08. Lo que la princesita era capaz de hacer

447 41 2
                                    


Nunca antes me había vestido de negro, bueno lo había hecho una vez pero no contaba porque era el funeral de mis padres. Claro que todos vestirían de negro allí.

Usaba una falda y chaqueta negras, buscaba provocar a una persona cuya identidad creo que ya conocen de memoria. Un top blanco fue lo único colorido que se me ocurrió llevar, incluso mis tacones eran oscuros. Me sentía como un payaso, a pesar de lucir cómo una zorra de primera.
Este último pensamiento terminó por darme la confianza que necesitaba. Planeaba divertirme un rato con la rubia y hacer que se arrepintiera por romper mis pertenencias.

Había llevado a Isabella con Sandra hace ya hacía una hora, por lo que supuse que para estas alturas la pequeña ya se encontraba dormida. Tranquila y sin preocupaciones es que decidí hacer mi maquillaje. No era muy colorido ya que era de noche, tampoco tan extravagante para no perder la mirada en mis prendas.
El cabello lo dejé con mis ondas ya naturales, en cualquier momento Jed tocaría aquella puerta y sería la hora de partir.

Los viernes la señora Edwards tenía terapia de rehabilitación y estaba rodeada de especialistas en el tema. Se podría decir que eran mis días libres, ya que Debbie me había otorgado permiso para ausentarme durante ese tiempo. Luego buscaría como compensarle a la mujer lo generosa que estaba siendo conmigo.

Estaba nerviosa, sabía que todas las miradas se dirigirían a mi esta noche por ser la chica más popular de la escuela. No me reconfortaba saber que Leigh asistiría ya que probablemente se la pasaría con su novia la de los pechos grandes.

Al cabo de unos minutos mi amigo ya se encontraba tocando bocina en su auto, me tomaron un par de segundos el hacer el recorrido desde mi piso hasta el vehículo. Una vez que me subí el sonrió y me comentó un par de cosas en lo que comenzaba el viaje, por ejemplo que había hecho hasta lo imposible para hacer que Perrie fuera a aquella fiesta. Supuse que era porque el creía que yo recibiría algún tipo de disculpa de su parte, para ser amigo de la rubia la conocía muy poco.

Todos sabían que Perrie jamás asistía a las fiestas. Era de naturaleza ermitaña. Habían algunas veces en las que Jed la había obligado a salir. Siempre repitiendo el mismo patrón, ella y el resto de chicos se emborrachaban hasta no recordar ni sus nombres y luego jugaban tontos juegos.

La cosa era personal ahora, moría por ver a la de los ojos azules. En pocos minutos nos encontrabamos en una enorme casa a las afueras de la ciudad, la fiesta era en la parte trasera del lugar. El espacioso y verde jardín no era lo único que había en el terreno, también se encontraba una enorme piscina que me había dado una muy buena idea.

La fiesta comenzó y las personas llegaron al pasar los minutos, el evento era un verdadero éxito. No se podía esperar menos de Jed ya que ahora se codeaba entre los chicos populares, aunque tal vez el hecho de que yo corriera la voz diciendo que iba a asistir también podría haber influido un poco.

La mayoría de las miradas de cada persona, sin importar su género o estado sentimental, se encontraban posadas en mi. Era la primera, y seguramente única vez, que podrían observarme usando alguna prenda oscura. Estaba convencida de que sería el tema de conversación entre el alumnado por mínimo el resto de la siguiente semana.

Después de lo que supuse fue al rededor de media hora, Leigh-Anne se dignó en aparecer. Lucía enojada, su mirada no se relajó al verme. Sin perder tiempo se acercó a mí, golpeando fuertemente mi brazo una vez que había llegado a su destino.

—¿a que se debe el recibimiento tan amoroso?—continuaba sobando la extremidad que recientemente había sido atacada.

te dejé cientos de mensajes y no contestaste ni uno—su tono de voz se relajó, luciendo ahora mucho más calmada—no tienes idea de lo preocupada que me tenías—confesó.

En ese instante decidí sacar lo que quedaba de mi teléfono alojado en la bolsa, se lo mostré explicando a medias el pequeño incidente que tuve con la rubia. Mi amiga me comentó que estaba lista para ir y partirle el trasero cuando yo quisiera, sin embargo la alenté a esperar un poco más. Pues tenía otros planes que empezaban justo ahora.

Un poco más de charla después, Jesy apareció. Lo que se traducía como una señal para que yo me largara de ahí. Así lo hice, no sin antes recibir un recado de mi amiga. La chica del afro me prometió que la buscara para regresarnos juntas al término de la fiesta. Cosa a la que accedi.

Bastantes chicos me ofrecieron tragos, bailes y piropos a los que nunca respondí. Una rubia acababa de entrar por la puerta, prepárate Edwards porque dos pueden jugar este juego. Si ella creía que yo era una niña de papi entonces pensaba mostrarle de lo que la princesita era capaz de hacer.

Me le acerqué por detrás, pegándome a su cuerpo. Ella rápidamente me apartó, no sin antes echarle una ojeada a mi atuendo.

—¿y eso?—me analizó de pies a cabeza, el tono de su voz era divertido. Creo que resultaba más que claro que en todo el tiempo que llevaba en el instituto jamás había usado una prenda oscura. Simplemente me causaban repulsión, era como revivir ese día una y otra vez.

—lo compré pensando en ti—la atraje hacía mi—¿no te gusta?—le hice un puchero, creo que ya entendía de dónde Isabella lo había sacado.

—¿y a ti desde cuando te importa lo que pienso sobre ti?—elevó una ceja.

desde que sé que te gusto—solté sin descaro, para este momento los escrúpulos eran cosa del pasado

—¿gustarme tú?—hizo una mueca de asco—lamento informarte que el plástico no es mi tipo—sonrió, seguramente dispuesta a marcharse.

Nos encontrabamos en el patio, ella podía huir a cualquier lado si así lo quisiera. No estaba dispuesta a terminar y por esto mismo es que la tomé del cuello. De vez en cuando acariaba su cabello, el momento hubiese sido perfecto de no ser por lo mucho que la despreciaba.

admítelo, te gusto—sonreí bastante cerca de sus labios—no es tu culpa, soy irresistible y todos terminan por enamorarse de mi—terminé, usaba el tono más engreído posible.

tal vez—Esta vez fue la rubia quién unió nuestros labios. El beso era ambriento. Sus manos rodeaban mi cadera, bajando incluso para darle un pequeño apretón a mi trasero. Ella me empujaba cada vez más, por lo que si no tenía cuidado podía terminar justo adentro de la piscina. Rápida, cambié nuestras posiciones. Sin embargo la rubia aprovechó este momento para separarse.—o tal vez sólo quería ver que tan fácil eras—había dicho suficiente, estaba lista para terminar con mi plan. No me importaba que toda la escuela dijera lo mismo, no obstante de verdad me dolían sus palabras cuando ella las pronunciaba.

te apuesto a que no dirás lo mismo cuando esté montada sobre tu motocicleta—aseguré.

Nuevamente mi rostro se encontraba a milímetros del suyo. Sus labios estaban entreabiertos, esperando que esta vez fuera yo quien iniciara el beso. Me acerqué a ella, sin embargo lo que hice fue soltarme de su abrazo. De un solo empuje la hice perder el equilibro, terminando ella por caer de espaldas en la enorme piscina.

Haciendo apenas una media vuelta fue que inicié mi camino hacia la casa, en dónde Leigh-Anne ya me esperaba. Lista para largarnos.

Nadie jugaba con Jade Thirlwall, esperaba que el pequeño baño fuera suficiente para dejarle claro a la gótica vampiresa quién mandaba aquí.

Inevitable. | JerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora