quién dijo me buscaba para invitarme a una fiesta que celebraría el próximo fin de semana. El y yo nos habíamos vuelto muy buenos amigos, no con la suficiente confianza como para hablarle de Bella, pero algo ya era un inicio.

Inevitable. | JerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora