12 de enero.
Mansión de los Lestrange.
El olor de aquel sofá, el calor de la chimenea que era lo único que iluminaba el salón en aquella noche fría le recordaba a tantas cosas, no todas ellas buenas, pero podía tener un margen para relajarse. Podía, pero no pudo.
—¿Cómo se te ocurre? Cómo se te pasa por la cabeza tal estupidez. ¿¡Cómo!? —gritó con fuerza, ronco.
—¿Qué es lo que te han contado?
—¿Que qué es lo que me han contado? Exactamente lo que ha pasado. Lo que tú —remarcó mientras la señalaba—. Has hecho —tenía el rostro arrugado de rabia, de impotencia. Pocas veces lograba controlarse y cuando lo hacía todo su interior ardía en cólera.
—Y has dado por hecho que esa es la verdad.
—¿Acaso hay otra?
—No sé, ni siquiera me has dado un voto de confianza. Aunque no sé de qué me extraño.
—Si no recibiese una lechuza cada semana sobre tu falta de educación y tu mal comportamiento no sucedería esto.
—No me digas que he sido la primera de la familia en desobedecer las órdenes de sus profesores en Hogwarts —por supuesto tenía toda la razón, pero eso no era lo que Rodolphus quería escuchar. Él sabía perfectamente que su comportamiento era el propio de un Lestrange, pero no por ello estaba orgulloso de lo que hacía. ¿O sí?
—Estoy intentando tener paciencia contigo, pero si sigues así me va a costar más que intentar tranquilizarme respirando 10 segundos el no girarte la cara.
—¿Y qué más da? ¿Acaso tengo voz ni voto? Ya me has demostrado durante todos estos años que no.
—¡SI TE COMPORTASES COMO UNA PERSONA NORMAL TENDRÍAS DERECHO A ESO Y MUCHO MÁS! ¡EL PROBLEMA EN TI ES QUE NO SABES COMPORTARTE!
—¿Desde cuando soy normal? —hizo una breve pausa, un dulce silencio—. ¿Desde cuando lo somos?
Rodolphus se quedó mirándola durante un rato, en silencio y sin cambiar el gesto. Pocos segundos después giró la cara y bufó, exasperado.
—¿Vas a dejar que te cuente la verdad? —preguntó ella, tranquila, sentada con los brazos en el reposabrazos del sillón de terciopelo. Rodolphus no contestó, aún seguía en silencio—. Aunque claro, ni siquiera te presentaste allí para verme, dudo mucho que te interese conocer la verdad.
Se giró y casi se abalanzó sobre ella con los ojos muy abiertos. El labio empezó a temblarle por la rabia acumulada, y aun así se retiró con todas sus fuerzas.
—Ah, claro... Que estabas en un viaje muy importante con tu esposa. No tenías tiempo que dedicarle a tu hermana que acababa de intentar suicidarse. O no. Porque tampoco te molestaste saber la verdad. No. Enviaste a Lucius Malfoy para que viniese a comprobar la integridad física de tu hermana muerta o a punto de morir. Quién sabía. Pero tampoco era de tu incumbencia, ¿no es así?
Rodolphus estaba molesto, muy molesto con aquellas palabras, pero no podía echarle nada en cara porque podía notar el dolor en las palabras de su hermana. Sabía que aquello podía haber herido sus sentimientos y aquello le destrozaba internamente. Por supuesto no lo dejaría ver, jamás lo hacía pasara lo que pasara. No quiso hablar más del tema ni reiterarse en aquella discusión, no al menos por el momento.
—¿A quién querías que enviase?
—No sé, podrías haber venido tú —le echó en cara, alzando la voz, nerviosa.
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Una canción de hielo y fuego | Lucius Malfoy, Severus Snape y tú
FanfictionRose, hermana menor de los Lestrange, lleva muchísimo tiempo sintiéndose atraída por Lucius Malfoy. Ella no está dispuesta a rendirse, y a pesar de sus rechazos y vejaciones luchará por conseguir lo que quiere. Lo que ella desconoce, es que al ser d...