05. La mascota del maestro

427 39 1
                                    


Para mi el inicio de un nuevo día siempre significaba la oportunidad de empezar de cero. Basándome en ese fundamento es que decidí que ya no sería quién provocara a Perrie, tal vez existía la posibilidad de que nuestros grandes egos coexistieran en la misma escuela.

Animada, pegué un salto de la cama. Esta vez había decidido no llevar algo tan llamativo. Simplemente usaba mis shorts de mezclilla y una blusa negra, claro que debía acompañarlos con botas de un alto tacón, de otra forma no me sentiría cómo mi misma.

Mañana me tocaba practica con las animadoras y siempre regresaba agotada. Por este mismo motivo es que pensaba usar mis tacones en lo que las piernas todavía me sirvieran.

No tenía tiempo de maquillarme, con eso en mi mente  es que simplemente escogí omitir ese paso. Me encontraba arreglando el cabello de Bella, hace un tiempo había comenzado a dejárselo largo, o al menos lo suficiente como para poder atarlo en una coleta. A la niña le gustaba ir con el cabello recogido a todas partes por algún motivo que desconozco.

Leigh-Anne me acompañó en el recorrido diario a la guardería, en dónde se supone dejaba a  Isabella para que aprenderia cosas nuevas. De camino al colegio me comentó que le había gustado mucho la chica de grandes pechos con la que la había visto charlar el otro día en la cafetería. Tanto así que mañana iban a tener su primera cita, me alegraba mucho lo que mi amiga estaba contándome. Significaba que Leigh no la había descartado luego de una semana y eso nunca antes había ocurrido.

Una vez dentro del establecimiento me encontré con Alex, un chico moreno que desde siempre había intentado ser mi amigo. La verdad es que "accidentalmente" comencé a acercarme a él cuándo supe que le gustaba el diseño. Hablabamos hace apenas unos días, en los que nuestras conversaciones siempre eran sobre mí y cómo me veía en mis afiches. Hasta ahora creo que ya se imaginarán que el universo, y mis encantos de belleza, habían confabulado a mi favor lo suficiente como para que este chico quisiera ser el responsable de mi campaña, porque yo todavía tenía la idea de que podría ser una excelente presidenta.

Cómo hoy los directivos habían anunciado que se podía iniciar con las campañas fue que decidí saltearme la primera clase. Convenci a Alex de hacer lo mismo sólo para que me ayudase a pegar los carteles que el mismo había diseñado. Se trataban de mi imágen, llevaba puesta una enorme tiara y por supuesto el fondo era de color rosado. Las letras grandes que los incitaban a votar por mi funcionaban bastante bien.

No estaba segura de que estrategia seguía a continuación, sólo esperaba que mi rostro fuera suficiente cómo para llevarme la mitad de los votos. Más de una vez se me había cruzado por la cabeza la idea de salir con alguien igual de popular que yo, para obtener el resto de los votos. Sin embargo mi ética me decía que si no ganaba la presidencia por mi misma entonces no me la merecía. Si, soy una tonta por escuchar a mi conciencia.

Terminamos justo para el inicio de la segunda clase. Recorri los pasillos con un poco de prisa, tomando a su vez el tiempo suficiente como para admirar mi cara plasmada en cada rincón. Finalmente llegué al salón que me tocaba. El profesor Hudson ya se encontraba allí. El era uno de los maestros más jovenes que enseñaban aqui, tenía que ser un recién graduado porque fácilmente podía ser confundido con un alumno.

Otra cosa que había descubierto en el tiempo que llevaba siendo su estudiante era que él tampoco era inmune a mis encantos. Es por eso que entré al salón meneando mis caderas un poco más de lo usual.  Después de todo nadie iba a culparlo si miraba a alguien como yo.

No pensaba divertirme con él, simplemente saludé al profesor y él hizo lo mismo conmigo. Dejé mis cosas en uno de los asientos del final y regresé a su escritorio. El hombre me dirigió toda su atención cuando me encontré a centímetros de su persona. No me parecía atractivo, sin embargo estaba más que dispuesta a fingir.

—¿necesita algo señorita Thirlwall?—me sorprendió el hecho de que supiera mi apellido. Generalmente ninguno de los profesores prestaba demasiada atención al alumnado.

en realidad si—hice la voz más sexual que se me ocurrió —estaba pensando si usted podría regalarme unos minutos de su clase—hice una pausa para acariciar su cabello—es que quiero anunciar mi campaña—terminé con el espectáculo.

En ese preciso instante entró la entidad gótica, haciendo ruidos de desagrado al verme en esa posición con la figura de autoridad. Sinceramente no me importaba lo que ella o cualquier otro pensara sobre mi, si tenía un cuerpo bonito era una tonta para no aprovecharlo en mi beneficio.

El profesor Hudson acomodó su corbata y supongo que fingió esa horrible tos antes de dedicarme una mirada de aprobación, no me quedó de otra más que regresar a mi asiento una vez que obtuve lo que tanto quería.

Con el pasar de los minutos la sala se fue llenando, a tal punto de que no le quedó de otra más que pararse e iniciar la clase. Luego de su clásico saludo me llamó a mi para que diera mi comunicado. Lentamente me acerqué a él, notando cómo las miradas de todos me invadían.

cómo sabrán, voy a postularme para presidenta y me gustaría saber que cuento con sus votos—comento al resto de mis compañeros de clase.

Seguido de mis palabras, se escuchó un fuerte abucheo. Yo sabía bien de dónde venía, sin embargo decidí callar.

señorita Edwards—la figura de autoridad caminó hacía ella—si no tiene algo positivo para decir preferiría que se calle y deje de ser tan irrespetuosa con la alumna Thirlwall—para que vean que ser la mascota del maestro si sirve de algo.

Un par de chicos me realizaron unas preguntas, a las que contesté con mucho gusto. Minutos más tarde me encontraba recibiendo aplausos por parte de la clase, incluso la rubia me ovacionaba. Claro que no por voluntad propia, era más bien un pedido que sonaba a orden por parte del señor Hudson. Leigh tampoco se había quedado muy atrás, pues era la culpable de ocasionar un pequeño numerito al ponerse de pie y felicitarme por mi reciente campaña.

Por suerte, Perrie había mantenido su boca bien cerrada durante el resto de la jornada. Debo confesar que de todos modos me hubiese gustado oírla soltar algún comentario venenoso sólo para que el señor Hudson le diera detención, o uno de esos castigos similares.

En la hora del almuerzo fui visitada por mi, cada vez más cercano, amigo Jed. Quién me recordó de la fiesta que organizaba este viernes. Me moría por ir, sin embargo la invitación también estaba extendida hacia Leigh-Anne. Si yo salía y mi amiga tampoco estaba, no tenia idea de quién podía cuidar a Bella. Ni en sueños pensaba dejarla con un desconocido.

Aunque decliné muchas veces su oferta, el de los ojos verdes insistió tanto que terminé por decirle que lo pensaría. Decirle la verdad no solucionaba nada ya que de todos modos no me parecía apropiado llevar a la bebé a un lugar cómo ese.

Finalmente se me ocurrió una idea, recordé que en mis épocas de cuidadora había atendido a una amable mujer que vivía tan sólo un piso arriba mío. No estaba segura de su nombre, tal vez era Sonia. Durante el tiempo en el que fui su auxiliar ella me comentó que era maestra de preescolar, o lo habían sido antes de jubilarse. Esta misma tarde pensaba en contactarla, seguramente aceptaría cuidar a Bella por una buena paga.

Inevitable. | JerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora