XXIII. Demasiado evidente.

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Atada de pies y manos con una venda que cubría y apretaba sus labios despertó, en el interior de lo que parecía ser un sótano.

La cabeza le dolía. Necesitó un par de minutos para enfocar la vista, aún aturdida. Repasó el espacio y maldijo en silencio no haber guardado la dichosa varita en un lugar seguro. Seguramente así se hubiera ahorrado todo aquello. Ahora ya era tarde para lamentarse por cosas que no se podían cambiar. Estaba ahí encerrada, atada, amordazada y sin varita. Procuró, en medida de lo posible serenarse y pensar con claridad. Ni siquiera necesitaba escapar, bastaba con que aquellos miserables terminaran soltándola. Al fin y al cabo, ¿para qué querían a alguien como ella ahí encerrada? Pensando en todo aquello se encontraba cuando pareció escuchar un leve gimoteo que en seguida pudo reconocer. Dirijo su mirada hacia la parte más oscura de aquel sótano y allí estaba, el demiguise volvió a aparecer frente a sus ojos en el interior de la jaula en la que lo habían encerrado al atraparla. Rose se levantó y se acercó hasta donde le permitieron las cadenas. Apenas unos pocos metros la separaban de la criatura, si extendía el brazo y estiraba los dedos casi podía rozar los barrotes. Los ojos del animal suplicaban ayuda y los suyos gritaban impotencia. No sabía si llegaría viva a la mansión, lo que sí tenía claro era que lo liberaría. Le contara lo que le costara. "Voy a sacarte de ahí." Gritaba su mirada. Y el demiguise pareció entenderla.

Por si aquello no fuera suficiente problema ya, las cosas terminarían poniéndose aún más feas. Los furtivos habían encontrado su varita, y no tardaron mucho en reconocerla.

—Eh, tío... ¿No te resulta familiar?

El tipo se giró para mirarla, pero no prestó atención, continuó acomodando las piezas para las nuevas trampas en las que estaban trabajando.

—Quiero decir... ¿no la has visto ya antes?

—¿Tú vas fijándote en las varitas de todo el mundo? Porque yo no. Sigue trabajando.

—No, pero esta... esta ya la he visto antes —la repasó con atención, intentando recordar.

—¿Qué más da de quién sea? Ha estado a punto de robarnos a nosotros, no me extrañaría que se la quitara a cualquier bruja.

—No... a cualquier bruja no... —lo miró, aún sosteniendo la varita y musitó—: Más bien a un mago. Y ya sé a cuál.

—Enhorabuena, ¿por qué no vas a hablar con el ministerio? Tu talento aquí está siendo desperdiciado, amigo... Deberías ser auror —se burló.

—¿Pero qué hacía con su varita? —continuó preguntándose, ignorando a su compañero.

—¿Por qué no vas y le preguntas? Seguro que ya se ha despertado. Así me dejas trabajar tranquilo —murmuró de mala gana, ajustándose las gafa lupa.

El tipo no le respondió, simplemente se levantó y se encaminó hacia el sótano, pues a él sí le interesaba saber cómo había llegado a sus manos.

Rose escuchó pasos bajando la escalera y se apartó rápidamente de la jaula del demiguise, volviendo a la esquina en la que había despertado. Las cadenas hicieron ruido, por lo que, cuando abrió la puerta miró hacia ambos lados. No era un idiota aunque pareciera lo contrario, sabía que se había movido y que lo había hecho rápido. Se aproximó a la jaula y la examinó para asegurarse de que seguía como la habían dejado. Aguzó la mirada con desconfianza y caminó hacia ella.

—¿Qué hacía una chica como tú tan sola en un sitio como este?...

Pero ella no respondió, por supuesto.

—No quieres hablar, ¿eh?... Ya veo... Supongo que sabrás que tenemos formas de hacerte escupir toda la verdad. Te conviene colaborar con nosotros. Si quieres salir de aquí sana y salva, claro... Aunque no creo que eso resulte un problema para ti, ¿verdad?... —se acuclilló frente a ella, contemplándola en silencio—. ¿Cómo te llamas?

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⏰ Última actualización: Mar 31, 2023 ⏰

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Una canción de hielo y fuego | Lucius Malfoy, Severus Snape y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora