Tenía el antídoto, tenía la cura y la solución a sus problemas, ¿pero cuál era el verdadero motivo por el cual había querido llegar hasta ahí?
Las dudas no se habían despejado de su mente ni aun después de lo recientemente vivido. Lucius todavía sentía que no podía descuidarse por completo con aquella muchacha, no sin antes averiguar si sus sospechas eran o no ciertas. Demasiado había sido el tiempo que habían estado sin verse y a decir verdad... ella había mejorado su aspecto. Sí, sus ojeras ya no estaban marcadas, incluso su piel parecía más tersa, más... ¿pálida? No era un misterio que aquel hombre suponía para ella un calvario, un auténtico sufrimiento, por lo tanto era comprensible que su semblante hubiera embellecido. ¿Pero hasta ese punto?
Ahora estaba despierta, cegada, sí, pero al fin y al cabo despierta, y eso complicaba la situación. ¿Cómo descubrir entonces si estaba en lo cierto? ¿Si lo que aconteció en sus sueños era real?
Lucius se aproximó a la joven muy despacio y desde una distancia medianamente prudente la observó.
Pero ay... aun desde ahí ella pudo sentir el hedor a alcohol que desprendían sus pulmones.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó completamente tensa, apretando los dientes, los puños.
—Quieta... —susurró él, aproximando entonces su mano hacia su barbilla para sostenerla con cierta brusquedad.
Rose se removió, pero él fue más rápido en impedir que siguiera luchando en su contra. Con su mano libre agarró su brazo, apretándolo a modo de advertencia y ella, sin oponer mayor resistencia se dejó hacer, más por curiosidad que por obediencia.
La diestra de éste fue ascendiendo poco a poco por su piel hasta acariciar con la yema de su índice su labio inferior. No se demoró mucho, lo estiró hacia abajo casi con rabia, como si así pudiera ocultar el temor que estaba consumiéndolo por dentro.
Ahora era la diestra de Lestrange la que se movió por propio impulso: atinando con precisión en la muñeca de Malfoy, apretándola.
—¿Qué tienes que esconder?... —siseó Lucius con un deje de misterio, de inquietud.
Y en cuanto escuchó aquella pregunta fue ella misma la que entreabrió su boca por voluntad propia, ofreciéndole aquello que tan curioso se le estaba antojando.
Ese gesto se le presentó casi lascivo, fue atractivo, provocativo ver que aun después de todo la chica seguía a su entera disposición.
Lucius alzó la barbilla y aguzó la mirada, contemplando la boca de la joven como si fuera el fruto del más insólito pecado. No podía perderse en aquel limbo, no en ese momento, pero es que tan solo pensar que estaba a su merced, que podría hacer cualquier cosa con ella, que podría mirarla cuanto quisiera y de la forma que quisiera, le provocaba un intenso cosquilleo en el estómago. Qué complicado era huir de ahí, huir de sí mismo, huir de ella...
Aun con el dedo índice apoyado sobre el labio inferior, descendiéndolo, apoyó el pulgar sobre el superior, abriendo un poco más su boca, examinando su perfecta dentadura.
—Bonitos dientes... —comentó en un tono de evidente superioridad, a lo que la muchacha respondió cerrando su mandíbula en un chasquido seco y firme, amenazador. Lucius apartó de ahí los dedos y sonrió de medio lado, aprovechando que ella no lo veía—. Hacía tiempo que no nos cruzábamos. ¿Qué hacías en Londres? —se limpió los dedos en la ropa de la joven, tan solo para que supiera que aún la despreciaba.
—¿Qué hacías tú en Londres?
Si se creía en condiciones de superioridad en aquel momento significaba que no era tan lista como él pensaba...
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Una canción de hielo y fuego | Lucius Malfoy, Severus Snape y tú
FanfictionRose, hermana menor de los Lestrange, lleva muchísimo tiempo sintiéndose atraída por Lucius Malfoy. Ella no está dispuesta a rendirse, y a pesar de sus rechazos y vejaciones luchará por conseguir lo que quiere. Lo que ella desconoce, es que al ser d...