13. Voy a hacer que te arrepientas

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Compré velas aromáticas, realmente me esforcé limpiando y decorando la sala. Incluso le dije a Leigh que no había problema si ambas querían pasar la noche allí. Aún cuando yo tenía un enorme secreto y ningún lugar a dónde ir.

Era viernes. La cita que yo misma inventé cómo forma de recompensar a mi mejor amiga estaba a punto de pasar. Preparé una cena digna de un restaurante cinco estrellas, con dos platillos principales y postre.
Una vez que toda la sala estuvo lista simplemente le dejé las indicaciones a la chica del afro y me dispuse a huir de mi propio apartamento.

Todavía podía dejar a Bella con la señora que cuidaba de ella si es que eso quería. Por otro lado, seguía en mi la culpa de no pasar tiempo suficiente con ella ahora que tenía un empleo en la casa Edwards. Finalmente terminó por ganarme mi consciencia y accedí a llevarla a dar un paseo en el parque.

La novia de Leigh-Anne no estaba enterada de mi situación, mucho menos de que tenía una hija. Tuve que esconder todas las cosas de bebé que se encontraban regadas por todo el lugar. Lo único que dejé a simple vista eran algunos peluches, pensé que eran fáciles de explicar. Siempre había sido una gran fanatica de disney, aún con el pasar de los años.

No quería hacer del mal tercio en la cita, tampoco me parecía muy romántico que Bella estuviera viendo sus dibujos animados en la sala mientras la feliz pareja se ponía acaramelada.

Con eso en mente es que tomé a mi hija en brazos y la cargué al parque en cuánto pude. La oscura noche ya se había apoderado del paisaje y no quería que algo malo le pasara a mi pequeña, por lo que no la dejé sola ni por un segundo.

Jed llegó en cuestión de minutos, no lo esperaba para nada. Tampoco fui yo la que lo solicité, este chico se apareció así sin más. Sin embargo su compañía era realmente grata.
El me tomó cientos de fotos junto a Isabella, prometiendo que me las enviaría en cuánto yo tuviera un teléfono. Si, todavía no había conseguido uno. Digamos que mis prioridades económicas eran otras, por ejemplo de verdad deseaba inscribir a mi hija en las clases de baile que sabía mejorarían su futuro. También podía meterla en algún lugar en el que aprendiera a tocar un instrumento, aunque me parecía que todavía estaba chiquita para ello.

Con el moreno charlamos de diversos temas, él no era para nada aburrido. Desde que le comenté que no me llamaban la atención los superhéroes él simplemente olvidó por completo ese asunto. Ahora teníamos mejores temas de conversación. Jed se interesaba mucho por Bella, me había preguntado su edad, color favorito, si tenía alergias a algo. Me gustaba el interrogatorio, demostraba que el sujeto realmente tenía un genuino interés por mi pequeña.

El chico se ofreció a llevarnos a cenar, acción a la que me negué casi de inmediato. Fue Isabella la primera en sucumbir ante los encantos del moreno, tampoco la culpaba. Debí prevenir la situación y traer algo de comida, a la niña siempre le daba hambre al rededor de las ocho.

Los tres caminamos un par de calles hasta encontrar una pizzería abierta, que gracias a la insistencia de mi amigo era lo que la mini Thirlwall quería degustar. En el camino el chico no paraba de preguntar que haríamos este fin de semana, finalmente le comenté que este sábado debía escribir esa canción que nos habían asignado a Perrie y a mi.

Me sorprendió lo bien que mi compañero de escuela trataba a Isabella, la había cuidado un par de veces, pero no pensé que se comportara así de atento cuando lo dejaba a solas con ella. Generalmente no habría aceptado venir a cenar con el, la mayoría de las personas con las que me rodeaba tendían a malinterpretar las cosas luego de recibir un poco de atención de mi parte. Sin embargo, Jed me sugirió que aceptara como forma de compensarle los dos días que el cuidó a mi pequeña. Supuse entonces que la cuenta iba a mi nombre, no me importó.

La cena estuvo deliciosa, generalmente no acostumbraba salir a restaurantes porque ni yo ni Bella comíamos bien, lo que resultaba cómo un desperdicio total de dinero. Jed continuaba con sus bromas espantosas. Su asiento se encontraba frente al mío, la silla para niños de Bella se recargaba en mi costado derecho.

Las butacas eran demasiado altas para mi persona, aún con tacones no llegaba a tocar el suelo. Por el mismo motivo es que tuve que sentarme en la punta, colocando todo mi cuerpo sobre la mesa. El chico de ojos verdes aprovechó ese momento para juntar nuestras manos, no era un gesto amistoso y rápidamente lo aparté.

La charla siguió con normalidad, parece que él logró captar mi mensaje o simplemente decidió ignorarlo. Creo que fue la segunda opción, esto gracias a que minutos más tarde trató de besarme. Tal vez darle la mejilla y esquivar aquel beso fue una de las peores decisiones de mi vida. Pero no era tan malo cómo intentar besar a una chica que te dijo cientos de veces que no quería nada.

El se molestó, verdaderamente. No me quedó de otra más que repetirle que así era yo y se lo había aclarado desde un principio, que no buscaba más que una amistad.

Nadie rechaza a Jed Elliot—el comentó, levantándose de la mesa. Por suerte Bella se encontraba concentrada pintando una imágen que los dueños del local le dieron. No quería que ella presenciara este tipo de cosas.

perdóname, no quise darte falsas expectativas—por primera vez hablaba con la verdad, sin esperar nada a cambio. En poco tiempo se convirtió en un buen amigo y no estaba lista para perderlo.

no te preocupes que esto no se va a quedar así—me miró, intimidante—voy a hacer que te arrepientas, Jade—finalmente se marchó.

No entendía que significaba aquella amenaza, tampoco estaba demasiado segura de cuál era su origen. Ahora que lo pensaba mejor, el tipo poseía fotos de mi hija y mías. Si algo no me convenía eso era hacerlo enojar.

Inevitable. | JerrieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora