Capítulo-30

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-Maldita sea... -Escucho que Mel susurra groserías, su madre se hace a un lado, dejando que la persona que estaba dentro, pueda salir y oh mierda.

Un chico, de nuestra edad, sale de la oficina del director, tiene el cabello castaño oscuro, unos ojos verdes pálido, que te podrían hipnotizar con una mirada, tiene muchas pecas, es alto, trae puesta una sudadera añil, con una camiseta azul cielo por debajo que contrasta con sus ojos.

-Cariño, saluda a tu primo, ha venido desde muy lejos. -Le dice su madre, el chico, que si no mal recuerdo se llama Alexandre, mira a Mel de una manera única, tiene un brillo en sus ojos que no puedo descifrar. Me acerco a mi amiga, ya que se ha quedado estática, también Kate hace lo mismo.

-Tu primo está buenísimo. -Expresa Katherine con cara de asombro, le doy un codazo para que no salga con otra cosa, aunque no se puede negar que sí lo está.

-¿Qué les pasa, chicas? -Nos pregunta la madre de Mel, acercándose a nosotras.

-Hola, Miranda. -Saluda Kate con un abrazo, la cual se lo corresponde. -Tiempo sin verla.

-Uff, ni lo menciones, ustedes están muy grandes y hermosas. -Nos brinda una gran sonrisa.

-Gracias, usted también se ha conservado. -Le devuelvo el halago.

-Aw gracias, creo que es genéti...

-Cof cof bótox cof. -Interrumpe tosiendo  el esposo de Miranda, la cual le golpea el brazo, este solo hace una mueca de dolor y se acerca a Alexandre que se ha quedado solo en la puerta.

-Bueno, ustedes saben que los años no perdonan, además de el estrés que vivo a diario, no me ayuda. -Se justifica cruzándose de brazos.

-Tranquila, entendemos. -Digo riendo por la situación, me giro hacia Mel, pero... no está, ahora se va a comportar igual que Max.

-¿Cuándo se fue Mel? Vaya, si que es veloz. -Dice Kate orgullosa, ella es una apoyadora de lo mal hecho, entonces yo, la pobre y única Alicia, responsable, me tengo que hacer cargo de todo.

-Esa niña va a tener que vérselas conmigo. -Expresa su madre un tanto enojada.

-¿Qué pasa? -Pregunto, haciéndome la ingenua.

-Que un familiar lejano vino de visita, pero cuando subimos a su habitación para que lo salude, mágicamente ella no estaba, tampoco alguna de sus pertenencias y la ventana abierta. -Toma una respiración profunda. -Luego de unos minutos, recibimos una llamada avisándonos que se quedaría en tu casa por unos días, sin siquiera pedir permiso.

-Entonces ¿No quiere que ella esté en mi casa? -Me hago la dolida, Ay Melannie, lo que me debes por ayudarte.

-No, no, no es eso querida. -Me toma de los hombros. -Es que el pobre Alex tenía unas ganas de verla, entonces se puso algo triste, le dijimos que la llame, pero parece siempre estar ocupada.

O simplemente le corta la llamada o apaga su celular.

-Ah, está bien. -Le sonrío como una niña que acaba de librarse de un castigo, aunque no sería yo la castigada.

Detras De Los Lentes De Sol... Donde viven las historias. Descúbrelo ahora