Capítulo-11

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O por Dios, ¿En qué rayos me he metido...

Nunca en mi vida imaginé que me encontraría en una situación como esta, lo que he experimentado hoy me ha puesto los pelos de punta y mi adrenalina al límite, me alegro que hayamos dejado a mi hermano con Nathalia, no me gustaría que él experimentase esto.

Los dos hombres al ver a su compañero tendido en el suelo, sobre un charco de sangre, no lo pensaron dos veces y disparan; en ese momento cierro los ojos con fuerza, esperando lo peor, después de unos segundos, los comienzo a abrir lentamente, por lo que veo, Maxwell esquivó las balas, ya que lo veo completamente ilezo.

-Suelten sus armas. -Les orderna con un tono de voz desafiante, mientras les apuntaba a cada uno con un arma. Ambos obedecieron, sin dar objeción alguna, depositando sus armas en el pavimento. - Ahora quítense los pasa montañas.

Esta vez ambos dudaron en quitárselas, pero no tenían más opción, uno de ellos tenía el cabello negro, con canas, por lo que supuse que tenía entre 40 o 50 años de edad; el otro tardó más en quitársela, este era más joven, tenía el cabello rubio y alborotado, al Maxwell verle pone una expresión de decepción.

- Pensar que tú serías diferente. -Dice Maxwell en un tono triste, pero automáticamente se esfuma, y vuelve a su tono amenazador. -Ahora vuelvo y les repito, ¿están conmigo?

Ambos se dan una última mirada, antes de asentir, en ese momento ambos patean sus pistola, que estaban en el pavimento, en la dirección de Maxwell, él en ese momento saca su celular y llama a alguien, al parecer uno de sus colegas. Mientras habla se detiene y mira el cuerpo sin vida que está frente a él.

En menos de cinco minutos, llega un auto por detrás, casi idéntico al de Maxwell, ¿Tendrá una compañía de Lamborghini? De este salen dos hombres, como de cuarenta años y se dirigen a los rehenes, por así decirlo.

-Muy bien, es hora de que aprendan en qué lado deben estar. -Le dice uno de ellos, con una sonrisa de lado.

Los dos rehenes, simplemente se mantienen cabizbajos, los hombres les piden las llaves de las camionetas y sin ninguna oposición se las entregan; Cada uno toma a uno de los rehenes y los dirigen a las camionestas, los hombres de pilotos y los rehenes de copilotos. Antes de irse uno de ellos le lanza una llave a Maxwell por la ventana del auto. Este se queda mirando el cuerpo y luego en mi dirección, sin más, se encamina hacia donde me emcuentro.

-¿Todo bien? -Pregunta al abrir la puerta y sentarse en el asiento de conductor.

¿Todo bien? Es que se ha vuelto loco, he presensiado cómo le disparó a tres tipos en una sola noche y cómo amenazó a otros dos, y me pregunta "¿todo bien"?

-Todo se encuentra genial. -Digo con un muy notorio tono de nerviosismo en mi voz, se queda mirándome con la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás.

-No quería que vieras esto. -Se rasca la nuca. -Te quería decir que no es lo que parece, no quiero que comiences a sacar conclusiones presipitadas, no me conoces y ...

-Tampoco quiero conocerte, después de ver esto, sé que no tengo que establecer ningún tipo de vínculo contigo y mucho menos conocerte. -Digo interrumpiéndolo, él solo suelta un largo suspiro que al parecer tenía comprimido.

-No entiendo por qué me tratas de esa manera -En ese momento iba a protestar, pero me cubrió la boca con su mano. - No te he dado ni el más mínimo motivo de hacerlo.

-Pues, desde la primera vez que nos vimos en la fiesta, no me caes bien, soy del tipo de persona que se queda con la primera impresión y tu ya sabes cómo fue la tuya. -Le digo después de quitar su mano de mi boca. -Además ¿Cómo quieres que confíe en ti, después de todo esto? -Le señalo el cuerpo que está sin vida fuera del auto. -Y también ¿Por qué no te quitas esos estúpidos lentes?

Detras De Los Lentes De Sol... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora